El mar de los recuerdos perdidos

Capítulo 33. Juego del poder 

Antony observó a Isabel fijamente, evaluando cada palabra y cada gesto de Isabel. Sabía que con ella no había movimientos inocentes ni palabras dichas al azar. Todo tenía un propósito, y él debía estar siempre un paso por delante. Con una mirada seria, continuó:

“Lo primero es eliminar a los espías de Zarack. Debo sellarle todo lo que le dé libertades en mi territorio”.

Isabel sonrió, inclinándose ligeramente hacia él, como si estuviera disfrutando de esa chispa de autoridad en la voz de Antony.

“Suenas preparado”, comentó con tono meloso. “¿Cómo piensas hacerlo?”

Antony se mantuvo reservado, su mirada fija en ella.

“No necesitas saber los detalles”, respondió con cautela, manteniendo su guardia alta.

Isabel soltó una risa suave, aceptando su falta de confianza como si fuera parte de un juego en el que ya estaba acostumbrada a jugar.

“Bien, bien, hablemos entonces de lo que me involucre”, dijo, reclinándose un poco mientras sus dedos jugueteaban con la copa vacía.

Antony se inclinó ligeramente hacia ella, con los ojos llenos de determinación.

“Debo encontrarme con Zarack cara a cara. Necesito sacarle la razón de su odio hacia mí”. Sus palabras sonaban como una declaración más personal de lo que hubiera querido admitir. “Dice que le robé algo, pero no consigo descubrir qué fue”.

Isabel lo miró con una mezcla de intriga y burla.

“No ha de ser cualquier cosa si ha mantenido ese rencor tanto tiempo”, comentó, con una expresión pensativa. “Bueno... Creo que sé dónde estará. Podrías ir también y darle una... ¿emboscada sorpresa?”

Antony se enderezó, mostrando su interés de inmediato.

“¿Dónde? Dímelo”, demandó, la seriedad en su voz dejando claro que no estaba para juegos.

Isabel aprovechó el momento, deslizando su mano lentamente por la pierna de Antony, disfrutando de su breve control sobre la situación.

“Habrá una recaudación de fondos la semana que viene. Es solo para gente de alto nivel, claro. No cualquiera consigue una invitación. Pero”, hizo una pausa dramática, “es solo una fachada”. En realidad, será una excusa para tapar las reuniones secretas entre los grandes capos. Y Zarack estará allí.

Antony se quedó en silencio, evaluando la información. Esta era la oportunidad de oro que había estado esperando, y si bien siempre había confiado en la información de Isabel, esta vez parecía aún más crucial. Pero sabía que, como siempre, había un precio.

“Si Zarack estará presente, no puedo perder esta oportunidad”, murmuró, más para sí mismo que para Isabel. “Debo ir”.

Isabel esbozó una sonrisa pícara.

“No será fácil colarte, querido. Yo tengo una invitación, podría llevar a alguien más....” Dejó que sus palabras flotaran en el aire, mientras se inclinaba más cerca, hasta susurrarle. “Y ese 'alguien' podrías ser tú”.

Antony percibió claramente sus intenciones. Isabel nunca hacía nada sin esperar algo a cambio. Pero él no podía permitirse perder la ventaja.

“Déjame ir contigo”, dijo con voz firme. “A cambio, te ofrezco mi villa junto al mar. Es un lugar exclusivo, lo suficientemente discreto para que te relajes o... hagas lo que desees”.

Isabel arqueó una ceja, claramente intrigada, pero su expresión era aún más calculadora.

“Mmm, no necesito una casa”, respondió, moviendo su dedo índice lentamente por el borde de su copa. “Pero sí te quiero a ti”.

Antony dejó escapar una pequeña sonrisa, sin dejarse perturbar.

“Sabes que eso no es una opción”, dijo con un tono firme, pero no agresivo. Ambos sabían que había una línea que él no cruzaría.

Isabel suspiró dramáticamente, como si se resignara.

“Está bien, está bien”, dijo al fin. “Hay algo que sí podrías hacer por mí. Tengo un trato molesto con unos japoneses. Necesito tu ayuda para cerrar el negocio. Haz eso, y no te deberé nada. Además, te ayudaré con todo lo que necesites en esa noche”.

Antony asintió, sabiendo que había hecho un buen intercambio. Era experto cerrando tratos, y esa transacción sería solo una más en su lista.

“No es un mal negocio. Sabes lo bueno que soy en los negocios”, respondió, satisfecho.

Ambos sellaron el acuerdo con miradas cómplices, conscientes de que su asociación, aunque llena de intereses ocultos, era mutuamente beneficiosa. Isabel sonrió de forma seductora, sabiendo que había conseguido lo que quería, mientras Antony veía una puerta abierta para acercarse más a Zarack.

La noche terminó con un sentido de tensión bajo control, cada uno manteniendo sus propios secretos y expectativas.

Mientras salían del club, Antony no pudo evitar pensar en lo mucho que estaba en juego, pero también en cómo cada paso lo acercaba más a su objetivo.

.......

Isabel se quedó un rato más en la habitación, observando el lugar donde había estado con Antony, una mezcla de satisfacción y nerviosismo se reflejaba en sus ojos. Poco después, la puerta se abrió, revelando a un hombre alto y corpulento con una presencia imponente.

“¿Llegaste?”, dijo Isabel despreocupadamente.

Zarack, con su habitual tono de desdén, cruzó los brazos y echó un vistazo alrededor. “Me hiciste venir a este lugar molesto,” dijo frunciendo el ceño, “hubiera preferido tu casa... o la mía”

Isabel sonrió, pero con un toque de ironía en su expresión: “No seas tan delicado, Zarack,” replicó con una voz sensual. “Tengo que estar pendiente de mi negocio, no todo gira a tu alrededor”

Zarack suspiró, inclinándose hacia ella: “Supongo que si me hiciste venir hasta aquí, es porque tienes buenas noticias”

Isabel, orgullosa, levantó la barbilla y lo miró directamente a los ojos: “Todo está saliendo según lo planeado. Llevaré a Antony a la recaudación. Está ansioso por verte”

Zarack soltó una carcajada fría, mientras sus ojos brillaban con una mezcla de sadismo y anticipación. “Bueno, ya es momento de que le quite la incertidumbre. Le dejaré saber por qué lo quiero matar con tanto esmero… aunque, para ser sincero, lo he dejado vivo a propósito”.




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