El llamado de Naín

29

Dejó pasar unos segundos antes de animarse a abrir los ojos. Esperaba aparecer de nuevo dentro de la sala con paredes blancas; pero en lugar de eso se encontró rodeado por decenas de ojos que lo miraban con odio. Todos eran ixthus que vestían sus trajes y extrañas armaduras de fuego; Naín sentía cómo sus miradas lo taladraban en lo profundo, pero no se dejó intimidar y luego apareció Lael abriéndose paso entre la multitud.

— ¡Volviste!—dijo sonriendo.

—Tengo preguntas—contestó Naín serio.

—Ya lo creo. Sígueme, por aquí.

Naín siguió a Lael consiente que las miradas seguían siendo hostiles a sus espaldas. Caminaron por un sendero que conducía a una loma, desde donde se podía ver todo el campo que ocupaban los ixthus.

—Discúlpalos—Le pidió Lael—, todos te conocemos por aquí, y no por buena fama como comprenderás.

—No me importa, no he venido a hacer amigos.

Lael no respondió y siguió caminando hasta que llegaron a la cima de la loma, dónde había un kiosco que estaba en el centro. La vista que se ofrecía ahí era muy impresionante, aún Naín quedó impactado de lo que sus ojos apreciaban. Había un extenso bosque de pinos a su derecha donde al parecer, los ixthus practicaban con las cuerdas altas. En el lado contrario se encontraban una serie de edificios exactamente iguales, Naín supuso que se trataba de los dormitorios. Delante de él estaba un edificio con una cruz roja pintada, ésa debía ser su enfermería u hospital, dado el tamaño de la construcción. En el centro del campo se desarrollaban variadas actividades de entrenamiento. Algunos ixthus practicaban combate cuerpo a cuerpo, otros trotaban al paso de un líder y otros más, sentados en el suelo aprendían del que estaba delante; pero los que más le llamaron la atención a Naín fueron unos que practicaban con unas peculiares espadas muy cerca de ellos.

Lael lo invitó a sentarse en una de las bancas y Naín aceptó.

—Bueno—dijo Lael—, te escucho.

— ¿Dónde estamos?

—En Hekal, es aquí donde los ixthus nos reunimos para esto que vez.

—Siendo este un lugar tan grande ¿Cómo es que nadie ha podido encontrarlo?

—Para quienes no poseen el sello, este lugar es imposible de encontrar. El sello es quien te trae.

— ¿Cómo es que yo lo conseguí?

—El sello se presenta a todo ser humano de una manera u otra en algún punto de su vida, y siempre con el mismo propósito.

— ¿Cuál es ese propósito?

—Unirte a nosotros, y pelear del lado correcto.

— ¿Unirme? ¿Crees que habría algo que me pudiera motivar a unirme a quienes asesinaron a mi hermano?

—No fuimos nosotros quienes asesinamos a tu hermano, sé que así te lo hicieron parecer pero no es así.

— ¿Entonces quién?

—No lo sé, pero si nunca hacemos eso con los enemigos, mucho menos con los nuestros.

— ¿Nuestros?

—Ben se había unido a nosotros poco antes de su muerte. Andrés los buscó a ti y a tu hermano para cumplirle una promesa a tu padre, y también porque los apreciaba mucho.

— ¿Por qué? ¿Por qué nosotros?

—Andrés era un íntimo amigo de tus padres, él te conoció a ti y a tu hermano cuando apenas eran unos bebés. Andrés y tus padres lucharon en la guerra silenciosa hombro a hombro para evitar que cayera nuestro último refugio; pero fue imposible detener al ejército. Muchos de los nuestros tuvieron miedo y huyeron muy lejos, pero Andrés se quedó junto a tus padres hasta el último minuto; pero al final, tu padre tuvo que hacer un sacrificio muy grande para poder salvar a todos los que estaban con él. En contra de todo pronóstico, corrió hacia el puente que conectaba Hieron con el exterior y detonó una bomba; ello le dio tiempo a los demás de escapar, sin embargo, poco antes de ejecutar su acto de valentía, le encomendó a su mejor amigo cuidar a sus hijos y guiarlos a la verdad; y tu madre al igual que tu padre, le encargó a Andrés mirar por ustedes. Andrés escapó con el resto de los ixthus y después de dejarlos a salvo fue a buscarlos a ustedes a su casa, pero Darcón ya estaba ahí y los sostenía a ambos en los brazos. Estaban muy asustados y lloraban. Andrés intentó recuperarlos, pero era muy difícil hacerlo sin que salieran lastimados. Darcón huyó y los escondió en su casa donde crecieron creyendo que nosotros habíamos asesinado a sus padres en la rebelión. Mucho tiempo después Andrés los encontró, pero no pudo acercarse a ustedes. Estaban protegidos por los cazadores y siendo criados en un odio hacia lo que tus padres siempre creyeron correcto, al parecer a Darcón le había agradado la idea de separar a los ixthus de sus hijos y ponerlos en su contra; sabía que eso nos destruiría por dentro, sin embargo Andrés no se dio por vencido y encontró la manera de contactarse con Ben. Le dejaba pequeños mensajes cifrados en las servilletas del restaurant donde solía comer siempre. Al principio fue difícil, Ben estaba muy confundido; pero poco a poco y con mucha paciencia, Ben llegó a este mismo lugar y, como tú, escuchó todo aquello que necesitaba saber.




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