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El Templo de las Sacerdotisas, corazón de la ciudadela Aetherium, se sentía tan frío y húmedo como el mar, pero tan solemne como un juramento eterno. Andreina, vestida con túnicas sencillas que Kael y Lira le habían proporcionado, estaba de pie junto al estanque central. Kael, ahora a su lado como protector, su madre, Lila, una de las sacerdotisas, lo miraba asombrada desde su silla, jamás había visto a su hijo preocupado por alguien, ella lo miraba con orgullo silencioso.
La Sacerdotisa Principal, con la piel arrugada por los años pero los ojos más brillantes que el cristal, se dirigió a Andreina.
—Yo soy Thalía, Sacerdotisa Principal de esta Reino —dijo con voz grave y resonante—. A mi lado se encuentran mis hermanas, la Sacerdotisa Lila y la Sacerdotisa Maeve. Hemos sentido la vibración de tu linaje. Ahora, respóndenos con la verdad, y solo con la verdad. Si mientes, lo sabremos. La magia de este Templo nos revela toda falsedad.
Andreina sintió un escalofrío de comprensión al darse cuenta de la seriedad del momento. Con un gesto instintivo de reverencia, se arrodilló tres veces ante las Sacerdotisas, tocando el suelo con sus manos en un gesto de humildad ante las venerables sacerdotisas.
—Mi madre se llama Esmeralda —comenzó Andreina, su voz clara a pesar de su agotamiento—. Ella es una gran hechicera que por muchos años vivió en la tierra de los humanos. Por cosas del destino, y buscando su origen, terminó en la Isla Lúmina, la Tierra de los Lobos, donde conoció a mi padre, Arturo.
Hizo una pausa, tomando aliento para la parte más delicada de la historia.
—Fue allí donde mi madre descubrió su verdadero destino: proteger la Isla Lúmina. Su verdadera protectora, mi abuela Samanta, había fallecido poco después de su nacimiento. Antes de partir, Samanta le confió la protección de la isla a mi abuelo Ángel, el líder de los lobos, un hombre sabio y valiente. A pesar de su linaje, mi madre sentía un profundo afecto por los humanos, y se convirtió en un puente para que ellos entraran a la isla.
El silencio fue abrumador. Thalía asintió lentamente, sus ojos entrecerrados.
—Mi madre fue llevada fuera de la Isla Lúmina, lejos de su hogar y su propósito. Y en su lugar, una nueva hechicera fue elegida para asumir el papel de protectora de la isla, una tarea sagrada y peligrosa. Junto a mi padre, mi madre se embarcó en un viaje en busca de un refugio seguro, un lugar donde pudieran construir un hogar y una vida juntos. Finalmente, después de mucho viajar, llegamos a una isla remota, un lugar inhóspito habitado solo por serpientes venenosas y vegetación exuberante. No sé si ustedes la conocen, Sacerdotisa.
Thalía y las otras sacerdotisas intercambiaron una mirada significativa. La mención de las serpientes evocó una tensión palpable en el aire.
—Sí, la conocemos —respondió Thalía, su voz ahora más dura y llena de una autoridad que no admitía discusión—. Es hora de que conozcamos la verdad, pasemos a la prueba. El siguiente ritual nos revelará el hilo de tu linaje y el camino de tu destino.
La segunda Sacerdotisa Lila, madre de Karl, se acercó a Andreina para dar inicio al ritual de la sangre
La Sacerdotisa Principal hizo una pausa, su mirada fija en Andreina, mientras el silencio se apoderaba del templo. La tensión era palpable, y todos los presentes parecían contener el aliento, esperando a ver qué sucedería a continuación. La voz de la Sacerdotisa Principal resonó de nuevo,
—Si llevas la sangre de Samanta, este estanque se iluminará con un resplandor sagrado, revelando tu verdadero linaje y tu destino.
Lila la Sacerdotisa se acercó con el cuchillo de obsidiana. Sin dudar, hizo un corte en el dedo de Andreina y dejó caer la gota de sangre sobre la gran fuente de agua. El agua estalló en un resplandor dorado y blanco tan intenso que las sombras en el templo desaparecieron. La Sacerdotisa se inclinó ante la fuente.
—Es un poder que arde latente. La joven es una hechicera auténtica.
La Sacerdotisa Principal sonrió.
—Bienvenida, hija de Samanta. Dime, joven, ¿alguna vez has utilizado tu magia?
—No, Sacerdotisa —respondió Andreina, con la voz firme—. Solo he dejado salir a mi lobo. Mi hermano es quien siempre ha dejado fluir la magia.
—Los híbridos son extraños, pero son seres excepcionales —pronunció la Sacerdotisa Thalía—. Te ayudaremos a que esa magia crezca, para que un día llegues a ser una Sacerdotisa como nosotras. Has salido de tierras de serpientes para encontrar tu verdadero hogar.
Andreina sintió una alegría desbordante. Por fin había encontrado el lugar al que pertenecía.
El sonido de las trompetas de plata fue como un trueno en un cielo despejado, sacudiendo el templo hasta sus cimientos. La Sacerdotisa Principal se detuvo en medio de su ritual, su mirada sorprendida y preocupada.
¿Qué podía ser tan importante como para interrumpir un momento tan sagrado? La tensión en el aire era palpable, y todos los presentes se preguntaban qué sucedería a continuación.
La mirada de Thalía se endureció, y su voz se convirtió en un susurro cortante.
—¿Quién osa interrumpir este ritual sagrado? —Preguntó, su tono exigiendo una respuesta inmediata.
La tensión en el templo se hizo aún más densa, y todos los presentes se inclinaron hacia adelante, esperando a ver quién se atrevería a responder a la pregunta de la Sacerdotisa.
—Perdón, Sacerdotisa. Los centinelas han traído a un prisionero desde las murallas. Un hombre que dice ser híbrido y que ha llegado a la isla sin autorización, evadiendo los sellos.
Thalía, a pesar de su molestia, sintió la obligación de la ley. La irrupción de un intruso, y peor aún, un híbrido, era un asunto de seguridad para la ciudadela Aetherium.
—¡Que lo dejen entrar! Veremos qué tipo de bestia ha conseguido burlar la protección de nuestros sellos.