El mar de los recuerdos perdidos

Capítulo 12. Un conflicto oculto

La tensión entre Cassius y Antony se sentía en el aire, era una especie de competencia. Cassius no podía soportar ver a Antony acercarse cada vez más a Anelix. Para colmo, Antony parecía estar siempre un paso adelante, marcando su territorio con gestos inesperados que dejaban a Anelix completamente desconcertada.

Cassius había comenzado a notarlo todo. Su rivalidad con Antony no era nueva, pero esta vez era diferente. Antony había ganado la pelea por el terreno, pero esta vez, no iba a permitir que le arrebatara algo más. Cada vez que veía un regalo de Antony en la oficina de Anelix, sentía cómo le ardía la sangre. Ese maldito... nunca está satisfecho con lo que ya tiene, pensaba con frustración. Cassius no solo estaba molesto por los obsequios. Sabía que había algo más en juego, algo más profundo. ¿Y si Anelix comenzaba a sentir algo por Antony?

Una tarde, cuando Anelix recibió un elegante reloj de edición limitada de parte de Antony, Cassius no pudo soportarlo más.

"¿Hasta cuándo vas a aceptar todas esas cosas de él?!", le preguntó directamente a Anelix en una salida.

Ella lo miró sorprendida.

"No sé de qué hablas, Cassius. Estos regalos, siempre los regreso... No significa nada".

Pero Cassius sabía que sí significaba algo. Antony no hacía nada sin un propósito detrás, y él también tenía claro que no podía quedarse de brazos cruzados mientras Antony, su rival, ganaba otra batalla.

"Solo espero que no te deje arrastrar por sus trucos, Anelix. Sé muy bien lo que ese hombre es capaz de hacer", dijo, con un tono más sombrío.

Anelix se quedó pensativa, sus amigos habían mencionado algo parecido, pero ¿qué era exactamente a lo que se referían?

Al día siguiente, mientras almorzaba junto a sus compañeros, María no pudo evitar notar la forma en que Anelix se quedaba distraía.

"¿Te ha invitado Cassius a salir hoy también?"

Anelix, sin mirarla, asintió: "Sí, quiere que lo acompañe a cenar."

"¿Y vas a ir?", preguntó Alfred, mientras movía su comida en el plato.

"No estoy segura...", respondió Anelix.

María soltó una pequeña risa: "Cassius no es de los que aceptan un 'no' fácilmente."

"Eso es lo que me preocupa...", Anelix respondió, "y luego está Antony. No sé si es solo mi jefe o si quiere algo más."

Alfred miró a Anelix seriamente. "Tienes que decidir, Anelix. Porque pronto, ninguno de los dos va a darte la opción de simplemente escapar. Están acercándose peligrosamente."

El ambiente en la oficina de Anelix se había transformado, y Alfred y María eran testigos silenciosos del triángulo de tensión que se estaba formando entre Anelix, Cassius y Antony. Cada uno tenía sus propios intereses y estrategias, pero lo que estaba claro es que ninguno de los dos hombres pensaba retroceder.

Sin embargo, lo que no sabían, era que esta disputa por la atención de Anelix iba a llevarlos a una confrontación mayor. Un terreno más allá de lo personal.

......

Antony se encontraba en su oficina, sentado en su elegante silla de cuero, con la mirada perdida en la vista de la ciudad. Un sentimiento familiar le recorría el cuerpo cada vez que pensaba en ella, esa mujer que vio una vez en Suiza y que luego desapareció de su vida por completo.

Fue un viaje de negocios rutinario, nada fuera de lo común, pero aquella mujer se había cruzado en su camino, en un evento donde la elegancia y el lujo predominaban. No la conocía, no sabía su nombre, pero algo en su mirada lo había cautivado. Su porte, su aura... había algo único en ella que lo mantuvo pensando en su figura durante semanas después del viaje.

Tras regresar, quiso saber quién era. Movió influencias, encargó investigaciones, pero todo fue inútil. Nadie sabía quién era. Con solo una descripción física como referencia, pasó casi un año sin encontrar resultados. Era frustrante para alguien como él, que estaba acostumbrado a tener el control de todo. Buscaba respuestas, pero ellas no llegaban. Parecía que el destino no le concedía esa información.

Un día, mientras charlaba con su padre en una de sus visitas a la oficina, ocurrió algo que cambiaría todo. Estaban hablando de negocios cuando su padre, con la típica despreocupación que lo caracterizaba, le mencionó que uno de sus amigos necesitaba un favor.

"Es raro que Frederick me pida un favor, no sé si trama algo o realmente lo necesita", dijo el señor Black, arrojando una tablet con la información de la hija de Frederick sobre la mesa, sin darle mayor importancia.

Antony, distraído al principio, bajó la mirada por inercia hacia la tablet. Y allí estaba. La foto en el archivo era de ella, la mujer que había estado buscando. Su corazón latió con fuerza, pero en su rostro, no se notó la más mínima emoción. La había encontrado. Que coincidencia más absurda.

Respiró profundo, tratando de mantener la compostura. No podía permitir que su padre, o cualquier otra persona, notara lo que esa simple imagen había provocado en él. Con voz calma, aunque controlando el temblor en sus emociones, dijo:

"Tal vez no sea tan mala idea. Tener un favor de Frederick podría ser útil en el futuro."

Su padre lo miró, pensativo, y luego asintió sin darle mayor importancia. Antony en ese momento supo que Anelix, la hija de Frederick Brown, acabaría en su órbita, de una forma u otra.

Cuando finalmente llegó a trabajar en su oficina, todo cambió para él. Sabía quién era, sabía que era ella desde el primer instante en que la vio entrar, pero no podía decirle nada. No quería intimidarla, ni agobiarla con una verdad que quizás no comprendiera de inmediato. Quería que ella lo recordara por sí misma, que esa conexión que él había sentido volviera a surgir en su mente.

Pero había un problema: Anelix no parecía darse cuenta de nada. Para su desesperación, ella seguía siendo esa chica torpe y distraída, ajena a la importancia que había tenido en su vida durante tanto tiempo.




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