El llamado de Naín

17

Esa llamada de atención cortó con todo el ruido que había en la sala, y puso a todos los militares en posición de firmes para recibir al ortán Darcón.

—Qué extraño—comentó Amitai a Naín en un susurro—, el ortán jamás viene a la zahúrda. Debe venir por algo realmente importante.

Naín asintió con la cabeza al comentario de Amitai, no podía contar a más de dos las ocasiones en las que el ortán había aparecido en la zahúrda, y en ninguna había sucedido algo bueno, además estaba el hecho de que dos guardias de la prisión lo escoltaban.

—Descansen—dijo el ortán.

Todos adoptaron una posición de descanso en la sala mientras el ortán caminaba directo hacia Naín, que no pudo evitar sentirse nervioso bajo la mirada preocupada y severa de su mentor, esa era la mirada que según la experiencia de Naín anunciaba las malas noticias.

—Hijo, necesito hablar contigo—dijo—; en privado.

Naín lo siguió fuera de la sala por el pasillo que conducía hacia los dormitorios con los dos guardias pisándole los talones.

El ortán se detuvo justo a la mitad del pasillo y Naín lo imitó.

—Caballeros hagan el favor de dejarme un rato a solas con él por favor—El tono de voz del ortán estaba cargado de fastidio.

Lo guardias lo miraron molestos pero no se atrevieron a desobedecer y se alejaron algunos metros.

—Naín, tienes que decirme una cosa—dijo sujetándolo con fuerza por los hombros— ¿ayer fuiste a ver a Andrés al hospital?

Casi había olvidado por completo su visita al hospital y el encuentro con Andrés.

—Sí señor.

—Me temo, que eso significa que estás en problemas.

Naín frunció el ceño, claramente confundido. No entendía como su visita podía significar problemas, él no había quebrantado ninguna regla, ni mucho menos, así que simplemente guardó silencio esperando a que el ortán continuara.

—Andrés murió a las pocas horas después de que te marcharas ayer. Al parecer alguien lo envenenó por medio del respirador que lo mantenía con vida. Tú eres el principal sospechoso ya que estabas ahí cuando todo se puso mal y… tus huellas se encontraron en el respirador.

Quizá como broma hubiera estado bien, sin embargo la cara del ortán era dura como piedra, y no era de los que solían bromear con sus soldados.

—No, no pueden tomar esa teoría en serio—repuso Naín—. Quiero decir, es cierto que fui a verlo ayer; pero cuando yo llegué él ya estaba mal, no estuve ahí más de un minuto, además si mis huellas estaban en el respirador es porque yo intenté ponerle de nuevo la mascarilla.

—Lo sé, lo sé. Pero ellos creen que querías vengarte de él por la muerte de tu hermano.

—En eso tienen razón, pero no soy tonto. Si hubiera querido matarlo habría ideado un plan más astuto.

—Desafortunadamente ese no será un argumento válido para las autoridades. Las personas suelen ser irracionales cuando pierden a un ser querido.

—Pero yo no. Considero que fue muy fácil para Andrés simplemente morir tranquilo en una cama de hospital, no es justo para mi hermano ni para ninguna de las familias que perdieron a un ser querido por culpa de él.

—Naín escúchame, intento solucionar esto, créeme, pero tenemos un sistema de leyes muy complicado. No te resistas ahora, haz lo que te digo y simplemente sigue la corriente, confía en mi ¿alguna vez he dejado que algo malo te pase?

— ¡No!—Naín había perdido la paciencia y lo dos guardias hicieron ademan de acercarse, pero el ortán los detuvo con un movimiento de su mano— ¡Me enviarán a prisión a mi cuando el criminal era él! ¿Qué clase de sistema hace eso?

—El nuestro, y ha  mantenido el orden hasta ahora—El ortán había tomado una postura aún más rígida ante la actitud desafiante de Naín.

— ¡Pues el sistema se equivoca!—Los guardias no esperaron más y se acercaron para esposar a Naín y esta vez el ortán no los detuvo.

—Siempre he confiado en ti Naín, no me decepciones.

Naín miró al ortán por un largo rato mientras los guardias le arrancaban sus placas del cuello. Él jamás pensaría en decepcionar al hombre que veló por su bien durante casi toda su vida, pero debía admitir, que jamás le había pedido hacer algo como lo que ahora le pedía. Era totalmente injustificado. Además de sufrir la muerte de su hermano, ahora debía ir a la cárcel en lugar de los verdaderos culpables, y eso no lo dejaba nada contento. No obstante, caminó delante de los guardias con un espíritu inquebrantable. 




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