El Llanto De Las Estrellas

Capitulo Cuatro – Sin motivo

¿Cómo llamarías a tu primera hija o hijo? Fue la pregunta indiscreta de una psicóloga de mi universidad. Toda esa platica sobre hijos o el futuro surgió cuando una compañera dijo que no quería tener hijos porque son un problema grave para el planeta, en un punto de su comentario me hizo pensar en lo mismo. Son un grave problema aparte de ello no veo como mamá, ni yo misma soy capaz de cuidarme y me pondré criar un niño.

Camino entre los pasillos del edificio de mi universidad, ante mis ojos el tiempo se ha detenido y todos miran hacia los lados sin percatarse de mi presencia, es casi como si yo fuera solo una objeto más en los pasillos; da igual no me importa, no es necesario ser la chica popular de la Universidad solo para llamar la atención.

La noticia sobre la pelea que hubo en la cancha de futbol (soccer) no se hizo esperar todos hablan de ella como la noticia del siglo.

—  “León el chico raro le golpeo a Erick en el rostro por dinero”

— “Dicen que León quiso sacar ventaja en la pelea por… blah blah blah... ”

— “León golpeo a Erick por golpear a Darla en el rostro, hay videos pero solo pocos los han visto”

Fueron miles de especulaciones pero ninguna llegaba a un sentido común solo hablaban de lo que ellos quieren hablar.

Desde entonces no he visto a León por los pasillos del edificio y no ha ido al club de literatura. Erick por su parte sigue su vida de la manera más normal. Quise preguntarle varias veces sobre el asunto pero cada vez que lo hacia él cambiaba de tema.

(…)

Ya eran más del medio día y el último maestro de la clase no llego así que con mi amiga Daniela decidimos ir por un bocadillo antes de ir a casa, el día parecía tan natural, la magia que tenia se estaba desvaneciendo. Una vez más me sentía acosada por las miradas de los chicos de la universidad pero trataba de pasarlas por alto.

— Señorita Darla — me llamo la atención el maestro de matemática

— ¡Si profe! — alce mi mano y le sonríe algo tímida y camine hacia él.

— Disculpe que les llame en hora de su almuerzo, estoy por llevar unos exámenes al segundo piso y bueno usted es la más cerca y quería pedirle que me ayude con mi laptop y unos parlantes que necesito solo será un momento — el profe de matemáticas es guapo y muy amable.

Tarde con el profesor de matemáticas unos quince minutos en organizar el aula, mientras nos contaba a mí y a Daniela sus anécdotas de cuando estuvo en Estados Unidos como estudiante y su vida juvenil, nos dijo que a pesar de los años en que volvió a su país natal no puede olvidar a una compañera (presumo que un está enamorado de ella, que dulce).

Mientras salimos de la Universidad vi a Erick parado en la entrada, su semblante había cambiado, por alguna razón parecía serio y molesto, supuse que le debió a ver ido mal en algún examen. Me acerque hacia él y le pregunte si todo andaba bien.

— Amor, ¿estás bien? ¿Sucede algo?

— Que tienes que estar hablando con ese profesor.

— Que tiene que haga eso, es mi maestro. Espera vas a celarme con el profe de matemáticas.

— Aah, pero te observe bien coqueta con él, ¡como una cualquiera!

— Espera no voy a permitir que me faltes el respeto — algunos estudiantes  se pararon a observar la escena y aunque hablábamos algo bajo muchos se percataron del problema que no les importaban.

— Me vale, nos vamos para la casa y rápido.

— Me iré sola, te guste o no.

— A dónde vas  — me sostuvo del brazo algo fuerte

— Suéltame

— Dije que no

— Que me sueltes, no soportare tu actitud — di un golpe a su mano y me soltó.

Mientras el vociferaba en voz alta y mi cuerpo se tambaleo por lo nervios y no me percate que un auto venia.

Solo escuche el grito de León — ¡CUIDADOOOO!! — y luego un fuerte dolor recorrió por todo mi cuerpo. Como en una película, las escenas se movían violentamente y mi vista se puso borrosa, mi boca sabe a hierro, sé que es sangre pero no reacciono; un fuerte dolor en mi cadera que recorre hasta mi pierna es cada vez más intenso que hace que pierda las fuerzas para gritar, trato de abrir mis ojos, veo a Erick parado a un lado de mi sus ojos están desorbitados como si no supiera que estaba sucediendo, una vez más parpadeo y observo a mi amiga Daniela — ¿Amiga, no cierres los ojos, quédate conmigo? — trato de mover mi cabeza pero no puedo. Mi mano se siente cálida y observo León sujetarla mientras llama por su teléfono pero antes de poder escuchar lo que me decía un zumbido fuerte resonó en mi cabeza, ¿acaso estoy muriendo?




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