El mar de los recuerdos perdidos

Capítulo 24. Los deseos de Sofía

Anelix se encontraba disfrutando sus días junto a Rebeca. Decidieron llamar a Sofía para que pasaran más tiempo juntas. La presencia de Sofía había llenado el departamento de risas. Las tres parecían recuperar un ritmo familiar, un pequeño respiro en medio de las tormentas que las habían rodeado.

Sofía se acercó a Anelix con una sonrisa radiante, sosteniendo un papel lleno de colores en sus pequeñas manos.

"¡Mamá, mira! Hice un dibujo".

Anelix sonrió y dejó de lado lo que estaba haciendo para recibir el dibujo con cariño: "A ver, nena, déjame ver. ¿Quiénes están aquí?".

Sofía señaló con su dedito las figuras en el papel: "Aquí está mamá, papá, yo, el abuelo... y la tía Rebeca".

Rebeca, que estaba sentada cerca, se inclinó para ver mejor y soltó una risa divertida.

"¡Qué ternura! Pero espera... ¿por qué estoy despeinada?, ¿tengo un animal en la cabeza?"

Anelix lanzó una mirada de broma a su hermana.

"¡Rebeca!", dijo en tono de reclamo juguetón, "No critiques el arte de Sofía".

Rebeca levantó las manos en señal de rendición, sonriendo.

"Está bien, está bien... estoy hermosa de cualquier manera, incluso despeinada".

Sofía, sin prestar mucha atención a la broma entre las hermanas, se aferró al tema que tenía en su cabecita, con la inocencia directa de los niños: "Mamá... ¿por qué no duermes en la casa con papá?"

La pregunta cayó como una pequeña bomba, inesperada y llena de curiosidad infantil. Anelix se tensó por un instante, sin saber cómo responder.

"Bueno, cariño... mamá ha estado ocupada, y..."

Sofía la interrumpió, con su ceño ligeramente fruncido, en un gesto tierno pero decidido.

"Pero papá te extraña. Y yo también quiero que estés con nosotros. Siempre estamos juntos en los dibujos... ¿por qué no en la casa?"

Rebeca levantó una ceja, observando a su hermana, mientras Sofía seguía hablando, llena de una lógica tan simple y tierna que era imposible ignorar.

"Podemos ir ahora. Papá va a estar muy feliz si vas. Yo también quiero que estemos juntos".

Anelix sonrió con tristeza, sintiendo el tirón en su corazón, pero trató de desviar el tema: "Mira qué bonito tu dibujo, lo pondremos en la pared para que todos lo vean".

Pero Sofía no se dejó distraer. Con esa persistencia que la caracterizaba, se acercó más a su madre y la miró con sus grandes ojos brillantes, llenos de esperanza.

"Mamá... vamos ahora. Papá va a sonreír cuando te vea. Siempre dice que te extraña... ¿por qué no podemos ir?"

Anelix miró a Rebeca en busca de apoyo, pero su hermana solo se encogió de hombros, sonriendo con complicidad: "Lo que dice Sofía tiene sentido, ¿no? Parece que tiene razón".

Sofía, emocionada al ver que su madre estaba considerando la idea, empezó a saltar de alegría, agarrando la mano de Anelix: "¡Vamos, mamá! Vamos a ver a papá, por favor. Solo un ratito".

La emoción y la dulzura en la voz de Sofía hicieron que Anelix se derritiera. Sabía que no podía resistirse por mucho más tiempo. Finalmente, suspiró, vencida por la insistencia de su pequeña.

"Está bien, mi amor. Iremos a ver a papá".

Sofía lanzó un grito de alegría, abrazando a su madre con fuerza: "¡Sí! ¡Vamos! Papá va a estar muy feliz".

"Pero sólo el día que te vaya a regresar a casa, ok"

Rebeca sonrió mientras observaba la escena, satisfecha de ver cómo Sofía lograba lo que pocos podían: convencer a Anelix con una ternura imparable.

.....

Rebeca iba conduciendo su carro mientras Sofía, sentada en el asiento trasero, tarareaba una canción feliz. El viaje hacia la casa de Antony era tranquilo, pero Anelix, sentada al lado de su hermana, no dejaba de pensar en lo que estaba por venir.

Rebeca miró a su hermana de reojo y soltó una pequeña risa: "No puedo creer que prometiste quedarte hoy... Antony se va a desmayar de la sorpresa".

Anelix suspiró, jugueteando con sus dedos: "No sé cómo pasó, Sofía es... convincente".

Rebeca se río: "Más bien es igual de terca que su padre, ten cuidado, en el futuro no podrás ir en contra de ella nunca"

Sofía, sin dejar de tararear, intervino: "¡Es que mamá y papá deben estar juntos!"

Rebeca sonrió ampliamente, y Anelix no pudo evitar sonreír también.

Cuando llegaron a la casa, Antony ya estaba en la puerta, visiblemente emocionado al ver el auto acercarse. Mientras Rebeca detenía el carro, Sofía salió corriendo hacia su padre, quien la alzó en brazos con una risa.

"¡Ahí está mi pequeña! ¿Te divertiste?"

Sofía, riendo, asintió efusivamente.

"¡Sí, papá! ¡Mucho! Y mamá se va a quedar hoy, como antes".

Las palabras de Sofía cayeron como agua helada en medio de una sequía, y Antony quedó petrificado por un segundo, mirándola sin poder decir nada. Lentamente, levantó la vista hacia Anelix, que bajaba del auto detrás de Sofía. La miró con sorpresa, pero también con una chispa de felicidad en los ojos que no podía ocultar.

"¿De verdad... te vas a quedar?"

Anelix, sintiéndose atrapada por la mirada brillante de Antony, se sonrojó ligeramente. Se sentía incómoda bajo la intensidad de su mirada, y, sin saber cómo manejar la situación, improvisó rápidamente.

"Bueno, sí, sólo por esta noche, pero... Rebeca, ¿me puedes llevar al minimarket? Necesito comprar algunas cosas".

Antony frunció el ceño ligeramente, aunque con una sonrisa: "No es necesario, Anelix. Yo puedo traerte lo que necesites".

Anelix agitó la mano rápidamente, intentando salir de la situación: "No, no, está bien. Quiero ir yo misma, no tardo".

Rebeca, disfrutando de la escena, alzó una ceja mientras se apoyaba en el volante.

"¿Seguro que no es una excusa para evitar quedarte aquí un poco más?"

Anelix la fulminó con la mirada, pero no pudo evitar sonreír: "¡Rebeca!"

Rebeca soltó una carcajada, pero asintió.

"Bueno, vamos. Sube".

Antes de que pudieran irse, Antony bajó a Sofía y la puso en el suelo con suavidad, inclinándose hacia ella.




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