14 de mayo de 2048.
Casi no dormí por dos razones: una, mi emoción descontrolada; y dos, la llamada de Iris que me dejó pensando mucho. Tuve la suerte de no sentirme cansado, aunque conociéndome, voy a tener sueño en el velobus. Salí media hora antes de que fuera el horario de partida, sin despertar a Bárbara, y como ella pone el teléfono auricular en vibrador, mandé un mensaje de voz a su número y me fui.
Utilicé un taxi común para ir al terminal, revisé mi reloj de anillo y luego bajé del vehículo. El cielo se empieza a iluminar y puedo ver a varias personas movilizarse por los alrededores. Recibo una llamada de Daniel y contesto de inmediato.
―¿Qué me cuentas, Dani? ―pregunté mientras pasaba por los pasillos que revisaban mi bolso.
―Ya llegué al terminal, chamo, ¿sigues pegado a la cama?
―Estoy pasando por la revisión de maletas ―La máquina dio luz verde para que saque mi equipaje―. Estoy cerca, ¿están los otros compañeros?
―Solo Toño, Gabriel, Andrea, Verónica, y la callada que no recuerdo su nombre... ah, ahora me está mirando. Estamos dentro del velobus.
―Ah, menos mal, ya me asustaba de que no haya fila en la sección de Caracas. ―Me doy cuenta que otros compañeros están subiendo, a este ritmo no podré sentarme al lado de Daniel―. Se nota que todos están emocionados por ver al Blodmiz.
―No somos frikis como tú, pero sí estamos emocionados de estar tan cerca de uno. Mierda ―susurró―. Tendrás que buscar otro asiento, amigo.
―Colgaré.
―Pon tu auricular en modo chat, hablaré contigo así, adiós.
―Adiós.
Me subí al velobus, siento algunas miradas sobre mí, me saludan compañeras de forma amigable, y otros solo me miran de arriba a abajo con un gesto de desagrado. No tengo ganas de compartir asientos con Gabriel o Jesús y no tengo permitido sentarme con alguna compañera a pesar que demuestre que no soy heterosexual, así que me senté al lado de Antonio Bolívar, como no están los otros que lo admiran, es normal que su asiento esté vacío.
―Disculpe que me siente aquí.
―No hay problema ―me dice con amabilidad, a pesar de que se ve cansado―. Eres Alexander, ¿verdad? Lo siento, no pude aprenderme tu nombre.
Este hombre es tan formal y tan susceptible que el que no le conoce piensa que fue criado en Inglaterra en vez de Venezuela. Aquí he conocido personas formales, pero son muy escasas, es raro conseguir personas consideradas, como si individuos como Antonio estuvieran en peligro de extinción.
―Es Darius, y no me importa si usas mi alias ―. Por un momento no sé qué más decir, así que se me ocurre lo primero que se me viene a la mente―: Pensé que yo iba a ser el primero o segundo en llegar, mi ego de friki se siente herido.
―Supongo que a muchos le interesa, otros... no tanto, en realidad. No soy fanático de los extraterrestres, tan solo sé que existen los Exorares y los Xatin ―admitió.
―En realidad, hay cinco razas en nuestra galaxia, pero no pertenecen al mismo sistema solar que nosotros, eso podría explicar en porqué no teníamos idea de sus existencias.
Antonio parecía observarme, algo ridículo, ya que él es ciego, pero me daba la impresión de que yo fuese evaluado por él, no sé qué está pensando, solo sé que sus ojos negros están fijos en mí de alguna manera. Sus labios son llenitos y de un color rosado ―Iris lo envidiaría―, sus ojos son dos medias lunas que transmiten una mirada encantadora, su cabello castaño estaba entrenzado; es más alto a simple vista y es mayor que yo.
―Disculpa si te incomodo, pero estoy un poco cansado en estos momentos, no sé si te moleste en que duerma.
Yo asiento y me doy cuenta de mi acción estúpida.
―No pasa nada, puedes dormir con toda confianza, Daniel suele dormirse en todos los viajes. ―Reviso mi reloj de anillo―. Faltan cinco minutos antes de que arranque el velobus, pero conociendo esta situación, es muy probable que a uno se le haga tarde y tengan que esperarlo.
Antonio suspiró de alivio.
―Muchas gracias por tu comprensión, normalmente a muchos les molesta en que duerma un poco y siempre me pasa cuando viajo por Orquídea.
―No eres el único. Me uniré a la vaina, no he dormido bien ―. Incliné el asiento hacia atrás y Antonio lo hizo también, coloqué la división para que no sucedan accidentes mientras dormimos.
Cuando lleguemos a Caracas, nos hospedaremos en un hotel por tres días, ya que según, la sesión es hoy, mañana una reunión entre Orquídea y el presidente, y luego se hará una fiesta con piscina ―solo si la reunión va bien, si no, nos íbamos―, me imagino que será en la alberca del hotel. Recuerdo que en la última fiesta, muchos estaban tan ebrios que algunos no les importaba manosearse entre ellos, siempre me iba antes de que todo se volviera un caos y me llevaba a Daniel arrastrado de lo borracho que se pone.
Mis ojos se cerraron y me dejé sumir por el sueño.
[...]
Entramos al hotel, nos asignaron habitaciones y recibí quejas de Daniel quien me reclamó en dejarlo solo sin chatear con él en el velobus. Como Antonio es el favorito de la industria ―por obvias razones―, él tenía la opción de tener una habitación con quien quisiera, fue una sorpresa en que me eligiera como su compañero de habitación, Dani maldijo su suerte porque le tocó con el pesado de Gabriel.
―Tienes suerte ―me dijo palmeando mi hombro―. Te va a tocar con el lindo y amable Toño. Yo tendré que soportar el lloriqueo y el bulliyng de Gabriel.
―Que Dios te bendiga para no soportar el olor a marihuana de Gabriel y su tufo asqueroso por las noches ―le murmuré.
Tuve pésima experiencia con Gabriel Ramírez como compañero de habitación, él es el modelo número dos de Orquídea, y tiene el ego más grande que China. Tuve que soportar sus comentarios despectivos, sus insultos de mimado, que trajera chicas a la habitación y que no me dejaran dormir con su bulla, que se emborrachara, que fumara marihuana en la habitación a pesar de que estaba prohibido hacerlo, ¿qué le dieron de niño?, ¿petróleo?