Cerré los ojos y escuché el llamado de la Tierra, estrepitoso y angustiante.
La naturaleza manifestaba su horrible preocupación, algo aterrador estaba a punto de ocurrir.
El cielo se estremecía observandonos desde arriba, desde la punta más alta del triángulo, desde donde todo lo ve... pasado, presente y futuro.
Sin embargo, los humanos duermen tranquilos con su bello antifaz en los ojos privandose de la luz del sol, y disfrutan de los días lluviosos, los emociona el llorar de la vida.
No podemos juzgar su falta de empatía para con el mundo y, por ende, para consigo mismos, porque es en verdad una falta de consciencia... Y cuan peligroso puede llegar a ser el no darse cuenta de lo que anda mal, el no llegar a ver a tiempo la imponente realidad.
Fue entonces que después de tantas desesperadas súplicas, desperté y sentí la necesidad de acudir. Respondí al llamado de la Tierra y, como la energía que soy y que todos somos, fluí dejándome llevar por la corriente del tiempo. Sus aguas me portaron lejos, alguien algo me quería mostrar.
Abrí los ojos el 25 de noviembre del 2050. Y ya no estaba en ese río de tiempo, ya no estaba en la Tierra... o al menos no parecía estar en ella.
En mi opinión, me encontraba dentro de una computadora programada, con gráficos geométricos, fríos y abstractos. Dentro de una ciudad de plástico, artificial.
El pavimento gris lo ocupaba todo, no había pasto casi. Árboles sólo ficticios a un lado de cada casa, como si sólo fueran decoración de ambiente... las casas parecían cajas fuertes metalizadas una al lado de la otra en perfecta simetría. Todo lucía ordenado, rígido y claro. ¿Dónde están la imperfección y libertad que nos hacen sentir tan vivos?
Esa pregunta se me fue contestada apenas unos minutos después, al ver salir de una de aquellas tristes y duras casas a dos humanoides robotizados... No hay vida.
Sorprendida, entristecida y espantada, comencé a recorrer todo el lugar con desespero. Me topé con parques de mentira, animales de mentira, ríos de mentira, personas de mentira... Todo ese mundo era una mentira, porque allí no había vida.
Parecían haber querido reinventar el planeta con plástico, metal y cables... porque ya nada existía. Se quedaron sin bosques, sin materiales naturales, sin comida, y entonces sintieron la necesidad de volver al inicio recreando el planeta con la ayuda del imponente y descomunal avance tecnológico.
Grandes edificios llenos de personas robotizadas me miraban desde las alturas y causaban temor.
Todo ese frío que abundaba en el mundo me abrazó, y mis ojos no podían contenerse más a expresar mi sensación.
De repente, un hombre de traje que venía detrás acompañado por una niña pequeña, pechó mi hombro. Me voltié enseguida, pero ellos siguieron caminando en línea recta, erguidos con la cabeza en alto.
Me decidí por acercarme a una mujer que estaba sentada en un banco virtual, cosa que llamó mucho mi atención. La miré, me miró, pero sus pupilas no brillaban...
-Hola, me llamo Raiza. -le sonreí con tristeza y un nudo en la garganta.
-Soy Iris, placer en conocerte. -tardó en mostrar los dientes con expresiones cuadradas.
-¿Dónde están los humanos? -pregunté expectante, al ver que Iris tenía cierta capacidad de consciencia y respuesta.
-¡Aquí, nosotros somos los humanos! -exclamó alegre, y mi mirada decayó.
Quise saber entonces quien manejaba a éstos robots, alguien humano debía haber tras su creación. Así que indagué.
-¿Quién es tu creador? ¿A quién obedeces? -a lo que Iris, aún con su sonrisa robótica y mostrando sus dientes de acrílico respondió...
- No tenemos creador, somos los últimos de ésta era. Si alguien entrelazó los cables dentro de mí para darme una cierta vida, ya no existe. -bajó la mirada por unos segundos y la volvió a mi. - Las bombas lo destruyeron todo. El mundo estaba progresando, apareció la tecnología cada vez más comprometida en darnos soluciones sólidas, electrónicas. Crearon, destruyeron y crearon infinidad de veces, hasta que un día todo estalló en el norte. Estamos solos. Programados y solos. La tecnología y la electrónica fuera de control acabaron con la vida en la Tierra...Y quedamos nosotros, el intento de una réplica.
Nosotros somos los robotizados, mitad máquinas mitad humanos, somos la triste nostalgia... la nostalgia de la vida en la Tierra.
La computadora humana de nombre Iris terminó de hablar, y una lágrima de tristeza mezclada con angustia y sensibilidad se escurrió por mis mejillas.
Mi lágrima, que aún contenía vida, cayó sobre el césped artificial de ese mundo virtual... Y con el corazón colmado de ilusiones y muchas muchas esperanzas, el mundo, en ese mismo lugar, vió una semilla germinar.
La vida es un precioso talismán que debemos cuidar, que nos regala el sentir, el ser y el respirar.