Antony estaba revisando los últimos detalles de su boda, cada decisión cargada de una extraña mezcla de emoción y nerviosismo. Anelix le había insistido en que deseaba algo sencillo, íntimo. A él le habría gustado una ceremonia más grandiosa, pero nada importaba más que verla feliz. Cada pequeño detalle que supervisaba era por ella. Mientras se alistaba para salir a elegir el lugar del evento, un asesor se mantenía cerca, dándole las últimas recomendaciones.
El día transcurría con aparente normalidad. El lugar que visitaron era agradable, acogedor, con una serenidad que parecía perfecta para el tipo de boda que Anelix soñaba. Antony observó el entorno, dejando que una leve sonrisa surcara su rostro. Este es el lugar, pensó, visualizando a su futura esposa caminando hacia él. Ella va a amarlo. Confirmó su elección al asesor con un breve asentimiento.
Mientras caminaban hacia el estacionamiento, el aire estaba cargado de una extraña tensión. Algo imperceptible, pero presente. Erick, siempre un paso adelante, se adelantó para desactivar el seguro del auto. Fue en ese instante, un solo segundo de distracción, cuando el destino cambió su curso.
¡¡BOOM!!
El sonido fue ensordecedor, casi irreal. La explosión los arrojó por el aire, el mundo de Antony se volvió una tormenta de fragmentos de metal, humo y caos. Golpeó el suelo con fuerza, pero apenas lo sintió. Todo era un zumbido agudo en sus oídos, como si el tiempo se hubiera detenido. Abrió los ojos, pero la vista estaba nublada, el humo envolvía el ambiente, y el olor a quemado impregnaba cada rincón de sus sentidos. La confusión era total.
Erick se levantó tambaleándose, con la frente empapada de sangre, corrió hacia Antony.
"¡Señor! ¿Me escucha? ¡Señor!", gritaba, pero Antony solo escuchaba ecos distantes, sus palabras difusas.
Apenas podía moverse. Sentía el cuerpo pesado, cada músculo tenso, y la cabeza a punto de estallar. Intentó ponerse de pie, pero las piernas no respondían. Erick se arrodilló a su lado, respirando con dificultad, sus ojos reflejaban una mezcla de pánico y desesperación.
"¿Se encuentra bien? ¡Señor, hábleme!"
Las palabras de Erick se filtraban lentamente en su mente. Antony lo miró sin decir nada, aún aturdido por la explosión. Los sonidos volvían poco a poco, distorsionados al principio, como si los escuchara desde muy lejos.
El vigilante del lugar llegó corriendo, pidiendo ayuda mientras intentaba socorrer a ambos. La ambulancia no tardó en llegar. Las sirenas parecían un eco lejano para Antony, que intentaba mantenerse consciente. Sabía que no podía desmayarse. No ahora.
En el hospital, los médicos atendieron las heridas de ambos con urgencia. Antony seguía aturdido, pero consciente de que aquello no había sido un accidente. Erick, con una venda improvisada cubriendo su sangrante frente, no dejaba de pensar en lo que había ocurrido.
Horas después, ambos estaban fuera del hospital, aunque las heridas todavía ardían.
"Señor, debería quedarse más tiempo", dijo Erick, su voz cargada de preocupación mientras observaba las marcas que la explosión había dejado en Antony.
"No es necesario", respondió Antony con frialdad, sin querer mostrar debilidad. Estaba acostumbrado a situaciones extremas, pero esta vez era diferente. "No estoy gravemente herido, pero tú...", miró la frente de Erick, que seguía sangrando levemente bajo la venda", eso dejará cicatriz.
Erick se tocó la herida con una sonrisa amarga.
"No se preocupe, señor. Esto no es nada comparado con lo que pudo haber sido", su tono cambió de repente, más sombrío, más urgente, "lo que sí me preocupa es lo que descubrimos sobre la bomba".
Erick era un hombre inteligente, a pesar de estar sangrando, hizo una llamada mientras iba en la ambulancia y ordeno investigar el asunto de inmediato.
Antony frunció el ceño, aún algo aturdido: "¿Qué has averiguado?"
Erick respiró hondo antes de hablar.
"La bomba... es de la marca SATE. Es una de las franquicias del señor Brown", dijo con cuidado, observando de cerca la reacción de Antony.
Antony quedó en silencio por un momento, sus pensamientos girando caóticamente.
"¿Estás diciendo que mi suegro intentó matarme?"
"No necesariamente, señor", respondió Erick rápidamente, "pero esta bomba no tiene serialización. Es decir, cada bomba SATE tiene un número de serie para rastrear su fabricación y venta. Esta... no lo tiene. Fue hecha a medida, fuera del registro. Solo alguien con acceso directo a la planta podría hacerlo. Y alguien tan poderoso como Brown lo aprobaría solo si estuviera involucrado personalmente".
Las palabras de Erick cayeron como vidrio sobre Antony. Su mente se llenó de preguntas, de dudas que preferiría no haber tenido. ¿Frederick Brown, su futuro suegro, intentó asesinarlo? ¿Era él quien había enviado a esos hombres que lo emboscaron la otra vez?
No podía permitirse creerlo, pero las piezas comenzaban a encajar de una manera demasiado perfecta.
"Sigue investigando", dijo con voz fría y controlada, pero el temblor en sus manos traicionaba su aparente calma.
Se dio la vuelta y salió del hospital, con la mente invadida por una sombra de sospecha que no podía ignorar. Si Frederick estaba detrás de esto, si el hombre que estaba por convertirse en su familia realmente quería verlo muerto, ¿en quién más podía confiar?
El peso de esa posibilidad lo abrumaba, pero una cosa era segura: si Frederick Brown lo quería muerto, no iba a ser tan fácil acabar con él.
Antony estaba en su estudio, aún con las heridas frescas del reciente ataque. Revisaba informes, buscando cualquier pista sobre quién podría estar detrás. El dolor palpitante de su cuerpo no podía compararse con la furia interna que sentía. En medio de su concentración, su asistente anunció la llegada de Frederick, su futuro suegro.
"Está exigiendo verle, señor. Parece... muy alterado", informó el asistente, con una mezcla de nerviosismo y cautela.