El lobo de las sombras

Capítulo 8

CÓMPLICES DEL MAL

 

     La niebla oscura era un síndrome que Carow podía presenciar, aun siendo libre. Caminaba hacia casa masajeando sus muñecas lastimadas, y aun pudiendo sentir el aire fresco de la noche se seguía sintiendo atrapado. Pues habían sido horas desde que se lo habían llevado.

Pensaba en Kailan. Y pensaba en sus amigos.

   Pero también pensaba en las posibilidades de que Kailan lo odiara si acaso se equivocaba.

   ¿Y si se equivocaba? ¿Qué haría? Y entonces pensó en otras posibilidades. ¿Y si la lastimara? Carow tenía que ser consciente de todo.

   Llegó a casa, donde una patrulla esperaba con las sirenas encendidas, y los oficiales de policía en la puerta haciendo preguntas. Se encontró con la mirada de Kailan, quien corrió de inmediato hacia él y lo abrazó con fuerzas. Luego de sentirse perdido en sí mismo, vio movimiento en los arbustos, y seguido de ello, un animal en cuatro patas saltando en los techos de las casas, cual se desapareció en la oscuridad…

 

 

    —Sólo quería tomar aire. —respondió ante las miradas de ambos oficiales.

— ¿Por qué no hacerlo? ¿Por qué desvanecerse en la nada? —interrogó uno de los oficiales, Brattson Colin.

Carow permaneció en silencio.

  —Porque las personas cometemos errores, oficial Colin. —bajó la cabeza, volviendo la mirada hacia sus manos, donde las marcas habían desaparecido como por arte de magia—. Errores infinitos…

Ambos oficiales intercambiaron miradas.

— ¿Estás seguro de lo que estás diciendo? —preguntó Repko, el otro oficial.

Dudó unos segundos, y respondió:

    —Sí.

 

 

 

 

 

    La mansión daba un miedo fascinante para aquellas criaturas, cuando sus lujos se sobrepasaban de los límites, y los espectros gozaban de la venganza. Aquella mujer sombreada permanecía sentada como si fuese una completa reina, cuando alguien más se puso en frente, y ésta derrumbó la copa de vino tinto que poseía.

  — ¿Pero qué haces aquí? —masculló con rabia, mirando hacia sus lados, abriendo los ojos como platos—. Hice todo lo que Jake me pidió. Si acaso alguien te ve aquí…

Un fuerte aire voló las cortinas, cuando se puso a su altura.

  —No sabes el riesgo que corres. —se cruzó de brazos, preocupada—. Ni tampoco quiero que Envalay nos vea juntos.  Ninguno de ellos debe saber sobre el chico. Es nuestro. No permitiré que nos roben a Harold Ward. Jake se está haciendo cargo.

Miró hacia el tapete, donde el vino tinto se sumergía en la tela esponjada.

 —No falta mucho para que dejes de esconderte. Sólo dame tiempo.

 

 

 

 

    Era la misma noche en cuanto Kailan había llegado hasta él para pedirle ayuda y encontrar a Carowkrele.  La misma en que se había dado cuenta de que había sido un patán todo éste tiempo. Como la había tratado, como una basura, mientras ella no debía de preocuparse, porque tenía más amigos que la apoyaran. Pero él se sentía tan culpable de todo que no podía despegárselo de la mente.

   A pesar de todo, se seguía sintiendo invisible, cuando su carácter se había apoderado de él, y ya no el monstruo. Sino él, el humano desdichado que creía que podía salvar al mundo, así era como se apodaba ahora. Se sentía tan mal que pensaba que el mundo estaba enojado con él. O por qué Kailan no lo había llamado esa misma noche.

Tal vez él debería llamarle, pensó.

Pero no quería interrumpir un momento entre amigos.

   Derek tocó a la puerta, donde traspasaba el olor a comida que Donag preparaba para la cena.

    — ¿Puedo pasar?

Harry no respondió, sólo lo hizo.

   —Escucha amigo, esto no es tu culpa. —tomó asiento en la cama a su lado—. No sabemos qué pasó con ese tal Carowkrele.

   Él sólo miraba al suelo, como perdido en sus pensamientos. Andante en otros mundos.

   —Espera, sí sabemos qué es lo que pasó. —siguió sin mirarlo—. Pudo haber sido alguno de los…

—No. —le dio por responder—. No podemos involucrarlos conmigo. No puedo involucrarla conmigo.

Luego le miró, decidido.

   — ¿Al menos tomas en cuenta que el tal Carowkrele pudo haber estado presente la noche en que te convertiste?

—Donag me hizo alucinar. No había nadie más presente. Ningún inocente que pudiera lastimar. —contestó—. No es posible que…

  —Nada es imposible, Harry. —tragó duro—. De alguna forma, seas o no seas el responsable, te ves involucrado.

— ¿Por qué? ¿Por qué simplemente no acaban conmigo de una vez por todas? ¿Por qué no Envalay me toma y me mata de una vez? ¿Por qué esperar tanto? A caso no sabe que… 

 —No. No sabe. —se puso de pie, mirándolo a los ojos. Como una idea que le influía nuevamente—. Por eso no ha venido a buscarte. Porque no sabe que estás vivo.

 

 

 

      Kailan miraba el cielo nocturno por la ventana de su habitación, cuando su piel alcanzaba el  fulgor de aquel aire frío de la noche. Los ojos le ardían, sentía un dolor abdominal muy fuerte, y cuando alzó su cabeza, vio una figura negra parada en frente de su casa. Un encapuchado.

Se alejó de inmediato.

El corazón le palpitaba tan rápido que no pensaba en nada.

    Escuchó ruidos en la planta baja de su casa. Cuando los pasos iban incrementando tan rápido que aterraba el hecho de sólo pensarlo. Y segundos después, la figura ya estaba en su puerta.

   Se pegó a la pared, tan asustada de sólo mirar al sujeto. Cuando éste alzó las manos, y descubrió su cara.

Harry.

Sólo era él.

   Recargó su cabeza contra la pared esperanzada, y entrecerró los ojos, encaminándose hacia el chico que iba hacia ella.

   — ¿Cómo está? —instó preocupado.

Ella asintió, como si fuera una pregunta para responder un sí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.