El Llamado de la Sangre

Capítulo 44

Narrador omnisciente.

Romeville ha sido testigo de muchos acontecimientos buenos pero también otros atroces.

En este momento está a punto de presenciar un hecho que para algunos podría significar una gran traición pero, sin ninguna duda, ayudaría a una persona que sólo ha sido víctima de las decisiones de personas ambiciosas y sin sentimientos.

—Venga Nathalie, debe estar aquí —se animaba—, no creo que mamá haya escondido sus diarios si nunca he entrado aquí, no veo por qué hacerlo. 

Nathalie Adams era en extremo noble, tanto así, que era capaz de robar los diarios de su madre por un hechizo que pudiera ayudar a su hermana adoptiva a recuperar su memoria, aunque esto la pudiera llevar a un brutal castigo que no quería ni imaginar o incluso a la muerte. Ella había logrado darse cuenta de lo inhumanos que eran sus padres y su ex novio, y no precisamente por ser brujos, si no por lo descabellados y graves que eran sus acciones; ahora que ya no tenía una venda en los ojos podía verlos como lo que eran, unos criminales.

Buscaba desesperada entre todos los libros que tenía su madre escondiendo lo que en realidad importaba, no eran ese montón de novelas las que de verdad tenían un valor, si no los grandes diarios escondidos entre estas que contenían hechizos de magia blanca y negra escrita por sus antepasados en códigos que un mundano no podría descifrar, esto debido a que para que fuera comprensible para la persona debían recitar un hechizo que solo los brujos legítimos de esta familia conocían.

—Diosa Hécate, madre mía, ayúdame a encontrar esos libros para ayudar a mi hermana —imploraba—. Juro que no quiero hacer ningún daño, solo quiero que Samantha al fin sea feliz, ¿ayúdame sí?

Y como si la hubiese escuchado unos libros casi al final de la estantería llamaron su atención, como si la llamaran. Tres libros de aproximadamente 800 páginas muy desgastadas estaban frente a ella, la reliquia familiar de los Adams, cualquier brujo común quisiera tener en sus manos esta fuente de sabiduría que sí, puede ayudar a hacer el bien, pero si cae en las manos equivocadas el mundo arderá.

Se apresuró a tomarlos en sus manos y le daba gracias a la Diosa Hécate que, como siempre, no la defrauda; sin embargo, cuando estaba a punto de escapar de la habitación algo la hizo retroceder.

—Hay que irnos preparando —y sí, esa era su madre—, no sabemos cuándo podrá ocurrir.

—Mierda —susurró— no me pueden ver aquí, mucho menos con estos libros. 

Pidiéndole ayuda de nuevo a la única persona o entidad que podría ayudarla en ese momento, la Diosa Hécate, buscaba la manera de poder salir de allí y, justo en ese momento, recordó uno de los últimos hechizos que estuvo enseñándole a Oriana y rápidamente lo recitó hasta que estuvo casi segura de que ya lo había logrado. Este embrujo lograba que tanto ella como lo que tuviera en ese momento fuera invisible, suplicaba que hubiese surtido efecto y, lentamente empezó a caminar hacia la puerta, viendo a sus padres hablando entre los estantes sobre algo que parecía importante pero que aún así no le prestó la atención que debía.

Quizás esa información le serviría más tarde.

Salió sigilosamente de la habitación sin hacer prácticamente ningún ruido, cruzó los pasillos y finalmente la sala para al fin llegar a la puerta principal, pensó por un segundo si podría volver a ser vista por todos pero decidió seguir así hasta llegar a un sitio seguro, lo más cerca posible de la casa de su mate, sólo en ese momento estaría segura de que no correría peligro al cargar con esos manuscritos.

Lo más seguro es que no pasarán tres días cuando ya se habrán dado cuenta de que los tomé.

Y tenía toda la razón.

***

Mientras Nathalie Adams estaba en aprietos, su mate, Samuel Salvatore, estaba haciendo todo lo que tenía a su alcance para que Samantha volviera a tener su apellido y, si ya había pasado por tanto para conseguirla, no importaba solo hacer unos trámites más para demostrar ante la ley que Oriana Adams nunca existió, en realidad siempre ha sido Samantha Salvatore.

Para lograr su misión, Salvatore había contactado por segunda vez al abogado de la manada en la que ahora vivía, la manada de los Harrison. Era el mismo abogado que logró cambiarle el nombre y que no hubiera muchos problemas al buscar un trabajo en la ciudad, conocía su historia así que ya no tenía que ahondar mucho en el tema.

—Samuel, esto no es tema de un día —empezó el abogado—, hay que presentar pruebas ante un juzgado, y los humanos no van a creer que una  corazonada les dice que son hermanos, hay que hacer pruebas de ADN, mostrar fotos de cuando eran pequeños y probablemente abrir un juicio contra los responsables, que en este caso sería Michael Biayer, no como creador intelectual sino como la persona que llevó a cabo este delito —suspiró, sabiendo todo lo que venía—. No va a ser nada fácil.

—Carter, no me importa hacer un juicio ahora contra él, sólo necesito que mi hermana vuelva a tener mi apellido y tener su tutela, debemos volver a Italia lo más pronto posible.

El jurisconsulto suspiró mordiéndose la lengua para no empezar una disputa en este momento que no llevaría a nada, se calmó unos segundos y volvió a ver a Samuel Salvatore, señalándole que podía seguir explicando qué necesitaba.

—Planeo volver a tomar el cargo de alfa de Nocturnal Shadows, ahora que al fin conseguí a mi hermana ya no tengo que seguir siendo un nómada, no me lo puedo permitir ahora que al fin tengo una familia.

Y lo entendía, los licántropos al dejar su manada o ser expulsados se convertían en omegas, Samuel se convirtió en uno voluntariamente al dejar su lugar en la manada por buscar a su hermana que era el único familiar que podía quedarle vivo si es que los brujos en aquel momento no llegaban a matarla; dejó gran parte de su vida, sus recuerdos y un pedazo de su corazón quedó allí, en ese pueblito de Italia que fue su hogar durante sus primeros años de vida y, siendo un adulto, todavía sentía que ese era su lugar. Samuel duró muchos años yendo de un lugar a otro buscándola, visitando brujos que podían ayudarlo en su travesía, hasta que dio con uno que le dio una pista, o al menos le dijo a donde tenía que ir con indirectas.




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