El mar de los recuerdos perdidos

Capítulo 35. Encuentros indeseados

El pánico y el shock la hicieron tambalearse, y Cassius rápidamente la sostuvo, llevándola con suavidad hacia un sillón cercano. Se sentó, incapaz de controlar las lágrimas que comenzaron a rodar por sus mejillas. Cassius, con una expresión preocupada, le ofreció un vaso de agua.

“Tómalo... respira hondo, Anelix”, le dijo suavemente, mientras se arrodillaba frente a ella, asegurándose de que estuviera bien.

Pero las palabras de consuelo de Cassius apenas penetraban en la tormenta emocional que rugía dentro de ella. La traición era demasiado grande, demasiado dolorosa. ¿Cómo pudo haber sido tan ciega? ¿Cómo no había visto la verdad detrás de los actos de Antony? Todo su mundo había sido una mentira, y ahora, estaba atrapada en el centro de un juego mortal, sin saber en quién confiar, ni cómo escapar.

Cassius la miraba con una mezcla de compasión y determinación. Sabía que esta noche cambiaría todo. Pero una cosa era segura: haría lo que fuera necesario para protegerla, incluso si tenía que enfrentar a Antony en el proceso.

“Lo siento”, dijo Cassius suavemente, con la voz cargada de tristeza. “Sé que esto es mucho... pero no podía dejar que siguieras en la oscuridad. Tenías que saber la verdad antes de que sea demasiado tarde”

Anelix lo miró, sus ojos vidriosos por las lágrimas contenidas: “¿Y ahora qué?” preguntó en un susurro, sintiéndose más perdida que nunca.

Cassius apretó su mano suavemente, dándole una sensación de seguridad en medio de su tormenta. “Ahora... decides tú, Anelix. Pero no tienes que enfrentarlo sola. Estoy aquí para ayudarte”

Cassius se inclinó hacia Anelix, su voz baja pero firme, consciente del peso de sus palabras. “Escucha, sé que esto es un golpe devastador y puede que te cueste creerlo, pero necesito que seas fuerte, Anelix. Si nos encontramos con Antony, debes mostrarle que sabes la verdad. No puedes dejar que te vea tambalear. No te derrumbes ahora”

Anelix seguía respirando con dificultad, luchando por controlar las emociones que la asfixiaban. ¿Enfrentar a Antony, sabiendo todo esto de golpe? La idea la aterraba, pero una chispa de determinación comenzó a prenderse en su interior. Recordó las enseñanzas de su padre: la calma era su arma más poderosa en momentos de crisis. Y, poco a poco, esa lección arraigada desde su niñez comenzó a traerla de vuelta.

“Un momento...” dijo finalmente, su voz más firme: “Si todo lo que dices es verdad, Antony estará aquí para encontrarse con Zarack. Ese nombre no es nuevo para mí. Mi padre siempre me advirtió sobre él... dijo que era peligroso y que me mantuviera lejos de cualquier cosa relacionada con él”. Anelix bajó la mirada, tratando de aceptar la cruda realidad. “Pensar que Antony... podría estar involucrado con él... es aterrador”

Cassius la miró con determinación, apretando suavemente su mano, transmitiéndole calidez y apoyo. “Tranquila. No estás sola en esto, Anelix. Yo estoy aquí y te protegeré, sin importar lo que ocurra”. Sus palabras eran como una promesa inquebrantable, y su mirada le transmitía una sensación de seguridad que necesitaba con urgencia.

Anelix cerró los ojos por un breve instante, respirando profundamente. A medida que el aire llenaba sus pulmones, sintió cómo su mente se aclaraba. La tormenta interna comenzó a calmarse, dejando espacio para una decisión firme. “Voy a enfrentarlo. Sea lo que sea, no puedo seguir huyendo”.

Cuando abrió los ojos, la expresión en su rostro había cambiado. Ya no era la mujer perdida y desconcertada de unos minutos atrás. Ahora había una resolución en su mirada, un brillo de coraje que Cassius reconoció de inmediato.

“Estoy lista”, dijo Anelix, con una determinación que sorprendió incluso a Cassius. “No importa lo que venga, lo enfrentaré”.

Al otro lado del salón, Antony e Isabel hicieron su entrada con aire de grandeza. Isabel, vestida con un atuendo llamativo que apenas dejaba espacio a la imaginación, se aferraba al brazo de Antony como si dependiera de ello para respirar. Su sonrisa era casi demasiado perfecta, diseñada para ser vista, mientras lanzaba miradas calculadas a los presentes.

“Vaya, la seguridad aquí es imponente. Casi esperaría que estuviera por llegar el presidente en persona”, dijo Isabel con una risa suave.

Antony habló tono frío pero controlado: “Es lo habitual para este tipo de eventos”. Sin embargo, su mirada escaneaba el salón, buscando algo o alguien. “¿Dónde se supone que nos encontraremos con Zarack?”

Isabel lo miró y dijo con un tono juguetón: “Paciencia, querido. Todo a su tiempo”

Con una mano firme pero elegante, le ofreció una copa de vino. Sus dedos rozaron los de Antony cuando este la aceptó. Isabel levantó su propia copa, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y malicia.

“Disfrutemos el momento... ya llegará la hora”, dijo Isabel tomando un sorbo.

Anelix, que estaba con Cassius, divisó a Antony al otro lado del salón. Su corazón dio un vuelco, sus ojos se abrieron como platos. No podía creer lo que veía. Antony estaba allí, y no estaba solo. A su lado, una mujer llamativamente vestida se aferraba a él con una familiaridad inquietante. Aunque Cassius ya le había advertido sobre esto, una parte de Anelix aún albergaba la esperanza de que no fuera cierto, que Antony no estuviera involucrado con otra mujer. Pero ahora, esa ilusión se desmoronaba ante sus ojos. Isabel se aferraba a Antony con una descarada naturalidad, y lo peor de todo: él no parecía incómodo, ni siquiera molesto. Al contrario, lo aceptaba con total indiferencia.

Anelix sintió un torrente de emociones apoderarse de ella, la devastación mezclada con una ira creciente que la quemaba por dentro. La traición era un veneno que corría rápido por sus venas. A lo lejos, las personas empezaron a murmurar, lo suficientemente cerca como para que ella escuchara sus comentarios.

“¿Vieron eso? Isabel no pierde tiempo, vaya descaro venir así con el heredero de los Black”, dijo una mujer




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