El lobo de las sombras

Capítulo 10

EL ENCANTO DE LA MAGIA

 

     —Para nosotros, la magia se clasifica como nuestra naturaleza bruja. Franki Ahurthish era  el brujo invocador más poderoso. Nuestra especie se creó casi gracias a él. Podía controlar las fuerzas mágicas, como crear portales, iniciados como invocadores, sólo pueden invocar a criaturas como tú. Pero invocadores entrenados en el tejido mágico, puede controlar a los brujos elementales.

— ¿Qué carajos dices?  —Harry frunció el cejo, cuando Donag derramó su soda sobre la mesa por reírse interiormente de su novio.

Derek rodeó los ojos.

   —Elementales. —repitió, concentrado en sus palabras—. Existe toda una clase de brujos poderosos. Algunos únicos en su especie, otros con las mismas capacidades. Franki Ahurthish podía invocar ángeles y demonios.

—Bien. Ahora, en pocas palabras. Explica en español lo que estás diciendo.

  —Te explico sobre la capacidad que Envalay Hard tiene. Sobre el dominio de los brujos. Sobre por qué debes temerle, y porque deberíamos temerle. —se explicó, dándole un sorbo a su soda.

—Franki… Cómo sea. ¿Tiene algo relacionado conmigo?

  —Ahurthish. Y sí. Que sus poderes le fueron robados por la clase de brujos de Envalay.

— ¿Qué clase de sujeto roba poderes a otros brujos?

  —Envalay. —repitió con sarcasmo—. Me gusta decirle brujo arcano.

— ¿Por qué?

  —Porque Envalay solía estudiar la magia. La antigua. Conocimientos olvidados de Anirk Arkud que es mejor… no obtener. —ésta vez respondió Donag.

—Ahora sí, no soy un brujo. No conozco a esas personas. ¿Por qué me interesa saber sobre cómo toman agua? ¿También hay técnicas para ir bañarse?

Derek se llevó las manos al rostro irritado.

  —Vamos amigo, vas a matar a uno de los brujos más poderosos de la historia y no sabes ni cómo. ¡Ni siquiera sabes cómo es!

—Bien. ¿Algo más que deba saber? —continuó.

   —Mentalistas. Ilusionistas. Elementales. Arcanos. Hechiceros, denominados como los octavos hijos de los magos.

Harry enarcó las cejas.

  —Es porque desde bebé te conviertes en un  rechicero con poderes más allá del límite. —musitó con breve timidez.

— ¿Qué hay de ti? ¿Cuál de todos ellos eres?

Tragó duro antes de responder.

  —Ninguno.

— ¿Ninguno? 

  —Ninguno. —repitió nuevamente.

— ¿Entonces? —dudó con una expresión de miedo.

  —Soy un brujo combatiente. —respondió al fin—. Único en mi especie.

—Suena bien. —contestó al ver que el brujo baja la cabeza avergonzado, mirando sus pies, como si ser su clase de brujo le diera temor, miedo de que la gente descubriera que no era un brujo como ellos. Que podían controlar las fuerzas de la naturaleza, aquellos que sus fuerzas las sacaban de la muerte, aquellos que te engañaban con la mente, ilusionistas. Y aquellos hechiceros, hechiceros, magos y brujos que tenían la capacidad de dominar elementos, y que los habían entrenado desde pequeños en el mundo de la brujería. Porque sin embargo, era único en su especie.

Levantó la mirada.

   —De ti sabemos que eres feroz, contienes astucia y puedes permanecer con tu forma de animal por horas. Será muy… como un mito. O algo que te parecerá una tontería…

Harry se cruzó de brazos esperando a que el brujo terminara de hablar.

   —Te transformas en luna llena… —balbuceó asustado por el chico con mirada intimidante.

—Luna llena. —repitió.

  —Sí. Luna llena… —Derek se rascó la nuca bajando la cabeza para no tener que mirarlo.

—Bromeas.

     —No. No bromeo. —lamió su labio inferior y se cruzó de brazos—. Aúllas en las noches y corres en cuatro patas por el bosque. No. No bromeo. Al menos no hallo la parte en la que bromeo. Porque si dices que bromeo entonces…

—Ya entendí. —lo calló.

    —Claro. —asintió.

— ¿Alguna otra cosa que deba saber sobre mí?

   —Había creencias que según decían, que cuando eras castigado, te obligaban  a ponerte piel de lobo. Y te comías a tus hijos uno por uno. Y luego le seguías con los hijos de tus parientes. —Donag y Harry lo miraron incrédulos—. ¿Qué? Lo vi en una página de internet.

—Sí. Pues las páginas de internet mienten. —replicó Harry molesto.

  —Ya bien. Te pueden matar con plata. —comenzaba a burlarse, hasta que no soportó la cara del chico serio y estalló en carcajadas—. De acuerdo, no. No te pueden matar con plata. Es el estúpido mito de siempre.

— ¿Acaso me interesan tus estupideces?

 —Sólo bromeaba. —afirmó.

—Pues no se bromea con la muerte. Tal vez ustedes dos no mueran. ¿Pero qué hay de mí? No sé nada sobre mí mismo. —exclamó—. Toda mi vida fui un monstruo.

  —Un hombre lobo. —corrigió Derek.

—El caso es que no sé todavía cómo dominarme a mí mismo. Sea maldición o no sea maldición. Sea lo que sea, el monstruo es parte de mí. Por un largo tiempo habitó en mi exterior, y ahora, de alguna forma inhumana habita dentro de mí. Y tales cosas que aún no descubro, provocan que salgan. No quiero ser un demonio, ¿Entienden? Quiero poder ser yo. Sólo yo. Aunque sea por una vez en mi vida. Yo. Un humano por completo.

 

 

 

     Kailan se dio cuenta de que Carow se debilitaba poco a poco. Cuando lo sostuvo a medio camino para que no cayera al suelo.

— ¿Estás bien? —le preguntó, cuando éste asintió, con los labios secos como partidos. Parecía más pálido que nunca, con unos ojos cansados y soñolientos.

    — ¡Hey chicos! —sea cercó Caleb, y al mirar a Carow detuvo la alegría en su mirada—. ¿Qué le ocurrió?

    Kailan lo observó por un momento, cuando Julie también lo ayudó a caminar sosteniéndolo del otro brazo.

—Sólo está cansado… —respondió vacilante y cortante a la vez.

Glynne y Vincent se acercaron.

    —He visto a Harry en la entrada. —murmuró Glynne llamando la atención de Kailan y Carow—. Anda, ve. Yo ayudo a Carow.




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