El lobo de las sombras

Capítulo 11

DÉBIL E INDEFENSO

 

   Esa noche, Carow descansaba en su  habitación, donde sus sueños moderaban sucesos que le recordaban a cuando estaba en la mansión. Era como estar de vuelta. Como estar de regreso en el mismo infierno. Lo que esa mujer le había dicho era como si hubiera escuchado una voz distorsionada y demoniaca. Y ahora, sabía que era una bruja.

      Se levantó con el pulso precipitado, mirando a sus lados con el cuerpo sudado y el corazón latiéndole al mil por ciento. 

     Vio siluetas atravesándose por entre el brillo de la luna que traspasaba la ventana, y por un momento creyó volverse loco. Se puso de pie y caminó hasta la ventana, viendo la calle vacía, y mientras se distraía de su espalda, algo lo golpeó por detrás…

 

 

 

   Glynne aguardaba en una banca que se encontraba en el parque, mirando la pantalla de su celular una y otra y otra vez. Segundos seguidos. Esperando. Cuando los tenis de alguien se posaron en frente, ella alzó la vista y se dio cuenta de que era el fastidioso de Vincent.

Tomó asiento a su lado.

    — ¿Qué crees que haces aquí? —hizo un desdeñoso ademán.

—Pasaba por aquí. ¿Qué hay de ti? ¿Jules no ha llegado? —se cruzó de brazos.

Ella rodeó los ojos.

   — ¿Por qué crees que eso te interesa? —se puso de pie.

—Es sólo que es raro. No hemos conocido a Jules. —se puso de pie sonriente, con los brazos cruzados.

  —No lo repetiré más. Eso no te incumbe. —estaba a punto de irse, cuando Vincent la tomó del brazo y la empujó contra su cuerpo, sintiendo sus respiraciones tan cerca que la comisura de sus labios rozaban. Por un momento se miraron a los ojos.

Luego ella lo empujó, y se marchó enfadada.

 

 

 

 

    —Si te concentras en otras cosas que no tienen nada que ver con tu batalla, es simple. Perderás. —le advirtió el brujo.

—Según tú, ¿En qué cosas puedo distraerme? —replicó, mirando sus nudillos lastimados.

   —En una chica llamada Kailan Darcy.

—No.

Derek suspiró.

   —Pueden usarla en tu contra.

— ¿Y por qué Ger Fadregre usaría a Kailan en contra mía?

  —Porque no engañas a nadie. A menos de que te pongas tú mismo en contra de ella. —propuso.

  Arrancó el cartel de un poste donde se presentaban los horarios para un baile de máscaras que haría el pueblo, otra festividad similar al carnaval. Que le recordó a Harry la vez en que conoció a la chica leona, y que a través de su piel marcada de negro y su naturaleza, se había hecho pasar por primera vez una persona normal y corriente. Y eso había sido maravilloso para él.

  —Voy a correr el riesgo de enfrentarme a Fadregre. —murmuró de pronto. Y ya no fue sorpresa para el brujo, pues había tenido que aceptarlo tarde y temprano.

Asintió.

—Me recuerdas a tu madre. —hizo que Harry levantara la mirada cautivando su atención, él sólo se cruzó de brazos—. Decía que no había por qué perder. Que se tenía que hacer justicia. Y que ella misma lo haría.

Harry sonrió de lado.

—Porque los brujos no sólo eran. Ellos practicaban con los humanos. —sus palabras se fueron cortando, como si le dolieran—. Lastimaron a tu madre tanto tiempo que tu padre tomó coraje y se volvió en contra de Envalay. Por eso tú eres su venganza.

   — ¿Y por eso me maldijo?

—Tal vez lo hizo porque odiaba a tu padre, y porque quería a tu madre más de lo que todos los brujos creerían.

Guardó el cartel en su bolsillo.

  —Sólo necesito más días. Y te aseguro que voy a matarlos a todos. —continuó caminando mientras el brujo lo miraba asustado.

—No puedes hacer eso. No puedes lanzarte al vacío sin paracaídas. No puedes hacerlo. Que seas lo que eres no te convierte en un asesino.

  —Envalay me hizo un asesino. Él quería que mis padres pagaran por destruir su maldito mundo dimensional. ¿Y para qué? Sí al final quedó vivo.

—Quedó vivo porque tus padres no quisieron cometer un homicidio. No querían cargar con la muerte de alguien en sus memorias. Por eso lo dejaron vivo, porque ellos no eran iguales a él.

  —Y por dejarlo vivo, soy lo que soy. ¿Y dónde están ellos para mí? No han puesto los pies en mi camino para ayudarme y darme más respuestas. Me han dejado como dejaron al enemigo en mis manos.

El brujo bajó la cabeza sin respuesta.

 

 

 

 

 

   El ruido de una gota se escuchaba caer, cuando Carowkrele comenzaba a despertar de su sueño profundo. Parecía como si su misma imaginación le mintiera, pues sus manos y pies estaban libres. No había rastro de ninguna otra marca peculiar que ardiera en su piel.

  Los mareos habían mejorado, ya no se sentía tan debilitado como hace un par de horas. ¿Pero dónde estaba? ¿Estaba en casa? ¿O en dónde se encontraba?

  —Carowkrele Monroy. —se oyó una voz mística, como si formara ecos invadiendo el lugar. Y de pronto, un humo negro comenzó a salir del suelo, dando la bienvenida a un sujeto de traje elegante y cabello azul—. Bienvenido a la mansión de Lohe.  La casa de los brujos.

— ¿Quién eres tú? —preguntó mientras miraba alrededor, donde el lugar terrorífico comenzaba a desvanecerse, y los colores de la mansión aparecían nuevamente.

  —Espero disculpes las molestias del pasadizo. Con los humanos es así. Primero los hace ver una ratonera y luego convierte nuestro mundo en su mundo. —se acercó, espetando irónicamente—. Cuando estás aquí, te acostumbras. La magia se convierte en una pasión.

    Carow se puso de pie, de donde posaba sentado en una silla hecha con figuras extrañas y decoradas.

— ¿Esto tiene algo que ver con ella? ¿Con Fadregre? —el brujo lo observó, con una mirada turbia y divertida. Con una oscuridad en su mirada…

  —Veo que sus subyugados no me conocen. —se sirvió vino tinto en una copa de cristal, y le dio un sorbo.




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