El Lugar más Secreto de mi Alma

Capítulo 15

Aquel día de diciembre, Sofía caminaba por el boulevard haciendo sus compras navideñas.

 

La nochebuena y la venida de Los Reyes estaban muy cerca y tenía que conseguir los regalos para su familia. Miraba algunas vitrinas sin mucho interés, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, protegiéndolas del frío mientras sus pensamientos divagaban. Cuando levantó la mirada de aquel reloj que le pareció un buen regalo para su hermano Roberto, por un momento pensó que su mente le jugaba una mala pasada al ver reflejada en el cristal la alta figura de pie detrás de ella. Cerró los ojos por un instante y los abrió de nuevo, pero la imagen seguía allí. Con miedo de que fuera su imaginación, se dio la vuelta y se convenció de que era real. Allí, frente a ella, estaba Gonzalo viéndola con aquellos ojos profundos, pero sin el brillo que impactó a Sofía al conocerlo. Estaba tan guapo y elegante como siempre, sin embargo su rostro era una máscara, y unas leves ojeras marcaban sus ojos.

 

— Gonzalo... — no sabía qué decirle. Había imaginado ese momento un millón de veces, y pensaba en lo que le diría, pero ahora que estaba ocurriendo, algo se atoraba en su garganta y no lograba articular palabras.

 

— Sofía,  estás tan hermosa como siempre— la miró con ojos tristes y trató de sonreír sin lograrlo del todo.— ¿Cómo va tu vida?

 

— Eh,  bien, va bien... ya bastante avanzada con el máster — hablaba sin mucha convicción — ¿y tú cómo has estado?

 

— Bien,  todo igual, la tienda, los viajes.

 

— Me imagino... ¿Y tu familia?

 

— Todos bien — lo pensó un momento y se decidió— ¿Puedo invitarte  a tomar un café?

 

— Claro, me encantaría, hace frío.

 

— Vamos entonces.  A pocos metros hay un buen lugar.

 

Caminaron juntos en silencio hasta el café que indicó Gonzalo, entraron y se sentaron. Luego de ordenar, Gonzalo comenzó a hablar.

 

— Hace mucho que no nos vemos. ¿Hay algo nuevo que contar?

 

— No mucho, en realidad. Ah, sí,  me he mudado de casa de mis padres. Alquilé un piso pequeño cerca de mi trabajo.

 

— ¿Sigues en el mismo hospital?

 

— Sí, por ahora.

 

— ¿Y hay alguien en tu vida?— preguntó con voz ronca.

 

— No. Estoy dedicando todo mi tiempo a estudiar y trabajar.

 

— No puedes dejar de vivir por culpa de los estudios, debes divertirte también.

 

— ¿Quién eres tú, y qué hiciste con Gonzalo? ¿De verdad me estás diciendo que me esfuerzo demasiado? ¡Si no conozco a alguien más dedicado a lo suyo que tú!- le sonrió divertida. "¡Qué guapo está, Dios mío!" pensó la joven.

 

— ¡Por supuesto! ¡Deben ser ciegos todos los hombres en ese lugar! — le devolvió la sonrisa y el corazón de Sofía dio un vuelco.— Mi madre no deja de preguntar por ti. Todo el tiempo me llama estúpido por dejarte ir  y creo que tiene razón. Estás preciosa, mucho más de lo que recordaba.

 

Sofía se sintió extraña ante el cumplido, y se entretuvo quitándose el guante de la mano izquierda para tomar el café, mientras buscaba cómo responderle.

 

— Gracias Gonzalo, tú también luces muy bien. Me da gusto verte.

 

— Te he extrañado mucho, Sofía.

 

— Supongo que Diana estaría más que dispuesta a llenar tu tiempo para que no me extrañaras. ¿O hay alguien más?

 

— No, nadie. Hablé en serio cuando te dije lo que significas en mi vida.

 

— Cometimos errores — dijo Sofía.— Nadie podía prever lo que ocurrió, pero sin duda lo pasamos bien.

 

— Más que bien,  hasta este momento sigo preguntándome si actué debidamente. No puedo convencerme de haber hecho lo correcto.

 

— Gonzalo,  ambos esperamos más de lo debido del otro. Eso nos confundió.

 

— ¿Crees que debimos luchar por lo que teníamos?

 

— No lo sé. Quizás sólo habríamos retrasado lo inevitable, pero sí,  ambos exigimos del otro lo que no estaba dispuesto a dar. Tú querías un compromiso, y yo debí comprenderte. Es tu forma de ser pero yo estaba empeñada en conservar mi libertad y pagué un precio muy alto por ella.— bajó la mirada con un suspiro.




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