El Lugar más Secreto de mi Alma

Capítulo 13

Los meses pasaban y Sofía llegó a sentir que vivía más tiempo con Gonzalo que en su casa.

 

— ¡Buenas noches, preciosa! Le sonrió Gonzalo al verla llegar arrastrando su maletín, exhausta.

 

— ¡Por favor, dime que sigo en el mundo de los vivos!— se abrazó al pecho de Gonzalo.

 

— Sí, amor, sigues aquí, con nosotros.¿Qué te parece si tomas un baño caliente, te llevo una copa de vino, y te doy un delicioso masaje?

 

— Uhmmmm! eso suena como el paraíso. Te tomo la palabra,  te espero en el jacuzzi...— dijo con voz provocativa y caminó hacia la habitación.

 

Más tarde, esa noche, abrazados en la cama, Sofía le comentó a Gonzalo que debía ir a su casa a por más ropa y cosas que estaba necesitando.

 

— ¿Y si te lo traes todo y mudas conmigo? Además, le darás un gusto a tus padres de verte formalizar aún más nuestra relación.

 

— No voy a hacer algo sólo por darle gusto a nadie. Así estamos muy bien.

 

— Si esa es tu decisión, te apoyo. No te niego que me gustaría que vivieras conmigo.

 

— Ya lo veremos un poco más adelante. Ahora vamos a descansar que ha sido un día duro. Te amo.

 

 

 

Algunos días después, Gonzalo recibió una llamada de Sofía.

 

— Cariño,  no voy a poder ir esta noche a casa. Un grupo del hospital saldremos un rato a celebrar el cumpleaños de un compañero. ¿Te apetece venir? Iremos a la disco donde celebramos el cumple de An...— le dijo Sofía a Gonzalo cuando lo llamó esa tarde.

 

— Te agradezco que me invites pero es tu grupo,  no quiero interferir con tus amistades. En otra ocasión, quizás... Diviértete, mi amor, nos veremos después.

 

— Está bien, pero me habría gustado que vinieras, Gonzalo. — le dijo desilusionada — Vamos a organizar algo con el grupo. A veces siento que tengo dos vidas separadas.

 

— Lo haremos, mi amor, te lo prometo. Te amo — y cortó la llamada.

 

También Gonzalo se sentía extraño. Pasar el tiempo con Sofía era extraordinario, pero no se sentía a gusto con sus amigos, todos lo trataban con cierta distancia y era incómodo para él, porque lo intentaba, pero no lograba encajar.

 

Esa noche todos se divertían y Sofía lo intentaba, pero resentía que Gonzalo evitara salir con sus amigos. Todos disfrutaban la fiesta, y Sofía tratando de sentirse mejor, tomaba los cócteles más rápido de lo que debería. Su humor mejoró cuando el alcohol hizo efecto en su organismo, de forma que cuando Ángelo la invitó a bailar, ella aceptó encantada. Aquel hombre era guapo a rabiar, y todas se derretían por él. Pero desde que llegó al hospital, todos habían notado que se sentía atraído por Sofía, porque realmente, no se molestaba en intentar ocultarlo. La galanteaba descaradamente, y aunque la joven evitaba estar a solas con él, no podía dejar de sentirse halagada por su preferencia. Ese hombre podría tener a cualquier mujer a sus pies, y la prefería a ella. Pero Sofía estaba clara, amaba a Gonzalo, y aunque Ángelo la cortejase, ya su corazón tenía dueño. Sin embargo, esa noche se sentía triste, y allí, en esa discoteca, con algunos tragos de más y abrazada a Ángelo mientras bailaba, se sintió demasiado vulnerable. ¡Al diablo con todos! ¡Iba a divertirse! Si Gonzalo se negaba a estar con ella allí, él se lo perdería.

 

Dejó atrás todo. La fiesta comenzó para ella. Bailó toda la noche, las copas iban y venían, y finalmente, Sofía se divertía.

 

Gonzalo estaba en casa, sintiéndose mal por haber rechazado nuevamente la invitación de Sofía. No deseaba estar con el grupo, pero deseaba estar con ella. Sin duda, no era algo que a él le gustaría hacer, ellos eran muy jóvenes y tenían gustos diferentes. Pero él haría un esfuerzo, la felicidad de Sofía lo valía.

 

Se puso de pie, dejó sobre el sofá el libro que leía y se decidió. Iría allí, estaría con ella y su grupo.

 

Fue a su habitación y pronto salió vestido con una finísima camisa de seda negra y un pantalón beige de corte perfecto. Tomó una chaqueta casual color arena y sus llaves, y salió de casa.

 

En la fiesta, todos se divertían a gritos y reían estruendosamente. El ruido era tremendo y la música sonaba muy alto.

 

Ángelo había pasado la noche cortejando a Sofía. Y cuando comenzó a sonar una balada, la tomó de la mano y la llevó a la pista a bailar. Se abrazaron y conversaban, o lo intentaban, en todo caso porque el ruido era mucho.

 




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