El día llegó. El sol de la mañana se coló por las ventanas, pero en lugar de sentir la presión de un evento inminente, sentí una emoción que me hizo saltar de la cama. El jardín de la casa ya no era el jardín aburrido de siempre. Ahora era la Convención de Amanda.
Mi madre y mis tías ya estaban en el jardín, dando los toques finales a la decoración. La tía Sofía, la artista, había instalado enormes figuras de cartón de mis personajes de manga favoritos, que parecían cobrar vida con la brisa. La tía Carmen, la intelectual, estaba en el área del concurso de cosplay, revisando la tabla de puntuación con una seriedad que me hizo reír. Mi prima Laura estaba ayudando a colgar luces, y el tío Mario, con una gorra de béisbol y una sonrisa en el rostro, coordinaba la llegada del camión de comida japonesa.
"Llegó el camión", gritó mi tío Mario, señalando un camión de comida con un dragón pintado en el costado. En la parte de atrás, el camión tenía una leyenda en japonés que mi tío me tradujo: "El destino se hace a tu medida". No pude evitar sonreír. Era perfecto.
Cuando llegaron los primeros invitados, no pude creer lo que veía. Mis amigos, y los amigos de mi prima, venían disfrazados. Había un chico con un traje de samurái, una chica con un traje de una heroína con el cabello rosa, y muchos otros con trajes que no reconocí, pero que se veían increíbles. Todos venían listos para una convención, no para una fiesta tradicional.
Mi madre me miró con una expresión de sorpresa, pero luego su rostro se suavizó en una sonrisa. "Tenías razón", me susurró. "Esto es mucho mejor que un vals". La abracé y sentí que había ganado la batalla más importante de mi vida.
La música del anime llenó el jardín, y el olor a ramen y a sushi se mezcló con el ambiente. El concurso de cosplay fue un éxito, y los jueces, la tía Carmen, el tío Mario y la tía Sofía, se tomaron su papel muy en serio. La tía Sofía evaluaba la creatividad, la tía Carmen la fidelidad al personaje y mi tío Mario, el carisma. Fue el momento más divertido que había tenido en mucho tiempo.
El día pasó volando, lleno de risas, de torneos de videojuegos y de conversaciones sobre manga. Cuando el sol se puso, el jardín se llenó de luces de colores, y la Convención de Amanda se sintió como un sueño. Pero no lo era. Era real, y era mío.