El Lobo y el Hechicero

Mi alfa, tu beta

Dante

Mi madre llegó cuando Charlie me sacó de su casa por la pelea, aunque ambos ya nos reconciliamos tengo que mudarme a mi casa otra vez. El ambiente del lugar es pesado y oscuro, no digo que fuera todo color de rosa, pero es peor de lo que ya lo era. Mi mamá no me habla, es como si estuviera muerto para ella, no sé qué fue lo que cambió en ella, la última vez que me veía me abrazaba con mucha fuerza y ahora la única mirada que recibo de ella es una llena de odio.

La cena es la parte más complicada, hace comida para los dos y en lugar de servirme pone el plato con comida en donde mi padre solía sentarse.

— ¿Y qué pasó en la clínica? —me ignora, es como si no existiera—. Te extrañé mucho, este lugar se ha puesto de cabeza.

Sigue comiendo sin mirarme y observando el plato que yo mismo sé que no debo tocar.

— Tenemos un nuevo maestro de literatura, es muy éxotico para ser maestro, pero sigue siendo un buen maestro —no me escuchará, pero al menos puedo hablar sin esperar un golpe—. Estamos leyendo la Divina Comedia como proyecto, nos ha puesto a analizar los simbolismos de la novela y explicar qué es lo que quiso decir el autor y qué entendemos personalmente.

Silencio incómodo.

— Iré a dormir, mañana inician las clases otra vez. 

— Eres un desgraciado, ¿cómo puedes dormir tan plácido cuando ha ocurrido una tragedia?

— Tengo sueño, ha sido una semana infernal.

— ¡Tu padre murió, debes sufrir lo mismo que sufrió él!

Ahora se volverá igual que él, queriendo descargarse con las personas. No pienso lidiar con ella, estoy harto de hacerlo con mi padre, con ella es lo mismo.

— ¡Hazme caso cuando te hablo! —intenta detenerme, pero no puede conmigo, cosas de hombres lobos—. ¡Eres una sabandija igual que tu hermano! ¡Mírame a la cara!

La hago a un lado y me encierro en mi habitación. Quiero llorar, pensé que me estaba librando del demonio de mi padre y ahora ella será igual o peor. Golpea la puerta tan fuerte como mi padre, toda la fuerza que había construido se derrumba al sentirme abandonado, ahora el último familiar que me quedaba me odia y lo único que quiero es un familiar que me quiera.

— ¡No te escondas, mocoso malcriado!

Me permito soltar algunas lágrimas, el mundo me ha abandonado y estoy más solo que nunca, ruego que mi manada venga por mí para que tenga una familia que realmente me ame porque la que tengo ya no me quiere.

— ¡Eres igual que papá, un monstruo! —no me importa que me grite aún más, sé que aquí ya no me siento seguro. No sé donde más quedarme, Charlie y yo seguimos con algunas rencillas después de la pelea y no podría quedarme ahí sin sentir que Charlie me está apartando—. ¡Por eso Logan escapó de esta prisión!

— ¡Todo lo que sacrifiqué por ti lo tiras a la basura por tu egoísmo!

No quiero seguir aquí, estoy tan harto de que me aplasten y yo sea el villano, el malo del cuento que patea perritos y le roba dulces a los niños y aquellos que me aplasten no sean más que víctimas indefensas cargantes de un pasado lleno de miseria y dolor. Cuando mamá se cansa muevo la cama a la puerta y en dos mochilas meto todo lo importante y cargo lo demás que no puedo dejar aquí. Me iré con la única opción que tengo.



 

Sheppard vive al lado de su tienda de antigüedades, al verme llorando y con mis cosas asume lo que ha pasado y me deja quedarme en la habitación de huéspedes, una de las dos habitaciones con camas, los niños duermen en pequeños colchones como los de un perro grande y Sheppard me explica que así duermen los cachorros licántropos, cuando sean lo suficientemente grandes les comprará sus camas. Me instalo en lo que parece ser mi nueva habitación por ahora, no creo volver a mi casa sin tener a mi madre acechándome. En cuanto Sheppard pregunta qué fue lo que pasó me rompo y le termino confesando todo en lágrimas al punto de que todos los niños se levantan y me consuelan, aunque la mayoría lo hacen más como un lobo ofreciéndole paz a un posible enemigo y sólo Mason lo hace de manera honesta, seguramente porque solo él me aceptaría en su manada.

Me despierto justo a tiempo para ir a la escuela por naturaleza, decidí no usar el despertador para no arruinarles el sueño a los niños, aunque Sheppard sí usa uno que escucho cuando ya terminé de cambiarme.

— Eres un madrugador, Anderson.

— Me gusta disfrutar de una buena mañana.

Me ofrece dinero para gastar en la escuela, aunque lo rechazo al tener empleo y ser un invitado, él dice que como hermano de la manada soy casi como su hijo, aunque sigo sintiendo que no pertenezco ahí. Debo enviarle un mensaje a Charlie para que no pase por mi casa y llegue por mí a la tienda de antigüedades, tras una noche sin sueño y con tristeza puedo contar lo que pasó sin que me afecta demasiado, los abrazos de Charlie me reconfortan y me hacen sonreír naturalmente y no de forma forzada.

— Si quieres puedes vivir conmigo y mis papás te aceptarán y hablaran sobre esto con tu mamá, no es justo que te culpe por algo que no es tu culpa, mereces tanto apoyo como ella lo tuvo cuando tu padre falleció.

— Sheppard dijo que me puedo quedar, dice que soy parte de su manada, aunque sigo sintiendo lo contrario.




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