Al amanecer, los cuerpos de Antony y Anelix permanecían entrelazados bajo las sábanas. Antony fue el primero en despertar. Se quedó observando el rostro adormilado de Anelix, su respiración suave y tranquila. Había algo tan pacífico en su expresión que no podía apartar la mirada. Unos minutos después, ella comenzó a despertarse, notando la atención que él le estaba dedicando.
"No me mires tan fijamente a esta hora", dijo Anelix con una sonrisa tímida, mientras se giraba hacia él. "Debo verme horrible recién levantada".
Antony, sonriendo con ternura, acercó su mano para apartarle un mechón de cabello que caía sobre su rostro.
"No importa cómo te veas, siempre serás hermosa para mí", respondió con sinceridad.
Anelix se sonrojó ante sus palabras y rápidamente se cubrió el rostro con las manos, avergonzada.
"¡Deja de decir cosas así!", exclamó en tono juguetón, aunque su corazón latía más rápido.
Antony soltó una pequeña carcajada y se inclinó para intentar descubrir su rostro. En ese momento, la puerta se abrió de golpe.
"¡Papá, papá!", gritó Sofía corriendo hacia la cama. "¡Mamá no está, no la veo en ningún lado!"
Pero su carrera se detuvo en seco al ver a ambos padres juntos en la cama. Los ojos de Sofía se abrieron de par en par mientras su mente procesaba lo que veía.
"¡Mamá!", exclamó sorprendida, mirándolos.
El sobresalto de Anelix fue tal que empujó a Antony sin querer, haciéndolo resbalar y caer al suelo de la cama.
"¡Buenos días, princesa!", dijo Antony desde el suelo, recuperando la compostura mientras se reía.
"Hola, cariño", contestó Anelix, tratando de mantener la calma mientras se arropaba más con la sábana, con el rostro aún encendido por la vergüenza.
Justo cuando pensaban que la sorpresa había pasado, una voz grave se oyó desde la entrada de la habitación:
"¿Qué creen que están haciendo ustedes a esta hora de la mañana?", dijo la voz con tono firme.
Ambos se giraron rápidamente hacia la puerta. Ahí estaba Frederick, con los brazos cruzados y una mirada inquisitiva.
"¡Tú!", dijo mirando a Antony. "¿Qué demonios crees que estás haciendo con mi hija? ¡Aún no se ha recuperado por completo!"
"¡Papá!", intervino Anelix, apretando los labios. "¿Qué haces aquí tan temprano?"
Frederick esbozó una sonrisa irónica.
"Bueno, desde que Sofía aprendió a llamarme por teléfono, me telefonea de vez en cuando. Esta mañana, me dijo que viniera a desayunar porque, según ella, 'la familia estaba completa de nuevo'", respondió con un aire satisfecho.
Antony, sonriendo, tomó a Sofía en brazos y la alzó mientras acariciaba su cabeza.
"Vaya, mi niña es tan lista", dijo con ternura. "Nos has sorprendido a todos, trayendo al abuelo".
"¿Lista? ¡Por supuesto que lo es!, podría hasta ser más inteligente que tú", respondió Frederick, alzando una ceja. "Lo que veo aquí es a alguien en ropa interior, ¡así que ve a ponerte algo más decente!", dijo, señalando a Antony. "Los espero abajo. Y tú, conejita", añadió dirigiéndose a Anelix, "tenemos que hablar seriamente".
Anelix se quedó inmóvil, su piel erizándose con la mención de su apodo infantil.
"Sí, papá... en un momento", respondió con voz temblorosa.
"¡Sofía!", dijo Antony. "Ve con el abuelo y espéranos en el comedor, mamá y yo nos vestiremos rápidamente".
"¡Está bien, papá!", dijo Sofía feliz, mientras Frederick la tomaba de la mano y ambos se marchaban al comedor.
Una vez que se quedaron solos en la habitación, Anelix se dejó caer en la cama con un suspiro.
"Esto no podía ser más incómodo..." murmuró.
Antony rió suavemente y se inclinó para darle un beso en la frente.
"Vamos, no es tan malo. Al menos Sofía está feliz. Vamos a desayunar antes de que el abuelo vuelva a gritar".
Ambos se vistieron rápidamente, aún sintiendo el eco de la calidez del momento que compartieron la noche anterior, aunque ahora sus mentes estaban en lo que les esperaba en la mesa familiar.
En el comedor, Frederick estaba dándole de comer a Sofía mientras la pequeña charlaba animadamente. Anelix y Antony bajaban ya listos para desayunar. Antony miró a Frederick con una sonrisa que ocultaba su frustración.
"Tendré que decirle a los empleados que no te dejen entrar con tanta facilidad a mi casa", bromeó Antony con un tono algo sarcástico. "¿Cómo puede arruinar mi hermoso momento tan temprano, señor Brown?"
Frederick lo miró fulminante, sus ojos disparando rayos.
"¿Y cómo no voy a entrar a la casa de mi hija y de mi preciada nieta? No te lo perdonaré tan fácilmente, mocoso".
Anelix, que ya veía venir una confrontación, intercedió rápidamente.
"Antony solo está bromeando, papá...", le lanzó una mirada a su esposo. "¿Verdad, Antony?"
Pero Antony simplemente hizo un puchero antes de responder: "Comamos, mejor".
Anelix suspiró, pensando que tenía frente a ella a tres niños en vez de uno. Era como si cada interacción entre su padre y su esposo fuera una batalla para ver quién ganaba terreno.
Frederick, no muy seguro de cómo abordar el tema que tenía en mente, intentó suavizar su tono mientras hablaba con Anelix.
"Conejita, ¿segura que estás bien? No creo que debas... esforzarte demasiado", dijo con cautela. "¿Ya confías tanto en este mocoso?"
Anelix lo miró con un suspiro profundo, tratando de no dejar que su paciencia se agotara.
"Papá, yo...", comenzó a decir, midiendo sus palabras. "Recuerdo lo suficiente para saber que estoy enamorada de él. No tienes por qué preocuparte. Todo lo hago por mi propia voluntad".
Antony, que escuchaba atentamente, no pudo evitar intervenir.
"¿De verdad crees que la estoy forzando?", dijo Antony, cruzándose de brazos y lanzando una mirada desafiante a su suegro. Viej.......Señor Brown, últimamente me calumnias demasiado".
Frederick frunció el ceño, sin dejarse intimidar.
"Bueno, no puedo confiar por completo en ti...", contestó con firmeza. "Aún no has probado ser digno".