Samuel.
Corro a mi casa, allí ya deben estar los Harrison, quienes han estado pendientes de nuestra situación desde lo que pasó. Luke ha pasado las últimas horas llorando y sus padres han estado preocupados por su estado, sin duda no quiero imaginar lo que está pasando y, aunque también estoy afectado, él debe estar pasándolo mucho peor.
Cuando llego lo primero que veo es a mi mate sentada en las escaleras de entrada, decaída, me acerco mucho más rápido a ella atrayéndola a mi cuerpo, dándole las fuerzas que sé le faltan; beso su coronilla y sin quererlo una lágrima rueda por mi mejilla, me apresuro en quitarla antes de que se de cuenta.
—No aguanto estar allí adentro, los recuerdos pueden conmigo, es demasiado para mí —dice y suelta a llorar aferrada a mí cuerpo, sus sollozos me lastiman y mi corazón se desgarra—, es mi hermanita, Samuel, no puedo verla así.
—Podemos con esto, amor, vamos a superarlo juntos.
—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? ¿No te duele verla así? —las lágrimas que corren por mi cara le dan una respuesta, toma mis mejillas y limpia las lágrimas que siguen corriendo— Era tan pequeña para sufrir tanto, ella no lo merecía.
—Mejor entremos, nos deben estar esperando.
Asiente y me toma de la mano, siguiendo mi paso.
—Buenas tardes, señores Harrison, gracias por estar aquí.
—No podíamos hacer menos, Samuel, tu hermana era la futura luna de esta manada y es nuestro deber estar aquí acompañándolos en este momento tan difícil e importante para todos —respondió el señor Richard con lástima en sus ojos, agradezco brevemente.
—Espero que no les moleste nuestra presencia, comprendemos que quieran estar solos en un momento tan íntimo y nosotros estemos siendo inoportunos e imprudentes al estar aquí —agregó su esposa, Marina Harrison—, no lo hacemos con ninguna mala intención.
—No se preocupen, ustedes son parte de esta pequeña familia ahora.
Luego de sentarnos y un largo silencio incómodo, el alfa toma la iniciativa y habla.
—Ya se habrán dado cuenta de que corren peligro aquí, no sabemos que tan confiables sean los brujos del aquelarre, discúlpame Nathalie pero sabes que tengo razón —mi mate asiente, comprendiendo, y permite que él siga—, tampoco sabemos si Michael va a poder escaparse y seguro va a venir a buscarlos aquí, no queremos que les pase algo peor, es suficiente con esto.
—¿Qué propone, alfa?
—Tengo un jet, está a su disposición y pueden ir al destino que quieran, pero que estén seguros, eso es lo primordial ahora —hace una breve pausa—, les vendrá bien un nuevo ambiente, donde Michael no llegue fácilmente.
Observo un momento a Nathalie y decido pensarlo un poco antes de darle una respuesta definitiva y, aunque ya la tengo, debo discutirlo primero con mi mate y convencerla de que acepte.
—Lo pensaremos, mañana tendrá una respuesta pero, como sabrá, debemos discutirlo como familia.
—Comprendo, Samuel, tranquilo, no se apresuren —le lanzó una mirada a su esposa y volvió la vista a nosotros—. Supongo que ya es hora de irnos, nuestro hijo no puede estar tanto tiempo solo, temo que haga una locura.
Luego de una corta despedida y que salieran rumbo a su casa, volteo a ver a Nathalie, quien me mira como si supiera desde hace mucho qué era lo que pensaba.
—Supongo que ya tienes una respuesta a lo que dijo el alfa —asiento incómodo, no estoy seguro de que ella quiera—, y ese lugar es Italia ¿o me equivoco?
Niego levemente y la interrumpo.
—Es lo mejor, es mi territorio y, aunque esté siendo dirigido por otra persona en este momento, volverá a la familia; sólo tienes que aceptar, te prometo que no te pasará nada y empezaremos de cero, como si nada malo hubiera pasado, amor.
—Tranquilo, pulgoso, estoy de acuerdo, de todos modos no hay un lugar más seguro. Dudo que Michael piense si quiera que volvimos al lugar en que tanto daño les hizo —me miró con tristeza—, es momento de volver y afrontar a los fantasmas del pasado.
***
—Ya tenemos un destino, alfa, y también está todo listo para partir, solo espero su confirmación para irnos de aquí —hablo por teléfono—; volveremos a Italia, ese siempre ha sido nuestro hogar y llegó el momento de volver.
—Estoy de acuerdo Samuel, daré la orden de que alisten el jet, espero que en Italia tengan mejor suerte que aquí y vuelvan pronto —carraspeó—. Nos vemos a las 11 a.m. en la pista de aterrizaje, estará todo listo para su partida.
—Perfecto, muchísimas gracias, alfa.
Cuelgo el teléfono y volteó a ver a mi mate que acaba de entrar al despacho, cansada.
—No me deja acercarme, el campo de fuerza que creó solo puedes atravesarlo tú.
Y así hemos estado las últimas 48 horas, nadie puede acercarse a mi hermana más que yo, como si sólo confiara en mí. Después de crear esa onda expansiva cayó al suelo inconsciente y entró en una especie de coma, sin embargo, su cuerpo creó una especie de barrera para que nadie se le acercara, para poder pasar debo hablar un momento con ella, asegurándole que solo soy yo y, cuando ella está completamente segura me deja pasar.
He estado alimentándola con sueros por vía intravenosa, aprendí a colocarlo en uno de los tantos cursos que hice antes de llegar a Romeville, gracias a eso mi hermana no se ha descompensado hasta este momento.
Paso por su lado no sin antes darle un ligero beso en la frente y me dirijo a la habitación de Samantha, lugar donde se encuentra hasta ahora y, cuando ya estoy allí le hablo.
—Ya volví, es hora de alimentarte y también te contaré lo que ha estado pasando las últimas horas, seguro querrás saberlo, sólo será un rato y prometo no molestarte mucho, déjame entrar ¿sí?
Y así seguí durante un rato hasta que, al fin, abrió un poco la puerta de su habitación. Apenas entré la puerta se cerró de golpe, asustándome, ella está levitando sobre su cama, con los ojos cerrados ligeramente, como si sólo estuviera en un profundo sueño, su cabello brillaba y flotaba en el aire, su cara estaba adornada por unas profundas ojeras bajo sus ojos y los labios los tenía resecos; palpé sus mejillas con cariño y cambié el suero por el nuevo que traje conmigo.
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Editado: 30.10.2022