El Loco Charliethomson(psicópata,amor,vangogh,arte)

Cap 5

La cabaña solitaria y el suave descenso de las hojas otoñales, como lágrimas de árboles marchitos, despidiéndose melancólicos, convierten su estancia en aquel lugar en una experiencia lúgubre que refleja la pena que aprisionaba el alma de Charlie.

Fue entonces, cuando Esteban, envuelto en un manto de niebla, se acercó y golpeó la puerta con manos que a Charlie le parecían haber surgido de la oscuridad misma. Al abrir la puerta, un abrazo cálido, aunque extrañamente gélido, envolvió a Charlie, como si una presencia antigua lo estuviera rescatando de las garras del olvido y tejiendo un nuevo hilo en la urdimbre del destino.

- Charles, te he echado mucho de menos - añadió Esteban con entusiasmo.

- Pero... ¿no deberías tener miedo de mí? - preguntó Charlie.

- ¿A qué tonterías estás refiriéndote, Charlie? - dijo burlándose, provocando una sonrisa en el rostro de Charlie. Mientras sostenía un cuchillo de cocina en una de sus manos, lo movió ligeramente manteniendo los brazos ocultos, y luego lo tomó por la hoja, aplicando presión con fuerza y cortándose la palma de la mano. Luego fue a preparar un poco de té con agua caliente para su amigo.

- Hola, Charlie. Te he echado mucho de menos - dijo la voz de Rose mientras lo abrazaba por la espalda. Él se volteó y le dio un beso apasionado.

-¿Cómo es posible que vengan a verme después de todo lo sucedido? - exclamó Charlie emocionado.

-¿No me digas que vas a empezar a llorar como un bebé? -se burló Esteban.

- Por supuesto que no, -respondió Charlie antes de perseguir a Esteban por la habitación en un juego amistoso.

Charlie experimentó un breve destello de alivio, como si finalmente hubiera alcanzado el final de un interminable calvario, breves momentos de paz se insinuaron en su corazón, y por un instante, vislumbró la posibilidad de que todas las perturbadoras experiencias previas fueran simples quimeras. Sin embargo, al volverse para buscar a sus amigos, la cruda realidad se impuso de manera brutal: la habitación estaba vacía, salvo por la puerta entreabierta que oscilaba lentamente con la brisa nocturna. "¡Rose! ¡Esteban!" gritó con desesperación, con la esperanza de que su llamado no fuera ignorado, pero la ausencia de respuesta se fundió con el silencio, atizando su creciente inquietud.

La noche se cerraban a su alrededor, desgarrando cada hilo de seguridad que creía poseer, una sensación punzante de peligro se apoderó de él, como si el mismo aire que respiraba estuviera impregnado de una malevolencia palpable, en ese abrazo oscuro, la cabaña parecía convertirse en un refugio vacío, acechado por una presencia siniestra que se alzaba en cada rincón, cuando una fría mano se posó en su hombro, el contacto helado envió un estremecimiento por su espina dorsal, podía sentir la presión, la intención de arrastrarlo hacia fuera, como si una entidad invisible se burlara de su resistencia, la sugerencia de la presencia le nublaba la mente, como si una entidad indescifrable le susurrara al oído que fuera directo a su perdición, creando una lucha interna entre su deseo de huir y su miedo paralizante de lo desconocido, ansiaba escabullirse de la cabaña, pero un miedo más profundo lo mantenía firmemente anclado en su sitio, la tentación de ceder a la voluntad que lo instaba a escapar era feroz, pero permaneció, luchando contra el impulso que se arrastraba desde las sombras, la incertidumbre lo envolvía como una mortaja, y temía que enfrentarse a lo desconocido, someterse a aquel impulso proveniente de algo que no llegaba a reconocer, sería mucho peor que quedarse donde estaba, inseguro de lo que debía hacer a continuación, su mirada se detuvo en la puerta ahora abierta, una invitación tétrica que parecía desafiarlo. Entonces la puerta se cerró de golpe creando un espasmo en todo su cuerpo, abriéndose esta lentamente, fue entonces cuando, desde la oscuridad de la noche, los sonidos de pasos pesados resonaron en el pasillo, y los rostros de sus amigos emergieron de entre las sombras, cargando botellas de licor como si nada hubiera ocurrido. El alivio de verlos con vida asestó un golpe firme a su miedo.

-Que pasa Charlie? Ya deja de gritar- dijo Rose entregandole una de las botellas.

- te ves mal amigo - comentó Esteban riendo despreocupado mientras entraban a la cabaña.

La semilla de duda que se aferraba a su mente se alimentaba de los detalles más pequeños, haciendo que cada gesto, cada palabra, resonara con una acidez desconocida. Había algo errado en la forma en que habían regresado, en la falsa despreocupación que intentaban proyectar. La chispa de alivio que había avivado su espíritu se extinguía lentamente, dejando un rastro de desconfianza que se enroscaba en su interior como un animal salvaje.

-¿ Están... ustedes bien?

- ¿por qué estaríamos mal Chars?- añadió Esteban sarcástico - eres ciertamente paranoico continuó mientras vería algo de licor en un vaso algo quebrado.

Cada detalle, cada gesto, adquiría matices retorcidos, como si los rostros que miraba no fueran los mismos que recordaba, la sospecha se tornaba en certeza, aunque reconocibles en apariencia, adquiría una capa de desconocido, como si fueran meras sombras de sí mismos. El alivio inicial se desvanecía ante la inquietante percepción de que algo más, algo oscuro y siniestro, había regresado con ellos desde la oscuridad de la noche.

- Ten un poco para ver si te relajas - dijo Rose mientras tomaba el vaso que Esteban había servido, extendiéndolo hacia Charlie, de repente, unas gotas rojas comenzaron a escaparse de las manos de Charlie, goteando lentamente desde el borde del vaso, lo que provocó un silencio en la habitación, el líquido resbalaba por sus dedos, formando un charco sobre el suelo de madera, el rostro de Rose se petrificó en una expresión de abrumada sorpresa.

—¿Qué sucede, Charlie? ¿Qué es esa mancha roja? —preguntó Esteban, con evidente preocupación reflejada en sus ojos.




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