El lobo y las serpientes

Capítulo 19: La ira de la reina.

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El eco del veredicto final resonaba aún en el Templo de Aetherium. —Ustedes son Sacerdotes. —Kael sonrió, sintiendo la justificación de su instinto y la profunda conexión con sus nuevos parientes.

La Sacerdotisa Principal, Thalía, se levantó de su trono, su rostro, aunque marcado por los años, se veía suave y maternal por primera vez.

—Todos retírense y déjenme con los jóvenes. —dijo Thalía, con una autoridad que no admitía réplica.

Las otras dos sacerdotisas, Lila, la madre de Kael, y Maeve, se inclinaron ante su hermana mayor. Tras ellas, todos los presentes, incluyendo a Kael y a los centinelas, empezaron a salir del Templo, dejando sola a la Sacerdotisa Thalía con los gemelos.

Un silencio respetuoso se apoderó del Templo, solo interrumpido por el suave susurro de las velas. Thalía se acercó a los gemelos y tomó sus manos.

—Mis queridos sobrinos —dijo, su voz cargada de historia—. Yo soy la Sacerdotisa Principal de este reino, y soy la hermana de vuestra abuela Samanta. Vuestra abuela decidió ir a la Isla Lumina para proteger el precioso mineral que la isla posee. Hace más de treinta y cinco años, su lámpara se apagó. La lámpara es mágica, todo hechicero la crea con su poder, y se encuentra en la Torre más alta del palacio de los monarcas de nuestro reino. Pensé que, al morir, ella seguramente no había dejado descendencia. Pero mírenlos, aquí están ustedes. Bienvenidos a la isla de Ilvayem, bienvenidos a la ciudadela Aetherium.

Ambos jóvenes agradecieron a la mujer mayor, conmovidos por su amabilidad.

—Esta Ciudadela se llama Aetherium —explicó nuevamente Thalía—. Es donde viven nuestros reyes y donde viven y se entrenan a los hechiceros, pero en la isla hay muchísimos pueblos: está la ciudad de las hadas, de los trolls, los duendes y vampiros, entre otras especies. Todos viven en esta isla. —No van a encontrar ningún lobo aquí —aclaró, con un matiz de tristeza en su voz—. Ellos tienen su propia isla con el mismo mineral similar al nuestro. Al igual que la de ellos, nuestra Isla se mantiene de pie por la energía del Ilvayem, un mineral que da vida a todo aquel que lo toca.

—Realmente nunca me imaginé que en el mundo hubieran más seres especiales —dijo Albeiro, asombrado por el universo que se abría ante él.

—Aquí todos vivimos en paz —continuó Thalía—. No hay guerra, aunque sí hay conflicto de autoridad. Algunos de nuestros monarcas han sido hechiceros con poca sabiduría, y eso ha hecho que haya incomodidad en toda la isla, pero el respeto por las Sacerdotisas es la ley más alta. Tranquilos, más adelante se enterarán de todo. Sé que con ustedes en Aetherium, todo va a cambiar, todo va a mejorar.

Thalía, ignorando la suciedad de las ropas de Albeiro, lo abrazó con ternura. Luego abrazó a Andreina.

¡Claro! Aquí te dejo el texto con los cambios agregados:

—Síganme.

Ambos siguieron a la Sacerdotisa, la cual salió del Templo por una puerta discreta y llegó a una pequeña casa adyacente. Los invitó a sentarse en una mesa lateral para tomar té y comer.

—Ya que el ritual ha terminado —dijo Thalía—. Necesitan nutrir su cuerpo para que su espíritu esté fuerte y su magia pueda asentarse.

Mientras los gemelos bebían el té con avidez y comían el pan, la tranquilidad fue rota por un ruido seco y autoritario en la entrada de la casa de la Sacerdotisa Principal.

La puerta se abrió con un crujido, y Viviana entró con un aire de autoridad, su mirada escaneando la habitación como si buscara algo o alguien. Vestía un traje suntuoso y arrogante, más apropiado para una fiesta. Sus ojos, fríos y calculadores, se posaron con una mirada de profundo desagrado y sospecha en los gemelos.

—¿Qué sucede, Sacerdotisa? —demandó la mujer, dirigiéndose a Thalía con un tono de exigencia—. ¿Por qué no fui avisada de la llegada de estos intrusos? ¿Cómo alguien pudo entrar en nuestro reino sin mi conocimiento? Después de la muerte de mis padres, yo quedé como Reina de toda la isla, soy la Reina de Aetherium, no tú. ¿Cómo se te olvida que no puedes pasar sobre mí?

Thalía mantuvo la calma, respondió con firmeza, aunque sin levantarse de la mesa.

—No es el momento, Viviana. Espera unas horas a que ellos estén bien. Luego te daré una explicación.

—¿Solo Viviana? —repitió la Reina, su voz llena de ira—. Soy tu reina. No lo olvides.

La mujer, ofendida por la falta de deferencia, ignoró la orden. Avanzó con pasos firmes hacia la mesa, su presencia cargada de una hostilidad palpable hacia los recién llegados. Con un golpe seco, se sentó en el centro, mirando a los gemelos con desprecio.

El golpe seco de la Reina Viviana al sentarse resonó en la pequeña casa, haciendo temblar las tazas sobre la mesa. Su mirada, fría y autoritaria, se clavó en Thalía, ignorando por completo la presencia de los exhaustos gemelos.

—No me has respondido, Sacerdotisa —demandó Viviana, su voz baja, pero cargada de amenaza—. ¿Quién dio la orden de desactivar los sellos de seguridad para dejar entrar a estos... intrusos? ¿Y quién eres tú para decidir el destino de los forasteros sin consultarme a mí, la Reina de toda la isla Aetherium?

Thalía mantuvo una serenidad inquebrantable, tomando un sorbo de té antes de responder.

—Nadie desactivó los sellos, Viviana. Ellos naufragaron, y la magia del Ilvayem los trajo. Y en cuanto a la autoridad, te recuerdo que la ley fundamental de Aetherium sitúa a las Sacerdotisas por encima de la Monarquía en asuntos de magia, linaje y protección del mineral. Yo no paso por encima de ti; cumplo con mi deber.

La Reina se levantó de golpe, la seda de su suntuoso vestido crujiendo con su movimiento.

—¡Mentiras! ¡La ley dice que soy vuestra Reina! Y como Reina, ordeno el arresto inmediato de estos dos. Son espías enviados por nuestros enemigos los humanos, bestias que desean robar nuestro mineral y destruir la paz que mis padres mantuvieron. Míralos, huelen a suciedad y a pobreza.




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