Comenzaron a descender. Tomando como referencia la escalera, sobre su lado izquierdo, amurado contra la pared, se levantaba un armatoste muy rústico de antiquísima madera pulida, el cual formaba una extraña combinación: era biblioteca y a la vez cama. Contaba con cuatro estanterías en donde se apilaban polvorientos libros que tan solo eran una parte del total, y, casi al ras del piso, debajo de estas estanterías y sirviendo de soporte de toda la construcción, se acoplaba una plancha de madera como si fuera una estantería más, pero con la particularidad de ser un poco más ancha que las otras. Esta parte del mueble servía de elástico sobre el que se desplomaba un colchón con un par de mantas encima. A la derecha de la escalera, sobre la otra pared, se amuraba un inmenso cuadro en el cual se destacaba la imponente figura de un unicornio parado sobre sus patas traseras, en una actitud desafiante y majestuosa. En el centro del sótano se hallaba una gran mesa de la misma madera que la "bibliotecama" (tal era el nombre que se le había ocurrido a Gabriel desde el primer momento que vio aquel mueble). Sobre esta mesa, y en gran desorden, había libros, anotaciones varias y objetos diversos. Al fondo del sótano, perdidos entre las penumbras sobre el piso, también sin orden aparente, y apilados hasta el techo, se encontraban cientos de libros más, y algunas reliquias a las cuales don Anselmo les brindaba todo tipo de cuidados y de las que se negaba absolutamente a desprenderse. La habitación se completaba con una alacena, repleta de utensilios rústicos, y una cocina; el baño se encontraba escaleras arriba.
-Acá abajo guardo objetos que he ido acumulando en mi prolongada vida. Tienen un significado sentimental muy grande para mí. En el transcurso de mis años he conocido a mucha gente, gente que he admirado enormemente a la cual he visto nacer, crecer y morir. Muchos me han dejado algún recuerdo, y son para mí verdaderas reliquias, fiel testimonio de amistades profundas -expresó don Anselmo.
Gabriel observaba aquellas antigüedades de diferentes épocas entre las que se hallaban estatuillas, libros, espadas, escudos y un sinfín de objetos que reflejaban las culturas a lo largo de la historia. Lo que más le llamó la atención fue una cota de malla, un yelmo, un escudo y una espada completamente intacta y reluciente, objetos de la edad medieval.
-¿Me quiere decir que usted ha vivido en las épocas en que fueron fabricados estos objetos? -preguntó incrédulo Gabriel mientras pasaba su mano por la cota de malla.
-Así es, muchacho. Así es. Mi nombre real es Dercom, nativo de Valarión, la ciudad majestuosa enclavada en el centro del continente de Eridian. Fui enviado hace cuatro mil quinientos años a este lado del mundo, el mundo de los humanos, en busca de El Elegido. Sé que te resulta inverosímil todo esto que te digo, pero déjame que te resuma un poco la historia y el motivo de tu presencia acá. ¿Aceptas escuchar a un viejo "loco" aunque más no sea por compasión? -expresó el anciano sonriendo.
El muchacho asintió. Estaba fascinado por todos aquellos objetos, pero le resultaba bastante difícil, por no decir imposible, creer en las palabras de presentación del viejo.
Don Anselmo preparó café y le ofreció a Gabriel. Este aceptó y se sentaron frente a frente cada uno en un extremo de aquella rústica mesa. El viejo encendió su pipa, y sus profundos ojos azules se posaron en un punto indefinido del lugar con una mirada introspectiva, como indagando en las viejas páginas de su vida.
-Para que puedas comprender, debo empezar desde el mismísimo inicio de todo. Lo que estoy a punto de contarte son verdades absolutas que me fueron reveladas con el propósito de encontrar a El Elegido. Estas verdades son complejas y hasta un tanto incomprensibles, pero intentaré explicarte lo que yo comprendí -Tomó un sorbo de café y aspiró su pipa para luego exhalar el humo que le dio a la atmósfera del sótano un toque surrealista.
-El universo es un todo y es eterno, dividido a su vez en infinitos planos existenciales. Cada plano también es, a su vez, infinito y diferente de otros planos; con sus propias constelaciones, estrellas y mundos o completamente vacíos, eso depende de su creador, Dios o ser supremo, llámalo como quieras. Entre estas inteligencias superiores existe un Código de Ley Universal, el cual dice que no puede existir un plano existencial sin su creador, o sea, no puede existir un plano existencial sin nada, pues todos los demás, los infinitos planos existentes, se derrumbarían como fichas de dominó, y el universo simplemente desaparecería. Por tal motivo, cada plano existencial solo cuenta con uno y solo un creador, no pudiendo este pasarse a otro plano existencial. La Ley Universal también dice que para que el universo mantenga su equilibrio, estas divinidades deben ser positivas y negativas, es decir que existen tantos planos existenciales regidos por entidades positivas como por negativas. Acá no podemos hablar de cantidades, pues estas cantidades son el infinito mismo-
Don Anselmo hizo otra pausa e incitó a Gabriel a no dejar enfriar su taza. El joven, por su parte, estaba absorto con aquellas palabras y despertaba en su mente un laberinto interminable de conjeturas.