Capítulo #2
Balin
Miro la hora con nervios mientras espero a que Coco llegue al pequeño quiosco en donde estoy. Cruzo los dedos esperando no perder mi vuelo y pienso en el teléfono que dejé en manos de Zuri cuando me iba a montar en el toro mecánico.
Veo a Coco salir del taxi agitando su mano para que vaya. Me despido de los señores amables que me prestaron su teléfono y parto corriendo hacia el carro magnético que inmediatamente flota cuando cierro la puerta.
— ¿Qué ha pasado?— Pregunta mirándome con los ojos como platos.
— No lo sé.
— ¿Tuviste sexo caliente con un extraño?— Sigue cuestionando.
El taxista carraspea con notoria incomodidad y ruedo los ojos por lo sensible que es. Es en estos momentos en los que odio que el inglés sea tan universal.
— No.— Respondo segura.— No sé, no me acuerdo de mucho.— Me sincero apoyándome en el respaldar.
— ¿Estuviste con un hombre y no te acuerdas si hiciste el delicioso?— Niega con decepción.
— Así funciona el alcohol ¿Sabes?
— Venga, por lo menos dime como era.
— No recuerdo. Creo haber visto sus ojos negros.— Me tomo de la cabeza sintiendo las pulsaciones.
— Uhhh, de seguro un afgano caliente.
— Tenía acento, no era de aquí. — Explico tratando de cavar en mis recuerdos para oír de nuevo el acento que ahora no encuentro.
— Te he traído tu celular.— Saca el aparato de su bolso para dármelo.
— Gracias. — Lo tomo y enciendo para ver los mensajes de Meer preguntando por mi estadía.—Oye, no sé si recuerdas pero ahora mismo tengo un vuelo y sería genial si me pudieran dejar en el aereo...
— ¡Señor necesitamos llegar al aeropuerto, ahora!— Me interrumpe hablando en pastún cosa que no era necesaria ya que el hombre sabía hablar inglés.
Un bufido sale de sus labios y dobla de manera rápida para meterse en la carretera que va directo hacia el aeropuerto. El trayecto es corto y una vez llegamos me lanzo del carro despidiéndome de Coco que parece querer llorar.
— ¡Algún día nos volveremos a ver, Balin!— Grita y sonrío negando divertida.
Camino por los pasillos para hacer el check-in, hago todos mis trámites dando mi nombre e identificación y en menos de una hora estoy esperando en el gate 15.
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El calor de Brasil en pleno verano me recibe mientras espero a la persona encargada de buscarme. Recojo mi cabello en un moño alto que aprieta con fuerza sin dejar ningún pelo afuera.
Un señor alza una tableta electrónica con mi nombre y lo sigo para que me lleve al cuartel de la milicia brasileña. Al llegar algunos soldados me miran extrañados por el ridículo vestido que llevo ya que no tuve tiempo de cambiarme. Los ignoro caminando hacia la secretaría lista para comenzar con mi nueva vida para un mejor futuro.
—Buenos días.— Saluda la voz ronca de un hombre a mis espaldas.
Me volteo para ver un par de esferas negras mirándome con curiosidad. Veo las insignias en el pecho de su uniforme y me coloco en posición de respeto subiendo mi mano a la coronilla de mi frente en saludo militar. Al parecer es un oficial y realmente no quería dar la primera impresión vestida así.
— Buen día, oficial. Mi nombre es Balin Meer.
— Oh, eres la sobrina de Wesley.— Dice y afirmo asintiendo.— Bien. Los uniformes están en el armario del área de aseo, solo busca tu nombre y el código de tu cédula militar será la contraseña.
Explica mientras busca algo en el escritorio de la secretaria, anoto todo mentalmente agradeciendo cuando se va sin decir más nada. Hago lo que me ha dicho y salgo al campo, ya lista, para ver a los otros soldados platicar antes de que llegue el general.
— ¡Hey!— Saluda un chico de ojos azules eléctricos.
— Hola.— Respondo dejando mi ser frío en Adelaide.
No pretendo cambiar ni vivir una vida de cuentos pero tener amigos no es tan malo como pensé y quisiera vivir eso antes de morir inesperadamente en una de las misiones.
— ¿Eres nueva?— Pregunta otro chico tocando el hombro de su compañero para apoyarse en él.
— Sí, vengo de Oceanía.
— Realmente todos somos nuevos ya que el campo de Río hizo un intercambio con la de aquí.— Explica.
— ¿Eres Balin?— Custiona una chica con el cabello corto acercándose a nosotros.
— La misma.
Todos me comienzan a preguntar sobre mi "tío" impresionados de que el hombre de edad avanzada siga siendo el general de un país tan grande y poderoso. Realmente Wesley es una persona fuerte y decidida que a pesar de sus años se mantiene firme frente la milicia llevándola a la sima como siempre. Incluso parece tener cuarenta años físicamente pero la vejez a veces lo traiciona quitándole movilidad.
— Todos presten atención.— Vocifera el hombre de cabello oscuro.
— ¡Sí, señor!— Respondemos al unísono.
— Primero que todo quiero que sepan que no me importa quienes son ustedes. Para mí todos son soldados iguales y no quiero que ninguno piense que por llegar aquí por otras personas los hace mejores.— Habla rudamente y sé que me está advirtiendo.
— ¡Si señor!— Repetimos sin parpadear.
— Mi nombre es Oficial Soares y estaré acompañado de mis compañeros: Cunha, Pereira y Alves. — Mira a su equipo.— Mi trabajo será guiarlos para que puedan subir de nivel en cualquier continente que quieran. Ya saben que con el tratado de paz no importa tu nacionalidad, si no, tus capacidades.
»Los nombres ya los estudié y me sé perfectamente todas sus caras así que no se les ocurra pensar que solo porque es el primer día será menos duro que los demás.— Espeta el mismo hombre mirándonos a todos con furia.