El Lugar más Secreto de mi Alma

Capítulo 4

El domingo hablaron por teléfono muy temprano y Gonzalo le dijo que pasaría el día con su familia y acordaron que sacarían tiempo durante la semana para verse nuevamente cuando sus ocupaciones se los permitiera.

 

Varios días transcurrieron antes de que las guardias del hospital le dejaran algún tiempo libre para verse.

 

Las bombas que predijo Sofía comenzaron a detonar mucho antes de lo esperado, cuando demasiado ocupada con sus obligaciones, y deseosa de ver a Gonzalo, lo instó a comer con ella en la cafetería del hospital.

 

Él llegó a mediodía y le escribió a su móvil para avisarle. Acordaron verse en la cafetería. Allí se dirigió Gonzalo, ubicó una mesa en el atestado local y se sentó a esperar. Poco después Sofía llegó y se sentó a su lado.

 

— Hola bellísima doctora — se levantó y le movió la silla para que se sentara — Si la montaña no va a Mahoma...— un rápido beso entre ellos y se sentaron.

 

— Lamento haber estado tan complicada, este semestre es el último de práctica profesional ¡y estoy realmente a tope! Creo que lo hacen exprofeso para que huyamos antes de perder tiempo en la práctica,  supongo que es para que sepamos lo que viene con el título — hablaba atropelladamente, con evidente tensión.

 

— Disculpa,  sé que estás ocupada,  no debí venir.  Pero deseaba intensamente verte otra vez.

 

— Por el contrario, es como tomar una bocanada de aire puro en un ambiente viciado — le sonrió y acarició su mejilla con el dorso de su mano  — estoy feliz de que estés aquí

 

 —Dicho así, todo cambia — miró a su alrededor y suspiró — ¿Crees que exista algo aquí que podamos comer sin correr ningún riesgo de que nos envíe a la emergencia?

 

—Depende de lo que esperes obtener, como nosotros estamos acostumbrados a comer de prisa, debo decirte que ni saboreamos lo que nos llevamos a la boca,  pero un bocadillo relativamente aceptable puedo conseguirte con mis influencias —le sonrió con picardía y se volvió para buscar con la mirada a la empleada en el atestado lugar. Al verla le hizo señas y casi a gritos le pidió— ¡Rosy, por fa,  trae dos número 3, con todo! Especiales, porque tengo un invitado y no queremos que se lleve una mala impresión — le guiñó un ojo a la sonriente chica y nuevamente fijó su atención en Gonzalo —si sobrevives al No. 3, habrás entrado y salido airosamente del Templo de la Perdición. Puede que hasta "un premio" obtengas...- sonrió sugestiva.

 

—Creo que me estás asustando a propósito, no puede ser tan malo.

 

Conversaron un rato hasta que llegó la chica con dos enormes bocadillos cortados a la mitad, zumos de fruta y patatas fritas en grandes platos ovalados . Gonzalo observó la comida y sonrió.

 

— ¿Comes esto a menudo?— preguntó azorado.

 

— Más de lo que quisiera reconocer, bienvenido al mundo secreto de los estudiantes de Medicina. ¡Que aproveche!

 

Con cierta duda, Gonzalo comenzó a comer y con sorpresa encontró que el bocadillo no estaba del todo mal.

 

— ¿Y,  cuéntame,  cómo ha estado tu semana hasta ahora?— inquirió Sofía mientras atacaba su plato de patatas fritas.

 

— Bastante normal,  trabajo, mucho en realidad,  reuniones,  nada fuera de lo común. No hay muchas emociones en el mundo de las antigüedades.

 

Conversaban tranquilamente mientras comían, hasta que entró un bullicioso grupo de residentes vestidos con sus batas características. Caminaron entre las mesas y pasaron al lado de la pareja. Saludaron a Sofía con expresiones de cansancio y continuaron buscando una mesa libre, excepto un joven alto y delgado, quien se quedó viendo las manos unidas de la pareja, y que Gonzalo acariciaba con un dedo la de Sofía mientras tomaba de su vaso.

 

El joven se acercó a ellos y mirando a Gonzalo de frente, le habló a Sofía.

 

— ¿Qué tal, Sofía?— saludó informalmente— ¿no presentas al "señor" con tus compañeros? - Sofía lo ignoró y el joven habló de nuevo mirando desdeñosamente a Gonzalo —Voy a creer que te criaron los lobos — agregó con ironía observando al elegante caballero que sobresalía entre los demás.

 

La joven lo miró a la cara con gesto de fastidio y le respondió.

 

—Quizás si me importara tu opinión, me habría tomado la molestia, pero...— dejó la oración sin terminar deliberadamente

 

— ¡Voy a tener que enseñarte modales! — el muchacho se acercó a Gonzalo y se presentó a sí mismo— Doctor Javier Sierralta, compañero de Sofía ¿Con quién tengo el placer? — extendió la mano hacia Gonzalo, quien con toda calma, limpió sus manos con la servilleta, se puso de pie y estrechó la mano que le ofrecían.




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