El Lirio del Valle

Introducción

 No pude hacer nada para continuar con mi descansar porque estaba seguro que el mismo Señor mandó a sonar aquella imponente campana. Mis recuerdos desaparecieron, toda noción de mi propio ser fue olvidado en el vacío, es casi como si mi vida jamás hubiese existido.

  Aquellos lejanos pero fuertes sonidos graves penetraban en mi conciencia tan profundamente, ahogándome en miedo y angustia, recordándome que seguía tan vivo como solía estarlo antes de este horrible sueño; uno del cual era toda una odisea discernir entre la fidedigna lucidez y el más profundo descansar. Una cosa es segura, antes de mi despertar debo destacar que me cubría una inexplicable sensación de paz, como si los mismísimos serafines me tuviesen bajo el manto de sus alas… pude haber estado sumido eternamente en aquel plano desconectado del mundo al cual formé parte durante tanto tiempo.
  Pero retorné tras haber sido llamado por algo, como si algo superior tuviese la fuerza suficiente y de sobra como para atraerme entre distintos espacios. Aún me seguían perforando estos sonidos graves que me dejaban cada vez más y más aturdido como sea posible, afín de alcanzar y sobrepasar los límites humanos para tan atrofiante tarea, con tal de que pueda despertar de una vez por todas… una última vez.

  Estaba encerrado dentro de un claustrofóbico lecho de piedra, buscaba analizar los cortos límites que me era posible mover para buscar alguna hendidura o cualquier cosa que me ayude a escapar de esta prisión. Instintivamente comencé a empujar en dirección frontal con las pocas fuerzas que tenía y efectivamente logré levantar una áspera tapa pesada y quitarla de encima. Fue entonces cuando la luz del alba me cegó por completo, no sé exactamente por cuánto tiempo estuve dormido para que la luz de mi Sol que da vida me espante como si en realidad mi lugar sea dentro de la más densa y húmeda de las oscuridades. No debería estar tan lejos de la realidad mi situación, puesto que todo lo que alguna vez llegó a componer mi vivaz cuerpo fue devorado por los gusanos, dejando únicamente mis débiles huesos expuestos.

  Noté que encima de mí había una espada dentro de su funda, sorprendentemente aún seguía tan afilada como si estuviese recién salida de la herrería por parte del herrero más talentoso de todos, y además sentía que estaba fuertemente vinculada a mí. Luego examiné mis fúnebres ropajes y encontré cierta carta familiar y extrañamente aún perfumada, un fuerte vestigio de algo que tomó gran protagonismo e importancia en aquel tiempo que estuve vivo; un hermoso recuerdo que a mi gracia llevé conmigo a la tumba, algo hermoso y pasional como solía ser.

“Me rompe tanto el corazón este pesar, ojalá esto no fuese real y se reduzca todo a una horrible pesadilla. Pero como esto es la vida se debe respetar su ciclo y no me queda más remedio que asimilarlo. Solo espero que esto sea un nuevo comienzo para vos y no un horrible y seco final como todos dicen que es la muerte.

Ojalá las palabras me fuesen suficiente para expresarte todo el agradecimiento y amor que sentía hacia tu persona, alguien que fue tan amable y a la vez más gentil que muchos nobles, también tan sensible y a la vez tan reservado. Espero que el destino te haga llegar mis palabras estés donde estés para que así puedas descansar en paz, sabiendo que voy a recordarte como alguien que me enseñó que el amor no conoce clases sociales.

He logrado que se cumpla tu último deseo de que te entierren a la base de un ombú, porque sé que este árbol tiene una fuerte connotación de añoranza y cariño para vos. Tengo la certeza de que tendrás un plácido descanso de esta manera.

Estate tranquilo, Bastian, jamás voy a olvidarte. Tan solo espérame estés donde estés para que pasemos otra vida juntos.

Tuya siempre, Minerva”

   Intenté suspirar para aliviar esta especie de sensación de calidez de mi pecho, pero no pude hacerlo porque mi boca y todo lo que la componía ya no formaba parte de mí, al menos se quedará conmigo por unos momentos... tengo miedo de no recordar a “mi” Minerva, me aterra aún más el hecho de si puedo llegar a ser capaz de reconocerla si es que el día de mañana nuestros caminos se entrecruzan nuevamente. Aunque, gracias a ella, pude recordar mi nombre. Estoy eternamente agradecido contigo por haber buscado alguna manera de calmar mi mente.


  Sin embargo, era muy pronto para pensar todo esto dado que había otras discrepancias que debía resolver. Tras volver a poner los pies sobre la tierra nuevamente, continué con el examen de mi decrépito cadáver; me resulta tan difícil explicar mi estado en palabras, era como si me sintiese tan ligero y frágil como la hoja más pequeña y seca de otoño posada a la merced de la pisada de un gigante, e internamente me sentía vacío y ajeno a este plano terrenal… como si mi lucidez se redujera únicamente a disociar de todo lo que llegué a conocer e interpretar como la realidad. Incluso estando muerto, genuinamente continuaba sintiendo mis emociones. Este dolor, esta tristeza, seguía abrazando mi alma. Me desconozco por completo, esto no soy yo, pero tampoco puedo decir quién es que soy. Lo más aterrador es que volví a la vida, sin saber por qué es que debía volver. No puedo dejar de pensar en cuál es mi propósito, es algo que simplemente escapa de mi mente y entendimiento.
  Pero… quiero saber quién es Minerva. Hay algo que me atrae hacia ella, o al menos eso quiero creer, necesito averiguar lo que sea sobre ella. Es por eso que debo trazar mi propio camino en estas tierras desconocidas para encontrarla.

  Así fue como poco a poco iba acostumbrando mi nuevo, o mejor dicho viejo, cuerpo a su estado físico. Cada paso que daba era muy cuidadoso porque mi miedo me convenció de que mi cuerpo era tan sensible que iba a convertirse en polvo tan pronto como dé un paso en falso y caiga sobre mi propio peso o contra algo lo suficientemente contundente como para destrozar mis huesos. Con espada enfundada en mi mano izquierda, y una nostálgica carta guardada con recelo entre mis prendas, empecé a caminar hacia lo desconocido.




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