El mar de los recuerdos perdidos

Capítulo 38. Asuntos pendientes

Anelix se quedó dormida después de derramar sus lágrimas sobre las sábanas en la casa de Cassius. La confusión y el dolor aún la embargaban, y su mente, cansada de tanto pensar, finalmente sucumbió al sueño. Sin embargo, mientras dormía, los recuerdos que habían estado enterrados comenzaron a resurgir lentamente, casi como si su subconsciente intentara poner en orden todo el caos en el que estaba sumida.

En la oscuridad de la noche, su memoria comenzó a aclararse, y escenas del pasado empezaron a desenrollarse como un carrete de película. El primer encuentro con Antony ahora se veía con más claridad: la forma en que la había mirado en el restaurante, el leve toque de su mano cuando la quiso detener en aquel viaje que había olvidado. Todo había comenzado allí, en ese instante que ahora parecía tan lejano y, a la vez, tan vívido.

Los recuerdos siguieron llegando. Su luna de miel con Antony en España, un viaje lleno de amor y descubrimientos. Habían recorrido Madrid, Barcelona, Sevilla y otros rincones llenos de historia y encanto. Habían compartido risas, miradas cómplices, y el placer de estar juntos, casi como si el mundo no existiera fuera de ellos dos. Ahora recordaba con precisión los paseos por las callejuelas adoquinadas, las cenas a la luz de las velas y el sonido de la guitarra flamenca que los acompañaba mientras disfrutaban de la calidez de las noches españolas.

Anelix despertó en su sueño en uno de esos momentos, recordando su última noche en Sevilla. Antony había prometido que algún día volverían, pero la realidad golpeaba ahora con dureza. Tras ese extenso viaje de un mes, ambos regresaron al trabajo, aunque las cosas nunca fueron del todo iguales. Antony, envuelto en sus múltiples responsabilidades, apenas tenía tiempo para ella. Sin embargo, Anelix mantenía la esperanza de que su amor seguiría resistiendo.

Llegó el día de volver al trabajo, Anelix caminaba por los pasillos de la empresa cuando se encontró con María y Alfred, dos compañeros de confianza.

“¡Anelix!”, exclamó María, con una sonrisa radiante. “¿Cómo te fue en la luna de miel? ¡No sabes lo emocionados que estábamos todos por ti!”

Anelix sonrió, aunque en el fondo sentía que una sombra empañaba parte de esa felicidad.

“Fue increíble, María. Pasamos un mes recorriendo España, fue como un sueño hecho realidad. Cada ciudad que visitamos tenía algo especial, y compartirlo con Antony hizo todo aún más mágico”, dijo, tratando de que su voz sonara entusiasta. Pero su mente la traicionaba, recordando la distancia que había comenzado a crecer entre ellos tras el regreso.

“¡Qué envidia!”, dijo Alfred, acercándose a la conversación. “España es preciosa, debe haber sido muy romántico. ¿Ya te adaptaste de nuevo al trabajo?

Anelix asintió, aunque su sonrisa se desvaneció ligeramente.

“Sí, estoy feliz de estar de vuelta. Aunque, para ser sincera, echo de menos esas largas tardes sin preocupaciones. Aquí es todo tan… intenso”, añadió, su tono apagándose al final.

María la miró con comprensión.

“Es normal, Anelix. Después de tanto tiempo fuera, volver al trabajo siempre es un poco abrumador. Pero estoy segura de que todo irá bien. Tienes a Antony a tu lado, y todos estamos aquí para apoyarte.

Anelix asintió, agradecida por sus palabras.

Antony estaba en su oficina, revisando papeles con la mirada fija en los informes. Junto a él, Erick leía algunos documentos adicionales mientras ambos trataban de ponerse al día con todos los pendientes que se habían acumulado durante su ausencia.

“Necesitamos acelerar las negociaciones con los alemanes”, comentó Antony, sin apartar la vista de su pantalla. No podemos permitirnos retrasos en este punto del proyecto.

Erick asintió, hojeando un documento en sus manos.

“He estado en contacto con ellos, pero están pidiendo mejores términos en cuanto a la distribución. Quieren más porcentaje en las ganancias netas de las ventas europeas, y no parecen estar dispuestos a ceder mucho terreno”.

Antony frunció el ceño, su mente calculando rápidamente las opciones.

“No podemos dejar que controlen esa parte del mercado. Si les damos demasiado, perderemos una parte crucial de nuestro margen de beneficio. ¿Tienes alguna propuesta para equilibrarlo?”

“Estaba pensando en ofrecerles un porcentaje mayor en las ventas iniciales, digamos durante los primeros tres años, pero con una reducción gradual después de ese período. Eso podría satisfacer su demanda a corto plazo sin comprometer nuestro margen a largo plazo”.

Antony asintió lentamente, considerando la idea.

“Parece razonable. Programa una videollamada con ellos para mañana. Necesitamos asegurar este trato antes de que comience la próxima fase de promoción”.

Erick tomó nota de la instrucción, pero antes de que pudiera responder, la puerta de la oficina se abrió abruptamente. Isabel entró en la empresa con paso firme, contoneándose con una confianza desmedida, como si el edificio entero le perteneciera. Todos los ojos en la recepción la siguieron, impresionados por su presencia y apariencia.

Anelix, que se encontraba cerca, la vio pasar de reojo y sintió una punzada en el estómago. Algo en esa mujer le resultaba inquietantemente familiar. María, quien estaba trabajando a su lado, no pudo evitar comentar.

“Vaya, ¿la has visto?”, dijo María con una sonrisa. “Es guapísima. No me sorprendería que fuera una modelo o algo así”.

Anelix observó a Isabel con más atención, tratando de recordar de dónde la conocía. Ese porte, esa actitud... algo en ella le resultaba sospechosamente reconocible. Entonces, un pensamiento cruzó su mente como un rayo, y sin decir palabra, se dirigió rápidamente a su bolso, sacando su teléfono.

Mientras María seguía hablando sobre lo linda que era Isabel, Anelix buscó frenéticamente en sus archivos hasta que encontró el video que había guardado. El mismo video donde había grabado a Antony, aquella vez, saliendo de la empresa con una mujer misteriosa. Cuando reprodujo el video, su corazón dio un vuelco.




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