EL DRAGÓN DE LINDWURM
—Utilicen las armas para los demonios. Los fantasmas oscuros necesitarán ser destruidos con engaños. Si usamos poderes, se multiplicarán. Tenemos que ser cautelosos. No podemos dejar que los criminales salgan. —ordenó Jualiana a las criaturas vestidas de negro, aún seguían portando sus capas largas—. Recuerden que los nigromantes absorben fuerza vital de los cadáveres. Se revelarán contra nosotros si utilizan a los demonios para obtener fuerzas.
—La chica mística no aguardaba con el demonio licántropo. —anunció James—. Tememos la idea de que haya escapado…
—Está con nosotros. Donde sea que esté, puede hacerlo. —se detuvo para mirarle.
Los fantasmas oscuros seguían disparando sus lanzas contra ambos, los rodeaban con una clase de energía eléctrica. Detrás de ellos, podían escucharse las alarmas y los gritos resonando hacia sus oídos.
— ¡Son demasiados! —le dijo al Hombre Del Bosque, quien estaba listo para luchar.
En el cielo, la tormenta se estaba formando. Las nubes se oscurecían y la lluvia comenzaba a caer.
De repente, tres capas largas se aparecieron delante de él y ambos dispuestos a luchar escucharon el golpetazo de un bastón contra el suelo.
La capa principal se quitó la capucha dejando ver su rostro. Ese debía ser Envalay. Envalay Hard. Los fantasmas oscuros se volvieorn hacia él, y retrocedieron con astucia.
Era su amo. El ser más temido de todos.
—Ward —sonrió, acercándose junto a las otras capas. Una que sujetaba un bastón, y la otra una lanza mágica. Él no poseía nada, él era su propia arma—. Me da alegría verte.
A Envalay podía favorecerle, pero a Harry le corría rabia por el torrente sanguíneo. Pensaba en la primera noche que había salido por primera vez.
Él era un auténtico secreto, como un fantasma que se aparecía en las noches…
Esa era la única vez que Harry poseía rencor. Quería matarle como hizo con sus padres. Como hizo con todos. Por haber usado a los humanos y por dejar libre a Fadregre por todo este tiempo. Por Kailan.
—Has venido a tu mundo. —alzó los brazos como si le mostrara el mundo con una ojeada—. Aquí has nacido.
—Yo no pertenezco a tu mundo. —gruñó con todo el enfado de su alma—. Yo nunca te he pertenecido.
—Todos aquí me pertenecen. —comenzó a reírse como si hubiese dicho un chiste.
El Hombre Del Bosque continuaba en posición de ataque.
—Estás equivocado. —dio un paso adelante—. Yo no le pertenezco a nadie. —repitió con absoluta claridad.
—Yo quiero ayudarte. Quiero mostrarte el mundo al que de verdad perteneces. No el mundo que tu madre te hizo creer. Un mundo oculto. Un mundo entre las sombras.
—No necesito tu ayuda. —replicó molesto—. No te tengo miedo. Incluso nadie debería tenerte miedo. No eres un rival para mí.
—Si quisiera hacerte daño, ya te hubiera matado licántropo. Tienes que darte cuenta de quienes son tus enemigos. Quienes son los que te traicionan. ¿Es que no te has dado la idea de pensar tan solo un momento? Todavía no sabes quién es el verdadero enemigo.
—Hazlo. Mátame. —le retó. Estaba enfrentando al brujo más temido de todos—. Toda tu flota de enemigos se irá contra ti.
—Yo te cree. Por mí estás vivo. Por mí puedes dominar forma humana y forma animal. No insultes a quienes te dan de comer, niño. —su voz sonó fuerte y firme.
—Tú me maldijiste. Por ti mis padres están muertos.
— ¿Melania? ¿Phil? —pareció burlarse ante sus ojos, solo por un momento cuando continuó diciendo: —. Ellos no están muertos.
El cuerpo de Harry se tensó.
—Ger Fadregre se llevó a tu madre con ella para ayudarla a asegurarse. Y tu padre, sus poderes se desvanecieron con el tiempo. Ahora es un simple humano. Un granjero. Se llevó a su caballo, Benny Chateau al mundo de las sombras.
Y Harry supo, que todo ese tiempo la mentira vivía en el mundo de las sombras. Todo era un engaño perfecto.
—Todo éste tiempo…
—Jamás lastimé a tu madre. —aclaró—. Yo los ayudé a salir. Ella me dijo que quería que tú fueras más que un humano. Ella sabía la guerra que se avecinaría cuando el portal se quebrantó. Fadregre se llevó a todos los subyugados, los convirtió en una clase de brujos que dominaban los sentidos. Encantos se llaman ahora.
—Tú nunca…
—Lodern no fue invadido por mí. Lodern fue destruido por la culpa de Ger Fadregre.
Ambos se miraron unos momentos. No sabía si en verdad creerle o estar a punto de matarle por mentiroso.
—Tu madre me pidió que te hiciera lo que eres. No quería que pertenecieras al linaje brujo, quería que pudieras ser único y diferente. Algo humano a la vez.
—Por su culpa he vivido toda mi vida así. No pudo ser una salvación. Me hicieron más daño del que creía.
—Tus padres sólo querían protegerte. Ahora yo quiero que me ayudes a destruir a Fadregre, a la vez que sacaremos a todos tus seres queridos de la mansión. Sólo con tu ayuda, podremos acabar con el mal.
—No. Estás mintiendo. Los brujos como tú manipulan. ¿Cómo puedo creerte?
—Confía en mí.
—No. No lo haré.
—No te queda otra opción. De lo contrario te encerraré en el Forte para que nunca puedas salir. Y entonces sabrás que necesitabas mi ayuda.
Los encantos caminaban cerca de las entradas principales. A su derecha estaba la Torre De Helaas, la cárcel del Forte, la mansión de Lindwurm, donde la leyenda contaba sobre un humano que fue maldecido, se convirtió en un dragón y perduró allí hasta su muerte.
Fadregre iba en el centro, rodeada por todo un ejército de criaturas deformadas, y brujos que dominaban los sentidos, los encantadores, era su nombre preferido para estos.