Desde aquel día en casa de Antony, Anelix no podía evitar sentirse como una novia recién casada, con mariposas en el estómago y una sonrisa que no se borraba de su rostro. Cada vez que miraba su teléfono y veía un mensaje de Antony, su corazón se aceleraba, y Rebeca, que vivía con ella, no tardó en notarlo.
"Vaya, miren esa sonrisa de oreja a oreja", comentó Rebeca, mientras cruzaba los brazos y la observaba con ojos entrecerrados. "No dejas de mirar tu teléfono... ¿Es Antony, verdad?"
Anelix se sobresaltó, su rostro sonrojándose levemente mientras intentaba disimular.
"¿De qué hablas? No estaba sonriendo", dijo con un tono algo apresurado, aunque su sonrisa aún permanecía en sus labios.
"Sí, claro", respondió Rebeca, con una sonrisa pícara. "El amor, hermana, te hace débil. Ten cuidado, tengo entendido que no estabas del todo bien antes del accidente".
Anelix la miró con una mezcla de sorpresa y duda.
"¿Qué? No lo creo... no lo sé", dijo, como si intentara recordar algo que aún estaba nebuloso en su mente. "Pero, espera... ¿por qué estamos hablando de mí? ¿Qué hay de ti y Alfred? ¿Qué pasó entre ustedes?"
De repente, el semblante de Rebeca cambió. Aquella seguridad que siempre irradiaba se desvaneció momentáneamente.
"No quiero hablar de eso", respondió Rebeca con frialdad, desviando la mirada.
Anelix, con una ceja levantada, no pudo evitar insistir.
"¿Por qué no? Recuerdo perfectamente que lo acosabas el día de mi boda. Estabas detrás de él todo el tiempo".
Rebeca soltó un suspiro, sus ojos se nublaron con una sombra de arrepentimiento: "Pues... me arrepiento un poco de eso", admitió en voz baja.
Anelix abrió los ojos con sorpresa. Su hermana, la mujer arrogante y decidida, nunca solía admitir errores, mucho menos arrepentirse de algo.
"¡Vaya!", dijo Anelix, cruzándose de brazos. "Ahora me da aún más curiosidad. Si no me lo dices, voy a llamar a Alfred y le diré que no dejas de pensar en él".
Los ojos de Rebeca se agrandaron y, en un rápido movimiento, se abalanzó sobre Anelix, arrebatándole el celular de las manos.
"¡No te atrevas!", dijo, con una mezcla de nerviosismo y diversión.
Anelix, riendo, se recostó en el sillón.
"No puedes evitarlo para siempre", le dijo con una sonrisa burlona. "Solo dime qué pasó".
Rebeca sostuvo el teléfono de Anelix, pero no lo desbloqueó. Respiró hondo y, después de unos segundos de silencio, accedió.
"Está bien... pero promete que no intervendrás", dijo, con una voz más suave de lo habitual.
Anelix sonrió triunfante, levantando una mano en señal de juramento.
"Lo prometo. Bien, ahora cuenta".
Rebeca soltó el celular de Anelix y se sentó a su lado, mirando hacia el horizonte como si buscara las palabras exactas.
"Alfred... es complicado", comenzó. "No es como yo pensaba. Al principio, solo me atraía. Era alguien diferente, algo en él me intrigaba. Pero luego... bueno, después de la boda, todo cambió".
Anelix la observaba con interés, casi conteniendo el aliento.
"¿Qué pasó?", preguntó suavemente, tratando de no interrumpir el flujo de pensamientos de su hermana.
"Intenté acercarme a él, como siempre lo hago. Pero... él no reaccionó como los demás. No sé, Anelix, no me miró con deseo o interés. Simplemente... me rechazó". Rebeca se encogió de hombros, como si ese rechazo aún pesara en su orgullo. "Y no estoy acostumbrada a eso".
Anelix parpadeó, sorprendida.
"¿Te rechazó?", repitió, incrédula. Para alguien tan segura de sí misma como Rebeca, un rechazo debía ser algo fuera de lo común.
Rebeca asintió.
"Sí. Y aunque no lo quiera admitir, eso me afectó más de lo que debería. No me gusta sentirme vulnerable. Y ahora, no sé cómo comportarme con él. No quiero admitirlo, pero tal vez siento más de lo que debería".
Anelix la miró con ternura y comprensión, sin querer presionarla más. Rebeca le empezó a contar detalladamente.
La historia de Rebeca y Alfred tomó un giro inesperado después de la boda de Anelix y Antony. Rebeca, acostumbrada a ser la que dominaba las situaciones, no podía dejar de pensar en Alfred. Algo en su actitud indiferente la intrigaba, desafiando su control habitual.
Estaba sentada en su oficina en Method, un espacio siempre disponible para ella cuando lo necesitaba. Con su mente inquieta, decidió actuar. Llamó a uno de los empleados de confianza y le pidió que investigara todo lo posible sobre Alfred. Rebeca no dejaba nada al azar.
Al día siguiente, el empleado regresó con un informe detallado. Mientras lo leía, notó que Alfred tenía un pasado impecable, sin ningún escándalo o problemas. Esta información la dejó aún más intrigada. No dudó en hacer la llamada.
"¿Diga?", contestó Alfred con su tono tranquilo habitual.
"Hola, Alfred, soy Rebeca, la hermana de Anelix. ¿Me recuerdas?", Su voz sonaba segura y seductora.
"Sí...", Alfred respondió, algo desconcertado. "¿Cómo consiguió mi número?"
Rebeca sonrió para sí misma, disfrutando de la confusión de Alfred.
"No nos preocupemos por esas pequeñas cosas. Lo importante es... ¿qué harás este fin de semana?"
Directa y decisiva, como siempre, Rebeca no perdía el tiempo. Alfred, sorprendido por la audacia, intentó mantener su compostura.
"Creo que estaré ocupado, señorita Rebeca".
"Te dije que me llames solo Rebeca", replicó ella, sin darle mucha importancia. "Bueno, no creo que tengas algo más importante. Te recogeré el sábado a las 11. ¡Bye!"
Antes de que Alfred pudiera responder, ella ya había colgado. Él se quedó con el teléfono en la mano, incrédulo.
"¿Recogerme?", murmuró para sí mismo. ¿En mi casa? ¿Cómo va a saber dónde vivo? No creo que sea una mujer tan acosadora...o si?
Aunque sabía que Rebeca era una mujer decidida, la idea de que apareciera en su casa parecía algo descabellado. Pero la duda persistía.
El sábado llegó, y Alfred decidió no darle importancia. Se concentró en sus quehaceres y en prepararse para salir al mercado. Mientras se vestía de manera casual, el timbre de su casa sonó inesperadamente. No esperaba visitas, así que decidió tomarse su tiempo para abrir la puerta. Pero el timbre volvió a sonar, esta vez con más insistencia.