El Manifiesto De Amanda

5.LA REUNIÓN DE EMERGENCIA

Me miré al espejo y vi a una extraña. Una chica con una camiseta de mi banda de rock favorita, unos jeans rotos y un rostro que no sabía si estaba enojado, triste o simplemente cansado. Treinta días se habían convertido en veintisiete, y la tensión en la casa se sentía como una cuerda de violín a punto de romperse. La discusión de la noche anterior, por tonta que pareciera, había desatado una tormenta.

"¿Falta de respeto a la tradición?", le había respondido a mi tía Carmen. "Pues mi vida es un manga, tía. Y el respeto, en mi universo, se gana con batallas épicas, no con un vestido de princesa". Mi madre, Renata, nos había separado con una de esas sonrisas calmadas que escondían un huracán interior. "Mañana lo hablamos, Amanda. Mañana". Y el mañana había llegado.

La mañana siguiente, mi madre me pidió que fuera a la sala. Cuando llegué, vi a mis tías, Carmen y Sofía, sentadas en el sofá. Mi prima Laura estaba sentada en un sillón, con una expresión de preocupación en su rostro. Era una reunión de emergencia. Todas me miraron con una mezcla de lástima, frustración y, en el caso de mi tía Sofía, curiosidad.

"Amanda", comenzó mi madre, con la voz suave, pero con una firmeza que me hizo temblar. "Tu tía Carmen y yo hemos hablado. Tu tía Sofía también. Queremos entender por qué no quieres la fiesta. Queremos entender por qué te opones tanto a la tradición". Me senté frente a ellas, con los brazos cruzados, sintiéndome como una criminal a punto de ser juzgada.

"No es que me oponga a la tradición, mamá", dije. "Es solo que… no me representa. No soy una princesa. No quiero un vals. No quiero un pastel de tres pisos. Quiero un lugar donde pueda ser yo, y no un personaje de un cuento de hadas".

Mi tía Carmen, la intelectual de la familia, intervino. "Amanda, la vida no es un manga. Las responsabilidades son reales. El conocimiento es lo que te empodera, no un disfraz". La miré, y la rabia me subió por el cuello. "Pues mi conocimiento es sobre mangas, tía. Y en mis mangas, el empoderamiento viene de pelear por lo que crees, no de leer sobre el pasado".

Justo cuando la tensión estaba a punto de estallar, mi tía Sofía, la artista, intervino. "Chicas, tranquilas. Amanda tiene un punto. El arte es una forma de expresión, y un disfraz, un cosplay, es una forma de arte. Es su forma de expresar quién es ella. Tal vez deberíamos escucharla".

Mi madre, en un acto de diplomacia, decidió que el mejor camino era la negociación. Me propuso una tregua: una parte de la fiesta sería tradicional y la otra, sería para mí. "Una zona para el vals y otra para tu maratón de anime", propuso. La idea de compartir mi día con una tradición que odiaba no me entusiasmaba, pero por un momento, me pareció un buen compromiso. Quizás era la única forma de conseguir lo que quería sin romper la familia.




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