El llamado de Naín

3

Ese grito de auxilio sonaba demasiado apremiante, Naín habría preferido mantener su mirada en su objetivo, pero no estaba en su naturaleza abandonar a ninguno de sus hombres, y menos en situaciones críticas.

Los dos se dieron vuelta instantáneamente, ahora apuntado al nuevo intruso. Era Aczib y se veía asustado, su respiración era agitada, como si hubiera recorrido un larguísimo maratón.

Naín volvió su mirada de nuevo a la sombra misteriosa, dispuesto a dispararle en una pierna por si intentaba huir con la distracción,  pero cuando volteo ya se había ido, en cuestión de milésimas de segundo, la sombra desapareció.

— ¡Maldición!—dijo Amitai mientras se acercaba amenazadoramente a Aczib— ¡Aczib ¿qué rayos te pasa? pude haberte metido una bala entre los ojos!  

— ¡Se trata de Ben señor!—dijo Aczib mirando a Naín e ignorando las amenazas de Amitai.

— ¿Qué ha pasado?—preguntó Naín preocupado.

—Cayó por la barranca, Andrés apareció de la nada y lo empujó.

“¿Andrés?” se preguntó Naín. Eso quería decir que la silueta que acababa de ver no pertenecía a Andrés, pero si no era de él… ¿entonces de quién?

Empujó ese pensamiento a un lado en su mente, por ahora, su hermano estaba en problemas y no había cabida para nada más. En cuanto Aczib interpretó la mirada de Naín, se echó a correr con él pegado a los talones, indicándole el camino.

Mientras corría, Naín comenzaba a cuestionarse si realmente había un error; no podía confiar plenamente en una suposición hecha en su cabeza pero ¿Cómo podía Ben ser arrojado por un costal de huesos como Andrés por una barranca? No era razonable, sin embargo poco a poco comenzó a asustarse de que no fuera un error y su hermano realmente estuviera gravemente herido. Si así fuera, todo sería culpa suya; por haberlo llevado hasta ahí y peor aún, haberlo descuidado, dejándolo solo con un novato que poco o nada podía hacer para ayudar. 

El aire helado cortaba sus mejillas y ya ni hablar de la nula sensibilidad que tenía en sus dedos de manos y pies, pero se esforzó al máximo para que sus piernas corrieran más rápido de lo que nunca lo hubieran hecho. Tan rápido corrió Naín que muy pronto dejó a los otros dos muy atrás y es que su mente le recitaba una larga lista de consecuencias por caer desde un precipicio y ninguna era en absoluto agradable. “Ya basta” se regañó a sí mismo “mejor piensa en algo que ayude”.

— ¡La barranca Naín!—gritó Amitai al ver que Naín no disminuía su velocidad.

Naín derrapó muy cerca de la orilla y quedó con los pies colgando sobre el vacío. Sus negativos pensamientos y la densa neblina contribuyeron a ignorar por completo la barranca que se extendía frente a él, pero afortunadamente el aviso de Amitai llegó a tiempo.

Amitai y Aczib llegaron unos segundos después y ayudaron a Naín a levantarse y a alejarse de la orilla. 

—Necesitamos bajar—dijo Naín— ¿Dónde están las cuerdas y los arneses?

—En el gret señor—respondió Amitai.

—Muy bien, Aczib ve por ellas rápido. El gret no debe estar a más de doscientos metros de aquí y comunícate con el equipo rojo, infórmales de la situación.

— ¡Sí señor!

—Amitai ayúdame a buscar cualquier señal de Ben.

Comenzaron a caminar cerca del barranco buscando huellas o cualquier cosa que pudiera indicarles la ubicación de Ben. Naín caminaba en completo silencio, no sólo forzaba a sus ojos a encontrar pistas, también sus oídos estaban atentos a cualquier señal de vida que pudiera percibir. En su mente albergaba la idea de que él estaba bien y que pronto aparecería haciendo una de sus acostumbradas bromas.

Decidió buscar por su cuenta, apartado de Amitai, así el crujir de la nieve bajo sus botas no lo distraería de su principal tarea. Transcurrieron los minutos y no había ni la más mínima señal de Ben, Naín comenzaba a temblar y no necesariamente de frio. Unos metros más adelante encontró huellas en la nieve, eran más bien unos borrones, señales de que anteriormente había ocurrido una pelea. Se quedó cerca, siguiendo el curso de las huellas hasta que llegó al borde del barranco. Se arrodilló y observó con cuidado hacia abajo. Nada se veía, excepto niebla por todos lados, estaba pensando en ir a buscar a Amitai para que le ayudara a bajar pero luego creyó escuchar algo, se detuvo en seco y se obligó a respirar más despacio para no perder la pista que acababa de encontrar. Primero escuchó un leve y muy sutil gemido, pero para su mala suerte no lo volvió a escuchar. Llegó a pensar que en su desesperación su mente le había hecho una jugarreta y se levantó para reanudar su marcha, pero segundos después el gemido se repitió y esta vez era más claro, ya no tenía ninguna duda, había encontrado a su hermano.




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