Capítulo #1
Balin
El día lunes se alza en el calendario y antes de salir el sol ya estoy sentada en la nave junto a mis compañeros listos para abordar la tarea encargada. Repasamos los planos viendo las zonas vulnerables para entrar y atacar por las mismas.
La puerta del avión se abre y cada uno toma su paracaídas para caer en picada sobre las plantas que nos ayudan a camuflarnos. La velocidad de mis piernas me alza sobre los escombros de la mansión que parece estar abandonada y antes de que alguien se pongo a la defensa, todo el equipo entra dando empujones y derribando las paredes para encontrar a unas mujeres empacando alucinógenos ilegales creados para matar silenciosamente mientras unos guardias las vigilan con armas de energía inferiores a las de nosotros en sus manos. Los supuestos guardias nos apuntan tratando de defenderse pero nosotros somos más rápidos y derribamos a cada uno de ellos procurando no matar a ningún empacador para sacar información a través de ellos.
La tarea ha sido tan fácil que bufo caminando hasta el área de encuentro después de mandar a todos los testigos en una camioneta voladora a las charlas del oficial encargado de la misión. Observo mis antebrazos mientras camino y no veo ninguna marca.
«Otra batalla de la cual no tendré recordatorio.»
Pienso con fastidio viendo como la tropa trota detrás de mí para alcanzarme.
— Eira.— Llama Coco y me detengo solo para recordarle algo.
— Mi nombre es Balin.
— Oh, cierto. — Continúa.— Solo queríamos saber si deseabas tomar unas copas con nosotros antes de tu despedida. Nunca hablamos más de lo esencial pero un soldado nunca se olvida.— Sonríe a la par de sus compañeros que buscan mi respuesta.
— Lo haría pero tengo un vuelo mañana al que no puedo faltar.— Me disculpo viendo sus caras largas.
— Espero te vaya muy bien, Balin. A pesar de todo siempre fuiste una gran contrincante.— Expresa Federico sabiendo que siempre peleábamos por el primer lugar.
Recuerdo nuestras pequeñas risas después de las batallas de entrenamiento. Miro los rostros de las personas las cuales me acompañaron en todo momento en mi travesía militar. Ruedo los ojos cayendo en su trampa de hacerme doblegar y asiento recibiendo hora y lugar del encuentro que tendremos.
Me ducho en el baño común viendo las noticias desde el holograma que se expande en una pared del baño. La chica felicita a nuestro continente por ayudar a otro y comienza a describir todo lo que pasó. Después de tomar ese delicioso baño, me alisto para salir hacia la sala de reuniones esperando por mis compañeros.
— ¡Meer!— Gritan y volteo para ver a los tres mosqueteros con caras alegres.
Coco, Federico y Zuri. Los tres son grandes amigos que contagian a todas las personas con su alegría. Jamás me había dado la dicha de hablar con ellos fuera de lo profesional pero tomando en cuenta que es mi última noche con ellos, me he dado permiso de soltarme un poco.
Pedimos un taxi y este nos lleva al bar más lujoso de Afganistán. Lo primero que noto es lo aglomerado de personas que está y me paseo incómoda chocando con montones de cuerpos sudorosos y llenos de éxtasis.
— ¡Miren! — Vocifera Coco emocionada al ver un toro mecánico de esos que solo se veían hace años.
— Voy a domar a esa bestia.— Sonríe Zuri coqueto mientras camina a la barra en donde se paga para jugar.
Todos tomamos unos minutos antes de ver cómo Zuri comienza con su bamboleo de caderas sobre el animal mecánico. Las personas del bar se juntan en el espacio pegándose aún más los unos a los otros, el olor a joven descuidado se impregna en mi nariz tapando mis fosas. El grito de Zuri me hace volver a la realidad y verlo montado en esa cosa me hace reír hasta llorar.
— ¡Dale, papi! — Aplaude Coco riéndose como energúmena.
Zuri se mueve frenéticamente mientras hace muecas que hacen reír a todos, las bebidas me llenan la cavidad bucal en todo momento y puedo asegurar que estoy muy borracha a pesar de tener un buen aguante.
Las personas se animan a subirse en el toro y un sacudón de energía me hace cabalgar al muñeco riendo a carcajadas a la vez que observo al bar moverse de arriba a abajo en un constante bamboleo. Mis manos toman la cuerda con fuerza para no caer pero en el momento en el que veo a Federico y a Coco doblegados de la risa no puedo evitar las cosquillas que surgen en mi cuerpo haciéndome reír también. El equilibrio se escapa de mis manos y termino tirada en el suelo acolchonado.
Unas manos me toman de las axilas sin que nadie lo note ya que otra persona ya se ha apoderado de la máquina siguiendo el espectáculo. Aunque esté ebria, mis sentidos de protección siguen a flote y antes de que me puedan hacer daño empino mi codo en el costado del hombre que lo esquiva como si fuera experto. Trato de zafarme intentando todas las maniobras que sé pero él las evade fácilmente como si fuera agua entre mis manos.
— Deja de luchar. Solo te saqué para que no te aplastaran.— Explica y trato de enfocar su cara pero es demasiado borrosa en estos momentos.
— No necesito tu ayu-
— Ya, ya. Di gracias y ya está.— Me suelta y caigo de bruces al suelo.— ¡Joder!
Me toma en brazos y siento cómo sube unas escaleras hacia lo que creo es el área VIP del bar. Sus brazos fuertes me retienen entre su pecho en lo que me deja en un sofá borgoña. El vestido me asfixia y tiro de los botones dejando mis pechos libres para no morir sofocada.
— Lindos pechos.— Alaga y agradezco con un asentimiento de cabeza.
— ¿Quién eres?— Cuestiono cuando el silencio nos ahoga.
— No lo sabrías si te digo.— Sonríe de medio lado.