El llanto de las palmeras

Camino al paraiso

Capitulo 7

Capitulo 7.-

Cuento 22: Alicia y el camino al paraíso

La ciudad de New York se alzaba impotente y majestuosa, deslumbrando a aquellos .que por primera vez visitaban “la gran manzana. El movimiento incansable de gentes, que caminaban en diferentes sentidos de la calle, con rumbos desconocidos, lograba despertar en Alicia, la ansiedad y la añoranza de las viejas calles de La Habana. Sus pies tocaban suelo americano por primera vez después de un ardo y peligroso camino, todo parecía nuevo, moderno, desafiante.

Ya lo conocía por las películas del sábado, que veía cada semana, desde su pequeño cuartico, allá por Buenavista, el barrio donde vivió hasta que decidió abandonar su tierra, para conquistar el paraíso perdido. Los grandes anuncios de negocios, y hasta los pequeños timbiriches de perros calientes, parecían surgir desde los más lejanos recuerdos, porque ni en fotografía, lo había visto nunca, todo era como lo había soñado, pero que difícil disfrutarlo a plenitud, después de un viaje lleno de amarguras y peligros, donde el valor de la vida , vale menos que una McDonald. A pesar de la ilegalidad, se sentía tranquila, hasta contenta, pero había perdido una parte de sus recuerdos, dejando paso a las odiseas del recorrido como clandestinos.

Los preparativos:

Habían dormido poco la noche del lunes, la mañana abría sus puertas llenas de esperanzas, mientras el sol de las calles de la Habana, iluminaba de lleno sus ventana, aquella ventana, por donde se filtraba la luz y la vida, pero ella todavía no lo sabía. Después de innumerables visitas a la Embajada de México, había logrado una visa, por solamente 10 días, como se decía en el argot popular sangrada, le habían pedido hasta las fotos de sus quinces primaveras, cuentas bancarias, cuando su capital en contante llegaba a 150 pesos cubanos y 200,00 dólares, cartas de crédito que ni conocía de su existencia, la famosa “solvencia económica”, cuando todos sus bienes, llegaban agruparse en un baúl de recuerdos y ambiciones. Pero su obstinación era más fuerte, que sus necesidades y al final la consiguió.

La alegría no la dejaba dormir, su pequeña hija no se cansaba de imaginarse en “el gran paraíso” de la tierra añorada, la famosa Yuma para los cubanos, aquella donde el dólar crecía en los jardines de manzanas, que rodeaban la ciudad, donde todo era posible, una buena casa, una buena máquina, y hasta una piscina, si la suerte te acompañaba, un buen trabajo, donde se hablara español por supuesto, y por qué no hasta algunas ropitas para cambiar los viejos trapos de casi 10 años que todavía conservaba como nuevos.

Durante todo el día prepararon las maletas, con las ropas necesarias, tenían muy poco que empaquetar, una que otra fotografía donde se veía toda su familia, que no veía ya de tanto tiempo, porque estaban dispersa, por todo el planeta tierra buscando nuevas vías de desarrollo, en la foto reían en compañía del perro, direcciones de conocidos para eventuales SOS, y hasta algunos dólares reunidos con gran sacrificio por la familia que quedaba todavía en la isla.

Salieron para el aeropuerto rodeados de parientes, que melancólicos, las veían irse, como a todos los otros parientes que habían salido antes, como un ritual, vas a despedirlos con el deseo de regresar a recibirlos, sin saber cuántos años debían pasar para volver a verlos, si es que lograban regresar. Pero sobre todo les preocupaba saber al menos si llegarían con vida a su destino, donde tantos peligros asediaban a una mujer sola con su hija, pero para Alicia lo más importante era reunirse con su otra hija que vivía a New York.

Las cartas estaban echadas, solamente les tocaba jugar y jugar bien, porque en ello, les iba la vida. La voz de la muchacha de información, hacia evidente la partida del aéreo C4532 con destino a Cancún, había llegado el momento de enfrentarse a la primera barrera de control, la emigración.

Se encaminaron decididas al mostrador, donde un joven guardia controlaba los pasaportes, por algunos minutos guardó su fisonomía, como tratando de descubrir si era ella la joven risueña y gorda de la fotografía, y no la esquelética y avejentada señora que tenía delante, todo duró solamente algunos segundos, pero la tensión del momento le hizo latir el corazón, y una pregunta rondarle la cabeza por algunos minutos, ¿la dejarían salir? Sabía que no había cometido ningún asesinato, ni había robado en ningún supermercado, ni había ofendido a alguien importante, pero recordaba haber guerreado con una vecina, ¿Sera esta la causa de la demora?

Después de algunos minutos, el joven policía le devolvió el pasaporte con una gran sonrisa, deseándoles un buen viaje. Casi no podía mantenerse en pie, arrastraba su bolsa de viaje, mientras bajaba las escaleras y entraba en zona franca del aeropuerto, un gran corredor lleno de negocios, con mostradores repletos de cigarros, ron y diferentes tipos de suvenir, bares, restaurantes, pero Alicia solamente contaba con el dinero del viaje, no le alcanzaba ni para un café.

Al final de la escalera, se detuvo, era una parte desde donde se veía, la sala de recepciones donde había dejado a su familia, que la había acompañado, estaban allí, taladrando el cristal y haciendo señales desesperadas con las manos para que lograran reconocerlos, entre tanta gente que despedían a sus seres queridos, esa imagen quedaría grabada para siempre en lo más profundo de sus recuerdos, ella estaba partiendo en busca de nuevos horizontes, los otros quedaban allí, en espera de su ayuda, para continuar a vivir.

La pregunta continuaba hacerse presente con más fuerza ¿podría ayudarlos algún día?, pero esta pregunta no tenia respuesta, pasó su mano por la frente helada y dijo adiós, sin saber hasta cuándo.

Ya en el avión, el terror del vuelo, se hizo mucho más profundo, cuando la aeromoza, comenzó a explicar cómo ponerse el paracaídas, como si fuera necesario después de una caída lograr agarrar el paracaídas como meter la cabeza entre las piernas mientras el avión caía a más de miles metros de altura, o como abrir la puerta de emergencias, todas cosas que lo único que lograban era aterrorizar a los pasajeros, metiéndoles en la mente ansiosa la posibilidad de la muerte, en vez de la posibilidad de un viaje feliz e increíble, mientras más explicaba la tensión de Alicia iba en aumento, por fortuna la joven y bella aeromoza ,terminó la explicación y comenzó la tortura del vuelo, el avión se estremecía como una lata de aceitunas en una lavadora soviética, cada sonido, cada vibración, hacia que Alicia se estremeciera, pero en silencio para no despertar el miedo en su pequeña hija.




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