El mar de los recuerdos perdidos

Capítulo 62. Camino hacia la muerte 

Zarack rozaba el cuello de Anelix con sus brazos fuertes, tensando la situación con cada segundo que pasaba. Antony dudó, pero aún así le dijo con voz firme: “No puedes matarla, sé que no lo harás”

“Si no será mía, no será de nadie”. Zarack no cedía, sus ojos reflejaban un brillo sombrío mientras mantenía su amenaza. “Puedo acabar con su vida en un instante y luego hacer lo mismo conmigo. Ni siquiera te daría el placer de hacerlo tú”

Sus brazos comenzaron a apretar con más fuerza, y Anelix, luchando por respirar, logró murmurar entre jadeos: “Cassius... de...tente... no...”

Antony bajó lentamente el arma, pero sin mostrar un ápice de miedo en su rostro.

“Nadie quiere esto, Zarack”, intentó razonar, aunque sabía que las palabras tenían poco efecto en un hombre como él.

“Ya nada de eso importa”. Zarack hizo una mueca amarga.

Cuando estaba a punto de tomar la decisión final, sintió una punzada aguda en el costado de su espalda. Sorprendido, giró la cabeza y vio a Nancy, empuñando un puñal que había clavado en su costado. La presión de los brazos de Zarack sobre Anelix aflojó de inmediato, y ella cayó de rodillas, tosiendo y jadeando por aire. Antony se apresuró a sostenerla, ayudándola a mantenerse firme.

Zarack la miró incrédulo, su rostro reflejaba una mezcla de asombro y una profunda sensación de traición: “¿Nancy? ¿Eras tú? ¿Cómo... cómo pudiste...? De todas las personas, tú... confiaba en ti...” Su voz, que normalmente destilaba una autoridad incuestionable, ahora sonaba quebrada, cargada de incredulidad. Sus ojos se llenaron de una confusión que no lograba esconder, como si buscara en el rostro de Nancy alguna explicación que le diera sentido a lo que acababa de ocurrir.

Nancy lo observaba con una frialdad cortante, sin un atisbo de compasión en su mirada. Sus ojos se habían convertido en un espejo vacío, carente de las emociones que Zarack siempre creyó ver en ella. Su expresión era impasible, pero sus manos aún temblaban levemente por la tensión del momento, aunque no de arrepentimiento.

“¿Realmente creíste que no me enteraría de la verdad?”, su voz sonaba tan firme como el hielo. “Tú me convertiste en un peón, un objeto en tu tablero, pero ahora conozco la historia verdadera de cómo llegué a tus manos…”

Antony dio un paso adelante, su mirada cargada de determinación y con la voz firme interrumpió el intercambio: “Tú fuiste quien asesinó a toda su familia, Zarack. Y se lo ocultaste para manipularla. Encontré esta verdad, y ahora es tu ruina”

Zarack quedó petrificado ante la revelación. Un temblor casi imperceptible recorrió su cuerpo. Su mente se aceleró mientras intentaba procesar cómo Antony había descubierto ese oscuro secreto, uno que había enterrado bajo capas de mentiras, tan profundo que había creído imposible que alguien lo desenterrara. Ese error que creía oculto le estaba costando todo, en el peor momento posible.

Nancy nació en una familia acomodada, donde sus padres eran dueños de una empresa próspera y respetada. Desde temprana edad, destacó por ser una niña prodigio, con una mente brillante para los negocios y un talento innato para los números y la estrategia. A medida que crecía, sus padres la alentaban a desarrollar sus habilidades, convirtiéndola en una joven brillante y llena de potencial, con un futuro prometedor en la dirección de la empresa familiar.

Sin embargo, esa vida llena de promesas se vio abruptamente truncada cuando sus padres murieron en un trágico accidente automovilístico. Al menos, eso fue lo que le hicieron creer. Devastada por la pérdida, Nancy quedó a merced del destino, sola y sin saber en quién confiar. Zarack, un conocido de su padre, apareció como un supuesto protector en el momento más oscuro de su vida. Se hizo cargo de ella, ganándose poco a poco su confianza y afecto. Ella pensó que había encontrado en él un mentor y un refugio, alguien que la guiaba con dureza, pero con la promesa de protegerla.

Lo que Nancy no sabía era que Zarack había planeado todo desde el principio. Conocedor del potencial de la joven y de la riqueza de la familia, orquestó el accidente que le quitó la vida a sus padres para quedarse con el control de la empresa y manipular a Nancy para que trabajara a su lado. Con su inteligencia y destreza, la moldeó para convertirla en una pieza clave dentro de su organización, sin que ella supiera que el hombre que le ofrecía protección y dirección era el verdadero causante de su dolor.

Para Nancy, Zarack fue durante años una figura ambigua, alguien que admiraba y temía. Pero todo cambió cuando la verdad salió a la luz: su supuesto protector era, en realidad, el verdugo de su familia. Al descubrir la traición, su mente analítica y su corazón roto se unieron en un solo propósito: vengar a sus padres y liberarse del control de Zarack.

Zarack, con una mueca de dolor, sacó el cuchillo de su costado y lo blandió hacia Nancy, quien, con rapidez, logró bloquear su primer ataque. Ambos se enzarzaron en una lucha intensa, las hojas de sus cuchillos entrechocando mientras intentaban superarse mutuamente. Antony, al ver la situación, dejó a Anelix a una distancia segura y se dirigió a Nancy: “No tienes por qué seguir, ¡vete! Yo me encargaré de él”

Nancy, con la respiración agitada y la mirada fija en Zarack, negó con la cabeza.

“No, esto debo hacerlo yo misma”

Zarack esbozó una sonrisa irónica, y Antony notó ese fugaz destello de satisfacción en sus labios. Rápidamente, Antony trató de alcanzar el arma que había tirado, pero fue demasiado tarde. Zarack ya había desarmado a Nancy, arrebatándole sus cuchillos y, sin piedad, le clavó uno directo al corazón.

“Solo por todos los años de trabajo que diste, te daré una muerte rápida”, dijo Zarack, mientras empujaba el cuchillo con fuerza hasta el fondo.

La expresión de Nancy se congeló, sus ojos vidriosos se clavaron en los de Zarack mientras la vida se apagaba en ella. Zarack dejó caer su cuerpo sin vida al suelo, justo cuando un disparo resonó en el aire. Antony había logrado herir a Zarack por la espalda, y este gruñó de dolor, tambaleándose mientras se giraba para enfrentar a su agresor.




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