El llamado de Naín

6

El pesado sentimiento por la muerte de Ben se había apoderado de los corazones de todos los soldados, Ben había sido un gran amigo para todos durante cada uno de sus días de servicio. Ahora los jóvenes militares caminaban con la cabeza gacha y arrastrando los pies mientras transportaban a su compañero caído.

Se subieron al gret en silencio y así siguieron todo el camino, ahora sin niebla alrededor cada quién se dedicaba a mirar por su ventana, indiferentes ante el hermoso paisaje que se extendía a ambos lados del gret. Las imponentes montañas nevadas se teñían del naranja propio del atardecer. De haberse tratado de otras circunstancias, probablemente habrían sacado sus móviles para tomar unas cuantas fotos de lo que sus ojos apreciaban en esos momentos, pero en realidad, para ellos, todo se veía gris e insípido.

Naín en cambio se olvidaba del paisaje. Sus pensamientos estaban en su hermano, una parte de él le decía que no estaba muerto, que quién iba en la parte de atrás era alguien más; pero luego recordaba cómo sus ojos se habían apagado y lo que le había dicho antes de morir y entonces regresaba a la realidad. Pensaba también en Sara ¿cómo tomaría la noticia? ¿Sería riesgoso decírselo cuando estaba tan cerca de dar a luz? Cerró los ojos con fuerza para contener las lágrimas que deseaban salir, al menos había atrapado al sinvergüenza responsable de su muerte, lo miró por el espejo retrovisor, seguía inconsciente, tenía el cabello revuelto y grasoso, su ropa estaba hecha jirones y su larga barba lo hacía parecerse más al vagabundo que seguido les pedía comida fuera del cuartel. Le sorprendía que hubiera podido mantenerse en pie tanto tiempo, seguramente estaría deshidratado y hambriento luego de pasar una semana huyendo de ellos. “Espero que hayas sufrido mucho” Pensó Naín “aprovecha mientras estas inconsciente porque una vez que despiertes te haré pasar un infierno”

— ¿Cuánto falta para llegar?—La pregunta de Aczib regresó a Naín a la realidad.

—Como hora y cuarto—respondió Amitai.

—Ay no, tengo muchísima hambre.

Todos los soldados conocían a Naín y a su hermano, y por lo mismo guardaban silencio ante su pérdida; pero Aczib era un novato inexperto que no conocía ni a Naín ni a Ben, además de que contaba con muy poco o nulo sentido común, lo cual en ocasiones exasperaba a sus compañeros y ésta era una de esas ocasiones.

—Me gustaría saber si ésta sucia rata trae algo en sus bolsillos—continuó Aczib esculcando a Andrés—mmm nop, no trae nada. No es más que un saco de huesos. Señor ¿cree que podríamos detenernos en el siguiente restaurant para cenar algo?

—Aczib, asqueroso gusano, será mejor para ti que cierres la boca—dijo Amitai exasperado por la inconciencia del novato—. No quiero escucharte decir ni una palabra más o te aseguro que me encargaré que lo único que comas el resto de tus días sean mis desperdicios ¿has entendido?

Aczib no estaba muy seguro de que Amitai fuera capaz de hacer algo así, pero tampoco quería averiguarlo.

—Sí señor—respondió irritado por su segunda reprimenda del día.

Naín sabía que Amitai había regañado a Aczib tan severamente porque quería darle su espacio, que pensara en todo lo que había sucedido y asimilara su más reciente pérdida y él estaba agradecido por eso. Cuando cosas así sucedían, lo mejor para Naín era no hablar de ellas hasta que estuviera listo y probablemente no estaría listo para hablar de eso en mucho, mucho tiempo.

Un par de horas después llegaron al cuartel. Un equipo de forenses ya los esperaba para hacerse cargo del cuerpo de Ben.

Bajaron el cuerpo con mucho cuidado mientras Naín observaba todo en silencio, aún tenía muchísimas ganas de llorar; pero si se contenía, era sólo porque no quería hacerlo delante de todos. Darcón le había enseñado que es de un buen líder el saber controlar sus emociones y no quería decepcionar a su mentor, aunque pensaba que ya lo habría decepcionado lo suficiente con la pérdida de Ben. No sabía cómo haría para decírselo, pues lo amaba igual que a un hijo suyo y sin duda le dolería saber que ya no estaba más con ellos.

No obstante, Naín no tuvo que recurrir a las palabras para darle a Darcón la mala noticia; él también estaba ahí, mirando cómo metían a su amado hijastro en una bolsa para cadáveres; seguramente alguien lo había informado del accidente en la montaña cuando llamaron por ayuda.

Observaba fijamente a todos y cada uno de los forenses, seguramente con las ganas de gritarles que se detuvieran, que Ben no estaba muerto; pero no había manera de saber lo que estaba pensando, pues su mirada era inescrutable; y con esos mismos ojos, observó Naín desde el otro lado del estacionamiento. Habría dado lo que fuera por saber lo que esa mirada significaba ¿Estaría enojado, decepcionado, triste, frustrado? En ese momento Naín no lo supo. Darcón simplemente se dio la media vuelta y se fue.




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