El lord de las estrellas (gay).

005: Celebración reprimida.

16 de mayo de 2048.

Ese día no me pude quedar quieto, así que me desahogué con un trote mañanero, casi no dormí de la emoción. Antonio debió dormir hasta tarde, supongo que está agotado desde que Sofi lo citó ayer, incluso se notó nervioso ayer antes de dormir.

Después de terminar de correr, me dirigí a mi habitación para bañarme, pero en el elevador me topé con Gabriel «qué suerte tengo» me dije con sarcasmo. Intenté no mirarlo, tampoco quise buscarle conversación, pero el grueso cristal del elevador me mostraba en que él no dejaba de mirarme con el ceño fruncido, algo que me erizó la piel, supongo que es el sentido arácnido que desarrollé al convivir con este pendejo.

―Parece que te convertiste en la puta de Antonio ―dijo de la nada.

―¿Puta? ¿Eso aún se usa como un insulto? ―respondí con la voz más calmada que pude hacer―. Parece que no se puede esperar un saludo normal por tu parte.

Sonrió de una manera que me pareció irritante.

―Ese amigo tuyo es un aburrido, es igual de sometido que otros, no me da tanta pelea como tú.

―Vaya, parece que me extrañas.

―¿Por qué Antonio te escogió como compañero de habitación?

El elevador se abre y salimos, pero él no deja de perseguirme para obtener una respuesta, yo freno con cierto enojo.

―Qué ladilla contigo, ¿por qué tanto interés? Ni que fueras mi mamá o mi novio ―, aún me siento sudado. Si antes me sentía emocionado, Gabriel echó a perder mi ánimo―. A él le caigo bien, así que me eligió como compañero de cuarto ¿feliz?

―¿De verdad? ―cuestionó con sorna―. ¿No estará interesado en tu puto culo?

―No sé, y si es así, ¿por qué te importa? Ve a fumarte algo o a tirarte a alguien, no estoy de humor.

―¿Darius? ―se escuchó la voz de Antonio al abrir la puerta. Por poco y olvido en que estábamos cerca de mi habitación― ¿Eres tú?

―Ah, sí, soy yo ―calmé mi tono de voz.

Escuché un bufido de Gabriel.

―¿Estás peleando con alguien?

―Este no es asunto tuyo, maldito ciego de mierda ―contestó Gabriel.

―¡No le digas así, mamagüevo! ―defendí e intenté alejarme de él―. Ya te puedes ir, no soporto esta mierda.

―¿Qué está pasando aquí, caballeros? ―interrumpió el vigilante del hotel con cierta seriedad.

―Nada, yo ya me iba ―dijo Gabriel con el ceño fruncido, sus ojos brillaban como si tuviera ganas de golpearme.

Al retirarse, le agradecí al vigilante por su interrupción y él fue muy amigable. Entré a la habitación y me encontré a un Antonio bien pensativo, como si las palabras de Gabriel le hubiesen afectado.

―Oye, no le hagas caso a ese bestia, te tiene envidia.

―No estoy pensando en eso ―me sonrió―. Todos estamos acostumbrados a los insultos de él. Es solo que me pregunté en porqué te siguió hasta aquí.

―Me acusó en estar tirando contigo ―respondí sin darle importancia―. Supongo que solo quería fastidiarme y lo consiguió, no me quería dejar en paz. Tal vez sea de esos hombres que les encanta ser regañados.

Antonio empezó a reír, ojalá yo pudiese reír de esa manera y no como si me estuviese ahogando. De cierta manera me animó.

―Aunque es un poco extraño en que esté preguntando eso, ¿de verdad le gustan solo las mujeres?, porque su comportamiento de novio celoso contigo no parece estar funcionando.

―¿Escuchaste toda la discusión que tuvimos cerca? ―inquirí con ojos bien abiertos.

―Tal vez sea ciego, pero mi sentido auditivo está bien desarrollado. ―Se sentó en su cama―. También mi olfato, y hueles a sudor.

―Ah verdad, se me estaba olvidando que vine a bañarme. No me demoro.

 

[...]

 

La fiesta empezó a las cuatro de la tarde, algunos se sentaron a beber cervezas, otros dos se broncearon un rato a pesar de que el sol está intenso y el resultado podría ser cáncer de piel. Por otro lado, Daniel y yo nos duchamos, nos colocamos protector solar y nos lanzamos a la piscina, pedimos agua de coco al servicio del hotel.

Antonio parecía discutir de algo importante con Sofi.

Hicimos guerras de salpicadas y de nado, Verónica siempre nos ganaba nadando, tal vez porque estuvo en natación en el pasado. Prácticamente la piscina era usada por nosotros. Rosa se nos sumó trayendo pistolas de agua muy potentes, y para hacerlo más divertido: enfriamos el agua con un solo botón. Descansamos un poco a beber agua de coco bien fría, incluso comí los trozos de coco; nos hicimos en un lugar con sombra.

―Gabriel está mirando hacia acá ―nos informó Rosa―. Creo que te está mirando a ti, Dari.

―Que siga mirando el muy pendejo. Tuve una discusión con ese pajúo esta mañana ―expliqué sin entrar mucho en detalles.

―Debió ser una discusión muy airada. ―Rosa se pegó mucho a mí, es muy confianzuda― No te desanimes, Dari, sabes que nosotros, tu harén, estamos a tu disposición.

No pude evitar sonreír ante su broma. Ella me da un corto beso en los labios, no me molesto porque estoy acostumbrado a ello, solía ser una señal de confianza entre nosotros, Vero lo hace de vez en cuando.

―Oye, Antonio está en traje de baño ―me informó Vero con entusiasmo― ¿Qué tal?

Me quedo embobado viéndolo, no disimulé en nada, nunca se me ocurrió de que Antonio tuviese mejor figura de lo que me imaginé, Vero simuló secarme la baba imaginaria con un pañuelo y Dani siguió bebiendo su agua de coco de manera desinteresada.

―Está buenísimo ―murmuré.

―No necesitabas ni decirlo para refutarlo, tu cara no miente ―comentó María―. Oye, Gabriel te mira como si te quisiera matar.

―No, más bien es como si quisiera matar a Toño ―corrigió Daniel―. ¿Acaso le gustas o qué? Desde que llegamos siempre pregunta por ti y te mira.

―Qué asco ―expreso con una mueca―. Admito que Gabriel Gutiérrez es guapo, por algo es el número dos, pero es muy huevo sin sal.

―De paso, tiene novia ―comenta Rosa sin despegarse de mí―. Le ha montado cacho con toda mujer que se consigue, ¿qué hiciste para engatusarlo?




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