Mi hermano Griff y yo crecimos entre maletas
Éramos bebes es Londres, niños pequeños en Múnich
Aún pequeños en Shanghái y un poco grandes en Barce-
Lona. Cuando llegamos a vivir en Brooklyn, creíamos que era-
Mos los niños británicos más geniales de la cuadra. Y quizá lo
Éramos… no había otros.
A lo largo del camino, tuvimos amigos que se llamaban
Matilda, Maxim, Ibrahim, Lí, Emilio y Lester, que quedaron
Esparcidos como migajas de pan en una estela detrás de no-
sotros.
Teníamos pasaportes plegados de sellos y latas de coca-
Cola llenas de monedas extranjeras.
Sabíamos muchas palabras que significaban hola y otras tantas que querían decir adiós.
Y, lo mejor de todo, teníamos unos padres cuyos pies nunca dejaban de moverse. Eran maestros, y enseñaban su camino alrededor del mundo de escuela en escuela y de ciudad en ciudad, y nos llevaban con ellos. Y eso estaba bien para Griff y para mí.
Y luego, un día, todo cambio.