Cassius no lograba calmarse. Mientras intentaba concentrarse en su trabajo, sus pensamientos volvían constantemente a Anelix. Cada pocos minutos, revisaba su celular, esperando ver su nombre aparecer en la pantalla. El silencio, la espera... lo estaban carcomiendo. Sabía que su propuesta había sido impulsiva, un arrebato del momento cuando vio a Anelix después de tantos años. Pero ahora, el solo pensar en el encuentro lo tenía inquieto.
Pasaron los días, y justo cuando comenzaba a perder la esperanza, su teléfono vibró. El corazón de Cassius dio un salto al ver el nombre de Anelix en la pantalla. Casi se le resbala el celular de las manos por la emoción.
Anelix le había escrito: _Estaré disponible este fin de semana, avísame si tú lo estás_
Cassius sintió una oleada de adrenalina. El mensaje que tanto había esperado estaba finalmente frente a él. Apenas podía contener su emoción mientras le respondía: _Perfecto, estaré libre. Aquí tienes la dirección de mi casa. Te espero_ Se aseguró de que sonara casual, pero por dentro todo su ser temblaba de anticipación.
La emoción lo desbordaba. Aunque aquella reunión surgió por un nerviosismo que no había podido controlar cuando la vio en el centro comercial, ahora estaba decidido. Esta despedida no sería solo un encuentro más; sería su oportunidad de cerrar un capítulo que llevaba abierto demasiado tiempo. Quizás, de alguna manera, podría enterrar sus sentimientos por ella después de esos días.
En los días previos, algo en Cassius cambió. Su entusiasmo era palpable, tan inusual que incluso sus empleados comenzaron a murmurar entre ellos. “¿Qué le pasa al jefe?”, se preguntaban, sorprendidos por la amabilidad y la energía que desprendía. Normalmente frío y distante, Cassius ahora sonreía más, se mostraba atento y, para muchos, parecía alguien completamente distinto.
Pero solo él sabía la razón. Estaba a punto de vivir un fin de semana que podría cambiarlo todo, una última oportunidad para estar cerca de Anelix, antes de que su mundo y el de ella volvieran a separarse.
El día que Cassius tanto había esperado finalmente llegó. Se había asegurado de vaciar su agenda y había planeado un fin de semana perfecto. Todo estaba preparado: la cena, el ambiente, cada detalle pensado para hacer de esa despedida un momento especial y memorable.
El timbre de la puerta sonó, y sin dudarlo, Cassius salió disparado para abrir. Su corazón latía con fuerza; estaba emocionado por recibir a Anelix personalmente. Pero en cuanto la puerta se abrió, la sonrisa que había mantenido todo el día desapareció de su rostro al instante.
Ahí, al lado de Anelix, estaba esa niña. Esa mocosa, pensó Cassius con molestia, la hija que Anelix había tenido con ese tipo, Antony. Aunque Cassius intentaba ser cortés, no podía ocultar su decepción. Había imaginado un fin de semana solo con Anelix, donde podrían hablar, reír y reconectar, tal vez, por última vez. Pero esta... no era la imagen que tenía en mente.
Anelix, notando el cambio en su expresión, levantó una ceja. “¿Qué sucede?” preguntó con suavidad.
Cassius intentó componer su rostro rápidamente, pero no pudo evitar la tensión en su voz: “Ah... pensé que vendrías sola.”
Anelix, con una sonrisa tranquila, le explicó: “No se quiso quedar con su padre. No tuve más opción, pero te aseguro que es tranquila. No dará problemas. ¿Verdad, cariño? Saluda”
La pequeña Sofía, algo tímida, levantó la vista hacia Cassius, quien intentaba controlar su frustración. ¿Por qué tiene que estar aquí esta niña? Pero cuando la pequeña habló, su tono inocente lo desarmó: “Buenos días, me llamo Sofía”
Cassius respiró hondo y forzó una sonrisa. “Hola, Sofía. No me presenté la última vez... soy Cassius”. Alargó la mano hacia la niña, y Sofía, con una sonrisa tímida, la tomó.
Anelix, notando el momento, añadió: “¿Ves? Es todo un amor”
Cassius asintió lentamente. “Claro... entren”, dijo, tratando de ocultar su desilusión.
Mientras las dos entraban a la casa, Cassius intentaba recomponerse. Su plan original, esa despedida íntima y emocional que tanto había imaginado, ahora parecía más complicado. Pero algo en él se forzó a aceptar la situación. Después de todo, Sofía era parte de la vida de Anelix, y si realmente quería cerrar este ciclo, tendría que enfrentarse a todo lo que ella representaba: su nueva vida, su familia, su realidad.
El primer día, que Cassius había planeado con tanto esmero, tuvo que ser completamente modificado. Con la pequeña Sofía a bordo, no había más opción que llevarlas a un parque de diversiones. Qué aburrido, pensaba Cassius, tratando de contener su frustración mientras forzaba una sonrisa para no arruinar el ánimo de Anelix.
Anelix, siempre alegre, intentaba animarlo. “Mira, Cassius, ¡subamos a los barcos!” dijo, señalando una atracción infantil que a Sofía le emocionaba.
Cassius respondió con un forzado entusiasmo. “Claro...” Solo juegos infantiles, pensaba. Esto no puede ser peor. Pero intentaba mantenerse cordial por respeto a Anelix, aunque en su mente solo contaba los minutos que pasaban en cada atracción tediosa.
Las horas pasaron entre risas infantiles y juegos coloridos, ninguno de ellos destinado a adultos. Cassius, aunque trataba de ser paciente, sentía que estaba perdiendo la oportunidad de conectar con Anelix, atrapado en una jornada dedicada completamente a Sofía.
Finalmente, después de un sinfín de juegos, se detuvieron a comer en un restaurante dentro del parque. Sofía, emocionada, comía su menú infantil mientras hacía un pequeño desastre con su comida. Anelix, al percatarse, se levantó. “Cuidala un momento, voy al baño”
Cassius asintió con una sonrisa. “Claro” En cuanto Anelix desapareció, miró a la niña frente a él, que estaba en medio de aplastar sus papas fritas con las manos. Un desastre, pensó con desgano. Mientras la observaba más detenidamente, empezó a notar algo que le molestó más de lo que habría querido admitir: Sofía tenía los rasgos de su padre. Había algo en sus ojos, en su expresión... ese enclenque de Antony se reflejaba en ella. Cassius sintió una punzada de molestia, casi desprecio. Por supuesto, es igual que él, pensó, mientras trataba de mantener la compostura.