El llamado de Naín

8

Aún estaba un tanto aturdido por el sueño que acababa de tener. Prefirió quedarse acostado unos segundos más, mientras su mente se aclaraba. Frotó sus ojos y suspiró, aún tenía el uniforme puesto y la cama estaba perfectamente tendida debajo de él, todo estaba en silencio, excepto por el canto de algunos pájaros en el exterior y el paso marcial de los soldados que ya habían salido a cumplir con su rutina de entrenamiento.

Ese día de domingo particularmente, era su día de descanso así que no tenía ninguna prisa por levantarse; sin embargo recordó que tenía cosas importantes que hacer, empezando por la visita a Sara y el arreglo de los papeles del arresto de Andrés.

Se sentó en la orilla de la cama con los codos sobre las rodillas y parpadeó fuerte para sacar el sueño de sus ojos. Quiso darse un buen baño antes de salir a cumplir con sus responsabilidades, así que caminó lento hacia la regadera con ropa limpia en las manos. El agua tibia caía sobre su espalda dándole un merecido masaje. Fue imposible evitar que su reciente sueño saltara en su mente dando vueltas y vueltas, había tanto misterio en él que aunque se esforzó por dejar de pensar en eso, no pudo; la profunda culpa que sentía lo había hecho soñar con la muerte de la hija de Ben. “No, eso no pasará” pensaba “Sara es una mujer fuerte”. Y por supuesto que pensaba en lo que Ben se había esforzado en decirle.

—Que tonto soy—Se dijo a sí mismo en un susurro—. Fue solo un sueño, él en realidad no quiso decirme nada—Y luego añadió con tristeza—. Él está muerto.

Recargó sus manos y frente en la pared mientras dejaba que el agua lo relajara, trató de convencerse de que definitivamente había sido un sueño y funcionó, porque el resto del día no volvió a pensar en eso.

Normalmente en sus días de descanso se hubiera puesto ropa común y corriente, pero dado que tendría que cumplir con asuntos oficiales esa mañana, fue directo a su armario y sacó su traje de gala. Eran unos pantalones de vestir negros, una camisa impecablemente blanca al igual que los guantes y un saco negro de cuello alto, lleno medallas y condecoraciones, con cuatro estrellas en cada una de las hombreras, lo que daba a entender que Naín era un reconocido siftán, el penúltimo nivel de mando en el ejército.

Salió de su departamento con su gorra bajo el brazo y caminó directo hacia la oficina central, donde arreglaría primero los papeles del arresto de Andrés y luego saldría hacia la casa de Sara.

— ¡Wow! Señor—dijo la señorita de la recepción cuando lo vio entrar – ¿Dónde será la fiesta?

—Rut, buenos días—contestó Naín—. Quisiera que fuera por motivo de fiesta que me puse este traje, pero en realidad voy a visitar a la viuda de Ben.

— ¿Viuda? Oh como lo siento por usted señor, pero todos estamos orgullosos del trabajo de Ben.

—Ben es, era, uno de los mejores soldados que jamás haya conocido, su muerte representa una gran pérdida para todo el batallón en especial para mí, tú sabes, pero no será en vano, te lo aseguro.

—De eso estoy segura, pero ¿cómo está usted señor? No debe ser sencillo perder a un hermano, sabe si usted algún día quiere hablar yo podría…

—No sea indiscreta Rut—La reprendió Naín—. Cada quién tiene un superior con el cual hablar. Ahora dígame, donde están los papeles del arresto de Andrés.

Rut se sintió avergonzada, ella creía que el siftán tenía algún tipo de interés en ella. La saludaba todos los días y era muy amable, lo que no hacía con muchas otras mujeres, al menos desde su punto de vista; por eso se había sentido tan confiada de ofrecerle ese tipo de ayuda. Además no podía dejar de admitir que sentía un poco de atracción por él. Pues el  siftán era muy apuesto, la mayoría de las mujeres del ejército se derretían por él, pero, o no se daba cuenta o no le importaba porque hasta ese entonces él se mantenía siendo un soltero codiciado y parecía ser feliz así.

—Aquí los tengo señor—respondió decepcionada.

Le mostró una carpeta llena de papeles escritos por ambos lados que Naín debía firmar.

—Bien—dijo Naín una vez que hubo firmado todos los papeles— ¿Sabe si ya despertó?

La indiferencia de Naín ante los sentimientos de Rut, eran casi ofensivos.

—No hemos recibido ningún informe, pero el ortán Darcón quiere verlo en cuanto le sea posible.




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