ESTATUAS NEGRAS
— ¿Qué dices? —insistió Demarco—. No le queda mucho tiempo a ella.
Ambos miraron a Kailan.
Fadregre parecía contenerse. Sólo esperaba a que Jakebson llegara. También esperaba llevarse a Carowkrele y a Margaret con ella. Pero ahora con Demarco, era algo imposible.
—Yo no puedo decidir una muerte. —respondió Harry.
—La cura está en tus manos, demonio licántropo. —asimiló su mirada hacia el frasco.
Se dispuso a pensar en todo lo que había pasado en el transcurso de llegar allí. Pensaba en Derek, en Donag, en Kailan más que en cualquier otra cosa.
— ¿Qué pasará con mis amigos? —quiso saber.
—Son libres de irse contigo. Claro, sólo tendrán poco tiempo. Si logran escapar, bien. Sino, se quedarán en éste mundo para siempre.
Miró el frasco, y de entre las sombras, Carowkrele y Margaret salieron. Carow pudo ver la sonrisa en el rostro de Fadregre, quien ya esperaba verle.
—Piensa bien en lo que haces, Harry. —habló Demarco—. Ahora, adelante. Sálvala antes de que su tiempo se acabe.
Sonaba tan convencido que Harry supo que algo ocurría.
—No puede ser tan sencillo. —miró al Hombre Del Bosque acompañar a Carowkrele y a Margaret—. ¿Cómo sé que puede destruir o curar? ¿Cómo sé que no mataré a Kailan? ¿Cómo sé que puedo curarla?
Demarco se vio enfurecido, y desprevenidamente, le arrebató el frasco a Harry. Lo abrió y derramó el contenido encima de la chica.
— ¡Noooo! —gritó Carowkrele, corriendo hacia ella.
Harry había llegado antes que Carowkrele. Sujetaba a la chica entre su regazo, mirando como la oscuridad había escapado de su cuerpo. Veía su rostro pálido, sus ojos cerrados como si estuviese inconsciente. Pero sólo estaba dormida…
—Te hemos devuelto lo que tanto anhelabas, demonio licántropo. —replicó Demarco.
Harry no veía a nadie más. No podía. Él sólo quería que Kailan estuviera bien.
—Ahora es tu turno.
—Dile a ella que devuelva a mis amigos. Y con ellos, a mi madre. —exclamó enfadado.
—Ya has oído al demonio lobo. Ahora dale lo que quiere.
Fadregre negaba con su cara larga. En la bruja aún chasqueaba el enfado y la venganza. Luego los encantos se abrieron paso para dejar pasar a los rehenes. Derek, Donag, y una capa larga.
Carowkrele se acercó para ver a la chica, quien comenzaba a despertar en los brazos de Harry.
—Kai… —éste acarició su mejilla, mientras ella se encontraba con ambos rostros, Carowkrele y Harry—. Estarás bien…
— ¿Harry? ¿Carow? —dudó, y luego Harry le sonrió tímidamente—. ¿Dónde estoy?
—Estás a salvo, princesa. —respondió Harry con ternura.
Derek y Donag corrieron hacia ellos, y la capa oscura iba tras ellos. Harry sostenía a la chica en el suelo, sobre su regazo y el calor que emanaba su temperatura de hombre lobo.
—Qué lindo —se acercó el hombre dragón—. Pero tenemos deudas entre nosotros, chiquilla.
Carowkrele tomó sus manos y la sostuvo en equilibrio mientras Harry se ponía de pie. Kailan se recargaba en Carow, pero miraba a Harry con un brillo en sus ojos que no podía evitar.
Sólo ellos dos sabían sobre lo que había ocurrido hace un par de días. Ese beso que los mantuvo unidos hasta ese final…
La capa larga se colocó en frente de Harry, y luego descubrió su rostro. Ambos se encontraron el uno al otro. Esa debía ser su madre, que por primera vez había visto en toda su existencia.
—Harry… —musitó con una voz tan dulce que a Harry lo mantuvo con seguridad. Ella era hermosa, su cabello era de un color café chocolate. Y sus ojos, sus ojos eran idénticos a los de ella. Él podía reflejarse en su mirada. Era su hijo. Ese era. Era Harry.
—Madre —la abrazó con tanta intensidad y amor que supo que su afecto era sentimental. Se sentía que estaba con ese pedazo que faltaba en su vida. Eran hijo y madre. Eran familia. Y verla, para él era lo más especial de todo.
—Harry —le tomó de ambas mejillas—. Tienes que irte. No puedes quedarte en éste mundo. Ella te encontrará.
Había algo en sus ojos. Algo que causaba miedo. Lo estaba alertando de algo.
¿O de alguien…?
— ¡Suficiente! —gritó Demarco, junto a Envalay, quien se veían preocupados y enfurecidos—. Pueden irse tus aliados. Pero tú te quedarás.
—Ese no era el trato. —replicó firme, con astucia y firmeza—. No puedes cambiar los acuerdos.
—Yo cambio lo que se me venga en gana, maldito lobo despiadado. —su cuerpo comenzaba a optar forma de dragón, cuando todos empezaron a retroceder para dejar crecer al monstruo.
—Una vez te dije que tuvieras cuidado a quien le dabas la mano, chico. —comentó el brujo, asustado.
La risa sufragio de la bruja comenzaba a resonar en sus oídos, cuando un humo comenzó a salir de la tierra, haciendo aparecer a Jakebson.
— ¡Y pensabas que ellos te dejarían libre! —gritó la bruja con una voz gruesa y larga.
Harry miró a su madre.
—Ellos no son el enemigo, Harry. —le dijo—. Ella está aquí. Ha llegado. Tienes que irte.
— ¿Quién, madre? No te dejaré con aquí con ellos. No puedo hacer eso…
—Ella irá por ti. —le tomó nuevamente del rostro—. No puedo dejar que te lleve con ella…
El dragón comenzaba a arrogar fuego sobre la Torre De Helaas, que comenzaba a incendiarse con precipitación. Las criaturas comenzaban a correr por todos lados, cuando los encantos disparaban flechas encendidas en fuego hacia el dragón.
—Querías ver el infierno, niño mocoso. —Fadregre comenzaba a acercarse con furia hacia Harry, pero éste ya estaba transformado en el monstruo interior—. Ahora lo vas a conocer.
Comenzaba a atacarle con sus poderes, derribando al lobo contra una ventana que se quebrantaba poco a poco por la fuerza.