El maravilloso regalo de Irma

Panqueques

La pequeña niña despierta al día siguiente. Muy temprano en la mañana, cuando el sol apenas comienza a asomarse por la ventana. Ella corre a su caja de juguetes y busca la bolsa que le había regalado su mamá, hace un par de cumpleaños atrás. La saca de ahí, es de color violeta y en ella cabe perfectamente Kiwi. Lo mete con sumo cuidado y se cuelga la bolsa inclinada sobre un hombro, dejando ver la cabeza de su nuevo amigo.
Corre hacia la cocina, donde se escuchan ruidos de sus padres preparando el desayuno.
—¿Qué haces despierta tan temprano? —dice su padre, con la batidora en mano a punto de batir la mezcla para los panqueques.
—Estoy lista para irnos de paseo, al más maravilloso lugar del mundo —dice Irma entusiasmada.
—Irma, todavía no estás lista. Sigues en pijama y aún no desayunamos —dice su mamá, lavando los trastes sucios del día anterior.
—Pero, Kiwi y yo ya nos queremos ir —dice la niña, un poco sentimental.
—Lo sé, cariño. Te acompaño a la bañera, después de ponerte la ropa, desayunamos y todos nos iremos de paseo. Tu papá y yo ya estamos listos, solo faltas tú —le dice su mamá cariñosamente.
—Mami, ¿me puedo poner el vestido blanco con flores violetas? —pregunta Irma, sonriendo.
—Claro que sí, usarás lo que tú quieras, mi niña —dice Isabel con una gran sonrisa.
Isabel lleva a Irma a tomar una ducha. Después, la carga envuelta con la toalla de baño naranja y le seca el cabello con una toalla rosa, que está sobre la cama. Le pone el vestido que había pedido. La peina con su cepillo favorito (color naranja) y le pone un moño violeta y enorme en su cabello, (en el centro de él, dice su nombre con letra cursiva).
—Estas listas, mi gran tesoro —le dice su mamá, haciéndole cosquillas en el estómago a su linda niña.
—Por favor, mami, no más cosquillas —dice tratando de no reír. —Me faltan los zapatos, mami.
—O sí, es cierto, te has salvado por esta vez —dice ella sonriendo y guiñando su ojo derecho. —¿Qué sandalias prefieres? Las violetas o las blancas.
—Creo que las violetas, mami.
—Lo sabía, tú y el color morado son inseparables.
—Se llama violeta, mamá —dice Irma, corrigiendo.

—Está bien, hija. Por ahora, vamos a desayunar que nos espera un largo día —dice.
Papá ya tiene todo listo para el desayuno, Irma y su mamá llegan justo a tiempo para sentarse a comer ricos panqueques con miel. El olor es delicioso. Los tres están comiendo, riendo de recuerdos, hablando de cosas comunes y sonriendo. Irma había olvidado a Kiwi en su cuarto, así que se levanta de la silla y va corriendo por su nuevo amigo.
Irma lo toma entre sus manos y lo pone frente a su rostro. Lo abraza lo más fuerte que puede y le pregunta: —¿Creíste que te iba a olvidar?
Kiwi sonríe sin que Irma lo vea.
—Hija, es hora de irnos —exclama su papá, desde la cocina.
Irma sale corriendo del cuarto con la bolsa puesta sobre su hombro y Kiwi entre sus brazos.
Su mamá abre la puerta del coche e Irma entra en él y le pone el cinturón de seguridad para disfrutar del mejor viaje de su vida.
Su papá enciende el auto y lo arranca hacia la primera aventura con su pequeño amigo.



#16574 en Otros
#4778 en Relatos cortos
#11695 en Fantasía

En el texto hay: drama, magia, fantasia aventura

Editado: 25.02.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.