El maldito hilo rojo

-CAP #24-


Capítulo #24

 

Balin
 

La espalda me martillea por estar sentada tanto tiempo pero no podemos detenernos. Observo los números y letras a millón por segundo tratando de entender lo que dicen. Hago llamadas a algunas personas de la mafia y muchos me declinan por estar de espalda a Zane.

 

— Tienes que ponerte un sobre nombre o algo de ese estilo.— Asegura un hombre de cabello blanco teñido, su nombre es Pili y ha sido combatiente de Achebe toda su vida hasta ahora.

— Tiene razón. Tu nombre está por todos lados y es cuestión de segundos de que te encuentren si lo utilizas.— Agrega Bertín.

— ¿Cuál creen que sería mejor?— Cuestiono dejando los papeles de lado.

—Algo con el que nadie te pueda identificar pero sea fácil de aprender para formar lazos.
 

Pienso en un sobrenombre traducido a todos los idiomas idos y por haber. Me concentro en buscar algo factible pero nada me llama realmente la atención.

 

— ¿Qué tal “Víbora”?— comenta alzando ambas cejas con picardía.— Suena malvado.

 

Asiento encogiéndome de hombros sin darle importancia al asunto. Suspiro con los hombros decaídos y me levanto de mi asiento para caminar un poco. Salgo hasta las afueras de la casa, respiro hondo sintiendo el aire oxigenado y libre de contaminación al estar en un prado lleno de flores.

Mi vida ha dado una vuelta bastante amplia, solía dedicarme en cuerpo y alma al gobierno pero ahora tengo que darle la espalda afilando mis cuchillos para enterrarlos sin remordimientos. Me duele que ya no podré ser la misma alférez, ni si quiera la misma soldado y todo porque ellos decidieron creerle a un criminal encima de su propio equipo.

Los gritos quitan el poco de paz que había alcanzado haciendo que me coloque alerta. Me volteo para identificar cuál es el problema encontrándome con Meer estrellando la mesa abajo.
 

— ¿Qué está pasando?— Inquiero mirando a los demás tecleando rápidamente en sus computadoras.

— Nos han quitado todo el dinero. No hay nada en las cuentas.

 

El corazón me deja de latir y busco a Susu para verla tomar su arma caminando hacia afuera. La tomo del brazo antes de que haga una estupidez pero ella me empuja haciendo que me tambalee.

 

— ¡No sé ustedes pero yo no me pienso dejar quitar lo mío! — Grita subiendo a su nave.— Te amo, Balin pero esto es inaceptable y mi nombre no será manchado por un imbécil como Buisson.

 

Se larga sin decir más nada, la cabeza me da vueltas por la información dada tan abruptamente. Me dirijo a nuestro equipo observando como sus expresiones pasan de estar asustados a furiosos y puedo jurar que esto que ha hecho Ulysse no será perdonado por ninguno de los presentes.

 

— No quería atacar tan pronto pero esto ya es el colmo.— Brama Bertín con los nudillos blancos.

— Esta guerra empieza ya.— Espeta Meer colocándose una banda de armas en el pecho.
 

Todos se uniforman para salir a batallar y a pesar del sin sabor que me da toda esta situación, hago lo que debería de hacer para salvar a los que han estado conmigo en esta etapa. Me miro en el espejo antes de salir y me asusto como la misma mierda al ver a una mujer de piel azul en el espejo. Es como si fuera mi reflejo pero evidentemente no lo es.

 

— Una de las semejanza de sentir amor y odio es que después de ya no sentirlas, te arrepientes de alguna vez haberlo hecho. — Susurra y sacudo la cabeza para alejar esos pensamientos.

 

«¿Qué rayos fue eso?»

 

Camino fuera del baño acomodando todas mis pertenencias, veo la sala vacía y entiendo que ya todos están afuera. Como soy la última, cierro la puerta con seguro y me dirijo a los demás para verlos intercambiando palabras con un grupo de delincuentes con pinta de drogadictos.

 

— Bien, trato hecho.— Estrecha la mano con Meer y se van dejando un montón de motocicletas.

 

Miro a mi alrededor para ver como se llevan la nave y respiro hondo sabiendo que lo han hecho para ser más rápidos y podernos separar para la persecución. La falta de dinero martillea en mi craneo como recordatorio de que es obligatorio hacer algo sí o sí.

 

— Bien, ¿Cuál es el plan?— Pregunta Stela colocándose unos guantes negros.

— Sacear el banco principal del regente Buisson y comenzar a hacernos oír.— Indica Meer colocándose un casco.

— Los cascos no se quitan en ningún momento ¿Lo entienden?— Espera Pili siguiendo a Meer.

 

Todos asentimos colocándonos los cascos de diferentes colores. Me subo en la moto la cual ahora veo sólo se desplaza por tierra y agua, coloco el pie en el pedal y cuando dan la señal arranco a mayor potencia si entiendo el aire chocar contra el cuero de mi vestimenta.

Andamos en grupo por las calles tratando de no llamar la atención. Nos adentramos a la calle trasera del gran banco para poder dejar las motos en sitios claves para no ser percibidos.

 

— Entramos siete y salimos siete, ni más ni menos.— Exige Meer colocando bien su casco.

— Yo entro primero.— Ofrece Boris, un hombre de edad media que se conserva bastante bien.

— Ya iré yo.— Brama Meer.

 

«Ya sabía yo que estos dos tenían algo» Desde que salí de la cárcel no han dejado de lanzarse miradas en todo lo que va de mi estadía con el equipo. No quise preguntarle a Meer porque nunca encontré el momento adecuado pero ya veo que no será necesario.

Entramos rápidamente tiroteando la puerta e inmediatamente la alarma suena volviendo todo un caos. Nos movemos como pequeños insectos sin ser descubiertos y nuestra gran habilidad nos hace fácil es infernos entre todas las paredes que vemos. Llegamos a la gran puerta con un candado gigante, Stela, Bertín y Meer están intentando abrirla mientras que Boris, Pili, Carlo y yo estamos de guardia.

Los robots comienzan a llegar dándonos pelea y me harta porque es muy difícil de dañarlos. Pateo con fuerza estrellando a tres al mismo tiempo y me gano una puñalada por parte de uno. Saco la daga para enterrarla en su cuello que está lleno de cables y el sistema le da corto circuito. Mis compañeros pelean con los otros robots y cuando se acaban, personas de carne y hueso vienen a por el ataque.
 



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Editado: 14.06.2022

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