17 de mayo de 2048.
Di vueltas innumerables hasta que abrí los ojos, un dolor punzante invade la parte trasera de mi cabeza, y me concentré tanto por calmar el dolor que no me había dado cuenta de que estoy en la habitación que comparto con Antonio. Volteé para ver la otra cama y ahí se encuentra él, durmiendo. «¿Acaso todo fue un sueño?», tal vez lo sea, ya que siento que todo fue tan irreal, como hablar con un Blodmiz sin que me tiemble el cuerpo de la ansiedad.
Me senté en el borde de la cama y vi el reloj digital colgado en la pared: son las seis de la mañana, alcé una ceja, no es normal que yo me haya levantado tan temprano sin la ayuda de una alarma.
No aguanto el dolor de cabeza, así que fui a cepillarme los dientes, buscar una pastilla para el dolor y tragarla en seco, lo cual me hizo dar un sabor amargo en la boca, no tengo ganas de trotar, pero tengo hambre, «no recuerdo haber cenado ayer», ¿qué tan borracho estuve como para imaginarme cosas y tras eso, no comer nada antes de dormir?
―¿Darius?
Miré a Antonio, quien no se levantó de la cama, solo alzó la cabeza.
―Sí, soy yo, no te preocupes si piensas que es un ladrón.
Me pareció ver una expresión de alivio surcar por su bello rostro. Se nota que lo que viví fue un sueño, nadie rechazaría a Antonio, es tan guapo que, si yo fuese heterosexual, él me haría dudar de serlo.
―¿Cómo llegué a la habitación?
Alcé una ceja.
―Pensé que te habías ido de la fiesta porque te encontrabas cansado.
Me doy cuenta de que estoy usando la misma ropa con la que pasé la noche bebiendo, metí la mano a mi bolsillo por instinto, siento algo extraño, al sacarlo, veo que se trata de una llave con el número de la habitación de…
«Entonces no fue un sueño», me dije cuando la vi, «de verdad que hablé con el Blodmiz». Me halé el pelo para intentar volver a la realidad, pero tal parece que no estoy soñando.
―No, bueno… ―Parece que Antonio intenta explicarse―. Yo la verdad, es que…
―No te preocupes en explicarme, Antonio, sé que debiste estar muy cansado como para desaparecerte de la fiesta de esa manera, menos mal y no me viste borracho ―mentí para evadir el tema, no me gustaría explicarle lo que ocurrió.
―¿Yo ya estaba aquí cuando tú llegaste?
―Sí, ya estabas aquí.
No quiero asustarlo con los asuntos de esa secta, que quería ofrecerlo como sacrificio para el Blodmiz. Es un dilema con mi mente, tengo que devolverle la llave al vigilante, no quiero que se meta en problemas por un descuido como este.
[…]
Pude devolver las llaves sin problemas, solo simulé estrecharle la mano con simpatía al guardia para pasarle la llave, fingiendo que todo estaba bien. Aún no hemos empacado nada, ya que nos vamos a horas de la tarde, gran parte de mis compañeros fueron despertados por obligación, y a pesar de que Antonio haya dormido más que yo, no dejaba de verse somnoliento, tal vez tenga que ver con la droga que le suministraron para dejarlo inconsciente.
Como buen compañero de habitación, me senté al lado de Antonio y le di permiso de que se recostara en mi hombro, no fue una molestia en lo absoluto, solo sé que incluso pareciese que me estuviera abrazando.
―¿Por qué te sientes como una almohada?
―Me lo han dicho mucho, digamos que mi masa muscular sirve como una almohada, no entiendo por qué, es algo que heredé también.
―Has heredado mucho ―me dice sin disimular una risa.
Le acaricié el pelo como si estuviese tratando con un gato, no le pedí permiso, pero no se molestó en que hiciese esa acción, lo único que sé, es que todos nos están viendo raro, la mirada de Gabriel es la peor de todas.
―¿Qué le pasa a Toño? ―preguntó Dani mientras se acercaba como si su alma le hubiese abandonado―. Ayer se va sin decir nada ¿y ahora te agarra como almohada?, pensé que tú eras mi almohada personal.
―Nuestra almohada térmica personal ―dijo Verónica al llegar.
Daniel posó una mano en el pecho, se ve ofendido de forma cómica.
―¿Ahora Dari es la almohada térmica de todo el mundo? ―dijo en voz alta armando casi un escándalo.
Estoy seguro de que todos nuestros compañeros han escuchado el drama que hizo, algunos nos miraron con gracia, otros con el ceño fruncido por hacer que la resaca aumentara.
Estamos afuera del hotel, en una gran mesa al aire libre para desayunar juntos, tal parece que ese es el trato del hotel a cambio de publicidad en la página de Orquídea.
Verónica se acercó como la confianzuda que es y olfateó mi hombro como si fuese un perro.
―Hueles a vainilla, Antonio debe estar disfrutando teniéndote como almohada en este momento ―me sonrió con picardía.
―¿Quién no disfruta el que me usa como almohada?
―Cierto.
Intenté concentrarme en comer la arepa maracucha, sentir la sal del queso llanero mezclándose en mi boca con la ensalada y la carne, sin olvidar los trozos de huevo cocido. Hay un buen jugo de mango en un vaso de vidrio a mi lado, hay cubos de hielo en él. Me sorprendí en que no tuve problemas en comer sabiendo que soy una almohada, solo sé que Antonio parece tener el sueño pesado.
―Ojalá me salieran músculos en vez de panza como a ti ―me señaló Daniel, quien tomó asiento a mi lado y empezó a comer.
―Tengo que hacer ejercicios todas las mañanas para bajar las arepas, Dani, ¿estarías dispuesto en hacer esa rutina?
―No, gracias, eres el único imbécil que prefiere trotar al aire libre que usar el gimnasio del hotel ―devoró un gran trozo de arepa maracucha.
―Detesto oler el sudor de otras personas, tampoco soy un amante de los ruidos que hacen los que realizan pesan, se creen Superman frenando un tren o algo así.
―Comparto esa opinión ―dice Rosa desde el otro lado―. Es como escuchar gorilas en celo o algo así, si cierro los ojos, se transforman en otra cosa, por eso me dan ataques de risa en los gimnasios.