Oriana
Una noche oscura en la que lo único que se escuchaba eran gritos, se veía el resplandeciente fuego, muebles destrozados en toda la casa, sangre y muchas personas muertas; estaba aterrorizada, pero una voz suave me tranquilizó, buscaba y buscaba el origen de la voz hasta que la encontré. Era una mujer hermosa, alta, de piel blanca como el marfil y el cabello color rojo fuego como el mío, no la pude ver claramente por causa de las lágrimas que me nublaban la vista; por su tono de voz se notaba que tenía mucho miedo al igual que yo, me tomó del brazo y me llevó a una habitación pequeña y oscura de esa casa.
—Hey mírame —me decía muy despacio, como si temiera que la escucharan. La miré y tomó mi rostro entre sus manos, acarició mi mejilla y secó las lágrimas que corrían por ella con su pulgar, con mucha delicadeza como si temiera romperme— Préstame atención, escóndete en un lugar seguro y no dejes que te encuentren, no dejes que vean... —no pude escuchar bien lo que decía, aunque no estoy segura de que haya dicho algo más, por un sonido ensordecedor que se escuchó muy cerca de donde estábamos, derribaron la puerta y un grito agudo salió de mis labios, dos hombres agarraron a la mujer, esta forcejeaba contra ellos y les suplicaba que la soltaran, yo estaba aterrada, no entendía nada de lo que pasaba a mi alrededor, las personas gritaban, se hacían daño, luchaban por sobrevivir y morían, lo que veía era horrible y no sabía que hacer.
En un impulso corrí a abrazar a esa hermosa mujer que tanta confianza me transmitía, las dos llorábamos desconsoladamente, me sentía muy bien en sus brazos, como si nada me fuera a suceder estando con ella; poco a poco me fue soltando y lo que me dijo después me dejó petrificada.
—Tranquila, corre, escóndete y recuerda que mamá siempre va a estar contigo —susurró para que solo yo la escuchara— Te quiero mi pequeña guerrera, siempre estaré contigo.
Me soltó y yo hice lo que me había pedido, corrí lejos del lugar esquivando a todo el que se me atravesaba; ví un cuarto cerca y me escondí allí, le puse el seguro para asegurarme de que nadie entrara, prendí la luz y ví que era un baño, mi pulso estaba acelerado a pesar de que allí estaba segura —o por lo menos eso pensaba— fui a lavarme la cara y cuando vi mi reflejo me espanté. Mis ojos estaban de un color ámbar y tenían un brillo peculiar, lo que más me asustó fue cuando vi mi dentadura, tenía los colmillos mucho más grandes de lo usual. Cuando salí del trance lo único que hice fue gritar, y pensar que eso fue lo peor que pude haber hecho, unos hombres derribaron la puerta y un joven de unos 16 años más o menos me abrazó y me llevó a una camioneta negra blindada.
Me desperté asustada, estaba sudando y con latidos desenfrenados, traté de calmarme aunque no lo logré del todo. Agarré mi celular de la mesita de noche, 05:48, no falta mucho para que suene la alarma así que decidí levantarme, cepillé mi cabello y lo até en una cola alta, bajé a tomar un vaso de agua fría.
Ya estaba mucho más calmada, era muy raro, ya habían pasado casi 6 años desde que dejé de tener esas estúpidas pesadillas, la última vez que las tuve fue cuando tenía 10 años más o menos, no sé por qué las tenía otra vez, a su momento pensé que solo eran producto de las películas de terror que me encantaba ver a esa edad.
Nunca se las había contado a nadie pensando que cuando menos lo pensara dejaría de tenerlas, pero conforme pasaba el tiempo se hacían más tenebrosas, no me dejaban dormir en paz y me atormentaban.
No fue hasta hace una semana que volví a padecer de estas raras pesadillas después de tanto tiempo, pero esta noche fue diferente, nunca había visto mi reflejo y de verdad me asusté mucho, siempre me despertaba cuando tiraban la puerta y agarraban a la mujer; no sé por qué hoy el sueño duró más tiempo; de solo recordar se me eriza la piel, me asustó la forma en que me veía, como los seres más horribles y despiadados del mundo -según me habían dicho mis padres y toda la comunidad de brujas- tenía que crearme una idea de ellos para cuando los viera, aunque no creo que sean tan malos como dicen.
Lo que no entendí fue la sensación que sentí al verme en el espejo, a pesar de que grité, me sentí bien, como si ya me hubiese visto así, me sentí familiarizada con esa imagen, y sentí nostalgia, no sé por qué pero sentí como si el vacío que siempre tengo en el corazón se hubiese llenado con esa imagen. Sacudí mi cabeza borrando esos pensamientos y me dispuse a hacer el desayuno, ya pronto despertarían los demás y quería darles la sorpresa, igual no tenía nada que hacer.
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Editado: 30.10.2022