El Lugar más Secreto de mi Alma

Capítulo 8

— No es el momento para hablar de eso, papá, es tu fiesta. Espero que os guste vuestro regalo.

 

— Sofía, no voy a permitir que eches a perder tu vida de esta forma.

 

— Lo acabas de decir tú mismo. Es mi vida papá, no quiero discutir contigo, pero si sigo o no esta relación, no será por lo que tú opines, sino por lo que decidamos Gonzalo y yo.

 

— No puedes entender que ese hombre tiene casi mi edad?

 

— Eso no es relevante, sino si me hace feliz y juraría que eso debería ser lo más importante para vosotros también. Comprendo que es algo que tenéis que digerir, pero, debéis comprender que la única dueña de mi vida soy yo y si me va bien o no con Gonzalo, es a mí a quien va a afectar, soy yo quien se arriesga.

 

— Así que vas a insistir en ese absurdo comportamiento.

 

— Debo hacer las cosas por mí misma o permaneceré para siempre bajo tus alas. Déjame volar, porque no puedes encerrarme en una jaula. Te guste o no, tu niñita creció y ya salió del nido...estoy segura de que si no estuvieras empeñado en que debo hacer tu voluntad, estarías feliz por mí, porque estoy encontrando el amor. No sé si me irá bien, pero lo voy a intentar.

 

— No puedes esperar que apoye semejante atrocidad. Ese hombre va a jugar contigo. ¿Qué crees que puede buscar alguien como él en una chiquilla como tú? ¡Por Dios, yo soy hombre, Sofía! ¡Sé lo que pensamos!

 

— Espero que te equivoques, pero, si así fuera, me tocará vivir el despecho y superarlo. No seré la primera ni la última que se enamore sola. Me tomaré unos tragos, lloraré en el hombro de An y luego saldré adelante y continuaré mi vida, pero va a ser cuando yo lo decida, papá. Quiero que estemos bien, pero no te voy a rogar. Te va a tocar aceptar que ya no tienes el mando en mí o hacerte a un lado.

 

— No voy a ser partícipe del error que estás cometiendo.

 

— Entonces, que así sea, Su Señoría — le dio un beso en la mejilla a su padre —igual siempre vas a ser mi padre, y te voy a amar y respetar. No puedo asegurar que mi felicidad esté con Gonzalo, pero si es así, voy a luchar por eso, por encima de quien sea. Y si no funciona, no me voy a disculpar, porque me hago cargo de mis errores.

 

Abrazó a su padre y se fue al lado de su madre. Le dio un fuerte abrazo y le dijo cuánto le amaba. Giró sobre sus talones y abandonó el salón. Anduvo un rato por el jardín hasta que tomó una decisión.

 

Subió a su coche y salió de la propiedad. Condujo decidida y llegó al edificio donde vivía Gonzalo.

 

Gonzalo salía de la ducha y se puso un pijama, cuando escuchó el ascensor abrirse. Salió de su habitación y fue a la sala y le sorprendió ver allí, a esa hora, a Sofía.

 

— Discúlpame, Gonzalo, debí llamarte, pero no quise arriesgarme a que te negaras a verme, así que convencí al portero de que me abriera. Le dije que me esperabas, por favor, no te enojes con él. Fui realmente insistente— se acercó a Gonzalo y tendió su mano hacia él— necesitaba verte, de verdad, lo necesitaba — Gonzalo tomó su mano tendida y la atrajo hacia él, la estrechó contra su pecho desnudo, y suspiró con el rostro hundido en su cabello.

 

— Sofía, no quiero dañarte, pero te amo tanto — le dijo con pasión y angustia en la voz— sólo de pensar en que un día me odies por haberte obligado a esto, no puedo...— hablaba entrecortado.

 

— Gonzalo, no me obligas a nada. Quiero hacer esto, quiero estar contigo. No importa si es mucho o poco tiempo, sólo déjame vivirlo.

 

Se estrechó más aún a su cuerpo, abrazada a él, colocó su cabeza en el pecho del hombre. Escuchaba el corazón de él acelerado, al igual que el suyo. Sintió un profundo deseo de sentir la piel de su pecho en sus labios, y comenzó a acariciarle con su boca y los ojos cerrados. Gonzalo se estremeció al sentirla.

 

— Por favor... —suplicó con voz vibrante—mujer, no me hagas esto...

 

— Te amo, Gonzalo, me hace falta sentirte cerca de mí.

 

Él se apoderó de sus labios, y la besó desesperadamente. Anhelaba sus besos, su piel, sus brazos.

 

Lentamente, las caricias se fueron haciendo más y más intensas, los besos más profundos y la pasión más indetenible. Las manos de Gonzalo se desplazaban por el cuerpo de Sofía y ella respondía arqueándose contra él.

 

— Sofía... — gemía más que hablaba Gonzalo— eres tan hermosa, te amo tanto.

 

— Y yo a ti, cariño mío, quiero estar entre tus brazos, para siempre.




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