El Llamado de la Sangre

Capítulo 33

 

—Oriana Lizeth, hazme el favor de pararte ya de esa cama —me dijo Helen que acababa de llegar exclusivamente para arreglarme—. Hazlo sola antes de que me arrepienta y te haga parar con agua fría.

—No quiero ir, ya lo he dicho muchas veces —mi voz era amortiguada por la almohada, la misma que había recibido gran cantidad de mis lágrimas anoche—. En esa fiesta solo me voy a sentir fuera de lugar.

—Pues no sé cómo irás a hacer, porque de aquí no me voy hasta que te levantes y te vayas a esa fiesta.

—Ay ya déjala Helen —se metió Nath que iba pasando por allí—. Está así desde ayer, se vino sola a la casa y no dijo nada de cómo le fue en la prueba, mam...

No pudo seguir porque solté un sollozo sin querer, las dos se alarmaron y casi corrieron a mi cama.

—No hables de eso por favor —pedí—, ayer fue el peor día de mi vida.

—Oyeee, ¿cómo puedes decir eso? ¡Ayer cumpliste años por Dios!

—Cállate Helen.

"Ash que estresante". Escuché que murmuró pero la pude oír, que raro.

—Cuenta el chisme completo, no nos dejes así.

—Está bien, sólo diré que fueron muchas cosas y seguramente tarde mucho en contarles...

Y así seguí hasta relatarles casi todo mi día, desde por qué había salido tan temprano de casa hasta lo que pasó en el ritual, exceptuando detalles como lo que ví en ese momento.

—Que extraño, que yo recuerde a nosotras no nos hicieron ningún ritual de ese estilo, sólo nos pusieron un instructor o algo así que evaluara nuestros hechizos.

—Si es cierto, pero bueno, debe ser algo de una nueva tecnología.

—Pues yo no sé si era nueva tecnología o algo que me querían hacer, sólo sé que no pase de nivel por lo que seré la rara de la comunidad, a parte, dolió mucho.

—Igual —volvió a opinar Helen—. Eso no es motivo para que desprecies una fiesta, tampoco el que hayas terminado con Neithan, que si te soy sincera me caía algo mal. Tú tranquila, ¡que viva la putería!

Ay Dios mío, esta mujer si es loca.

Nath salió del cuarto casi corriendo, Helen me tomó por los hombros, me levantó y me metió al baño.

—Báñate —ordenó—. Ya hueles como mal, quítate la piel de deprimida y ponte la piel de zorra. ¡Pero muévete!

Quiere que sea chivirica, putona...

—Está bien mamá.

Y cerré la puerta en su cara.

¡Pero qué maleducada! ¡No soy tan vieja como para ser tu madre!

Que bueno que mamá no estaba hoy en casa, si no ya estuviera tres metros bajo tierra.

Me empecé a bañar con muchos pensamientos en la cabeza. ¿Qué me hicieron los de la prueba? ¿Por qué no pasé la prueba? ¿Quienes eran esas personas que vi en esa visión? 

Y así se pasó mi baño, estaba  tan metida en mis pensamientos que me asusté cuando escuché a Helen gritar.

—¿Qué pasó Oriana? ¿Te tragó el monstruo de la tina?

Ay por favor, ni que estuviera tan pequeña como para creer en esas historias.

Me apresuré y salí rápido del baño, encontrándome con mi habitación vuelta un desastre, mi ropa estaba tirada en la cama y el piso, en el tocador había gran variedad de maquilaje, los zapatos estaban tirados por toda la habitación, y Helen y Nath sonreían como angelitas, como si no supiera que fueron ellas las causantes de este desorden.

—Que conste que todo esto lo van a arreglar ustedes —amenazo—. Si ustedes me obligan a ir a esa fiesta, yo también puedo obligarlas a limpiar mi habitación ¿eh? La quiero impecable para cuando vuelva.

—Si, si —se apresuró mi hermana—. Ahora ponte esto, sin protestas.

Como si tuviera ganas para aunque sea quejarme, sólo quiero quedarme en la cama y no volver a salir de allí hasta que se acabe el año escolar, despertarme con todas las materias aprobadas y sólo tener que ir a la graduación.

Vi lo que me había dado y era una falda coja con tul, una camisa negra manga larga caída en los hombros y unas mallas.

Volví a entrar al baño a ponerme la ropa, la verdad me gustaba como me veía, no sé o que querrán hacer conmigo, pero solo por hoy van a poder hacerme lo que quieran.

—Sé que no te gustan los maquillajes extravagantes —dijo Helen apenas salí del baño—, pero para que deslumbres te tenemos que hacer un gran maquillaje. Tú solo recuerda que es tu última fiesta de Halloween estando en el instituto.

—Y que estás en buenas manos —le siguió Nath.

Asentí y me senté donde me indicaba, mi hermana empezó a desenredar mi cabello —imagino que para luego alisarlo—, y Helen a echarme cremas hidratantes en el rostro.

—Vas a quedar divina —dijo mi hermana para luego decir las dos— Te lo aseguramos.

Lo sabía, eran las mejores en todo lo que tenía que ver con la moda, preferí no decir nada, si me movía aunque sea un centímetro podía dañar eñ trabajo de alguna.

Y así siguieron arreglándome, hablaban sin parar, de la universidad, de fiestas, de películas, no sé ni cuando dejaron de hablar porque perdí el hilo de la conversación como a la media hora de estar aquí sentada. Volví a mí cuando Nath me jaló un mechón de cabello.

—¿Y entonces? ¿No piensas verte nunca?

—Lo siento, no estaba pendiente de nada.

—Pues tendrás que estar pendiente de esto y darnos tu opinión, ¿cómo quedaste?

Wow ¿esa chica soy yo?

Pues claro que eres tú, muchacha ridícula, ni que fuera otra persona que estás viendo en tu cuerpo.

O mejor, tú estás atrás sólo voltéate.

Ay por favor conciencia, no es momento para tus chistes malos.

Ahora, volviendo al mundo real, me habían arreglado espectacular, me sacaron las cejas, delinearon los ojos y echaron sombra y escarcha roja por los párpados y el contorno de la cara y el cuello, también tenía los labios de un color rojo intenso, que sin lugar a dudas llamaría mucho la atención. Tenía el cabello liso.

—Dios mío, estoy hermosa —susurré—. ¿En serio no me hicieron ningún hechizo ni nada para cambiarme?




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