LA GUERRA COMIENZA
Un esplendente calor recorrió su cuerpo, pues el demonio licántropo se iba con cuidado, cuando la luna llena casi se desaparecía y los dolores de huesos y músculos ya no eran tan severos y escasos como el proceso de transformación al principio de cada luna.
El brujo tomó la botella con cuidado para examinarla, viendo al animal como si estuviese paralizado en una especie de pensamiento que lo hacía humano.
— ¿Qué es? —preguntó Donag, mientras ambos estudiaban con atención el líquido rojo sangre dentro de la botella.
—No estoy seguro. —respondió—. Quizá es… La cura.
— ¿La cura? ¿La cura de qué? —quiso saber ella.
—La cura para el monstruo.
Levantó la vista observando al animal parado en dos pies, cuando su cuerpo comenzaba a optar forma humana, y Harry estaba de vuelta. Cayó al suelo de rodillas cabizbajo, mirándose las manos donde las garras habían desaparecido por completo. Hubo silencio, nadie tenía el valor para decir alguna palabra. Era un silencio mutuo.
Harry levantó la mirada hacia ambos.
—Adelante —murmulló—. Si esa es la cura, adelante. Quiero dejar de ser lo que soy.
El brujo lo miró horrorizado.
—No sabemos cuán peligroso sea. No haremos cualquier estupidez que se nos cruce en el camino.
—Él está en cada instante de mi vida. En cada furia. En cada destreza. No puedo andar por allí sin que nadie me detenga. —protestó, colocándose de pie—. No puedo dejar ser lo que soy.
—Es algo que te eligió a ti.
— ¿Algo que me eligió? —rio absurdo—. Es algo que me destruyó.
Entrecerró los ojos unos momentos.
—No quiero ser esto toda mi vida.
—Y lo entiendo. Lo entendemos. Pero no es la única opción. Hay otras maneras. Otras posibilidades de que vuelvas a tu forma humana permanentemente. Sólo te pedimos no confiar en un desconocido que aparece de la nada y te obsequia una botella de la cual aún desconocemos su contenido.
— ¿Cómo podemos saber qué es lo que contiene?
—Hay magos investigadores de la magia. Podría ser que… quizá en Lohe encontremos alguno. —contestó Donag, dispuesta a la aventura.
— ¿No hay otras opciones? —preguntó Harry desacuerdo.
—Son brujos chamir, ellos están de parte de Envalay. Pues casi son arcanos, sólo que ellos sirven y son controlados, los arcanos toman sus propias fuerzas y extraen el conocimiento. O están con él o con Fadregre. —comentó Derek.
—Pregunté por otras opciones. —repitió.
—A menos de que brujos especializados en pociones nos ayuden. —propuso, Harry y Donag le miraron un poco convencidos.
—Hubieras iniciado con eso desde el principio.
Se fue hacia la cabaña y entró para cambiarse.
—Te dije que se convertía en una pasión. —murmuró la bruja a medio camino.
Carowkrele estaba extraño, se sentía extraño. Ahora su cuerpo era manipulado. Cualquier movimiento en falso que hiciera podía ser lastimado. Y no de una forma normal, sino sangrienta y horripilante. En su tiempo como nuevo ser, había visto como los demás fallaban, algunos intentando escapar, otros luchando contra los encantos, los brujos protectores, los guardias; que poseían la capacidad de dominar los sentidos, mientras que brujos como Fadregre usaban la mente para ser ilusionada, estos usaban las zonas para confundir, no a las personas.
—Todo se vuelve diversión después de las primeras fases. —lo guiaba por uno de los caminos donde aparecían tener a todas las demás armas, como ellos les llamaban.
Carow observó por una ventana gigante que trasparentaba hacia una habitación, un muchacho más chico que él, parecía tener doce o trece años, con quemaduras extra peligrosas por su cuerpo. Fadregre abrió una especie de portal que se movía como cuando arrojas una piedra al agua, y ambos la atravesaron.
—Éste es Arthur McCall. —explicó, mientras un brujo sanador revisaba sus heridas—. Eso, lo que estás viendo, se le llama castigo en primer grado.
Las heridas se marcaban con sangre, y una especie de líneas negras moviéndose.
—No quiero que eso te pase. —le advirtió, y sin mirarlo se dio la vuelta haciendo que Carowkrele la siguiera.
A Carow se le hizo un nudo en la garganta, pero tuvo que marcharse. Quería ayudarlo, pero no podía… Era imposible siendo esclavo de ella.
—No todos ellos me pertenecen, querido Carowkrele. —lo siguió guiando por el pasillo blanco que parecía un hospital modernizado. Y claro que lo era, pues los brujos se habían apoderado de ello—. Por ejemplo, Margaret fue creación de Jakebson.
Bufó al finalizar.
—Quiso crear a una bruja diferente. Solitaria y meditaría. Quiso hacerla igual a… —se detuvo, vacilante ante su mirada. Se dio la vuelta y miró sus ojos profundos color negro—. Igual a nuestro peor enemigo.
Tomó su mano.
— ¿Quién? —se le ocurrió preguntar.
Ella le sonrió, y luego le dio una abofeteada fuerte, dejándole marcadas su manos con un humeante aura oscura en su mejilla, que luego se desapareció en cuestión de segundos.
Volvió a sonreír.
—No te autoricé en dirigirme la palabra, querido Carowkrele.
Caleb y Kailan tomaron asiento en la biblioteca de la escuela enfrente de Vincent, Julie y Glynne. Quienes se veían muy concentrados en sus trabajos, excepto ambos.
—No he visto a Carowkrele hace días. —instó Kailan de pronto, y todos le pusieron atención—. ¿Creen que se haya enfermado o algo?
—Quién, ¿Carowkrele? —rio Julie, y Caleb la miró con los ojos hinchados—. Por favor, él es como el macho alpha. Es Carowkrele, nada malo le pasa.
Kailan enarcó las cejas, mientras Caleb ahogaba la cabeza en su libro.