El maravilloso regalo de Irma

Valiente

Irma abre la puerta y entra por ella, Kiwi la sigue muy de cerca. Al cruzar y cerrar la puerta, esta desaparece, mientras que Kiwi vuelve a ser el hermoso peluche que antes era.
La pequeña niña se sienta en la cama y el dolor regresa poco a poco, tiene a Kiwi entre sus brazos y una lágrima se resbala por su mejilla. La doctora entra a la habitación, ve a Irma sin el catéter en su muñeca. Corre hacia ella y se lo pone de inmediato, no espera a que llegue la enfermera, lo hace ella misma.
—Irma, ¿por qué te quitaste la medicina que te va a ayudar?
La niña levanta sus hombros, no sabe qué contestar a la doctora.
—No debes de quitártelo, esto te va a ayudar a no sentir dolor.
—Está bien, doctora —dice Irma, sonriendo al ver a sus padres que están detrás de la doctora. —Papi, mami, ¿Están bien? —se dirige a ellos.
—Sí —apenas logra decir su mamá.
—Mi querida niña, queremos llevarte cuanto antes a casa, pero necesitamos que te cures primero —dice papá, acercándose para acariciarle su cabello, que ahora lo lleva suelto.
—Está bien, papi y mami. No volveré a quitármelo —dice Irma.
—El primer tratamiento será en cinco minutos, ya están preparando todo para llevar a Irma —dice la doctora en voz baja a su familia.
Irma cierra los ojos, por unos segundos. Llega la enfermera y no ve que sus padres salen llorando de la habitación, ellos prefieren que Irma se quede tranquila y los vea siendo fuertes a como ella lo es.
La enfermera va con Irma. Le ponen una bata nueva. Necesita estar lo más limpia posible, ve sus pies manchados con tierra. No sabe de dónde salió, la había bañado minutos antes, prefiere no preguntar. Solo se limita a limpiarla con una esponja húmeda, una lágrima corre por la mejilla de la enfermera Nancy, siempre es igual de doloroso tratar a niños con esta terrible enfermedad.
—Señorita, enfermera, no llores, te prometo que estaré bien —dice Irma sonriendo ampliamente, ella no tiene miedo, ella es la niña más valiente que ha conocido.
—Sé que estarás bien, preciosa niña —dice la enfermera, rompiendo en llanto ante tanta valentía y ganas de vivir, la enfermera abraza a Irma y le da un beso en la frente.
—Estoy lista, para ir con el doctor —suspira Irma y la enfermera la carga para subirla en la silla de ruedas.
—¿Me va a doler? —pregunta Irma.
—Quizás… —no termina de hablar.
—Prefiero no saberlo, seré valiente y fuerte, por mis papás, además Kiwi está conmigo —dice Irma.
—Así es, nena —dice la enfermera, sin decirle que Kiwi debe esperar afuera de la sala.
La enfermera camina despacio hacia la sala designada para Irma. No quiere llegar, tiene miedo por la pequeña niña. Le encantaría que todo esto fuera diferente, pero sabe que así no son las cosas. El resto del camino lo hicieron en silencio, Irma abraza a Kiwi y la enfermera intenta dejar de sentir el nudo en la garganta que está a punto de ahogarla.
El camino parece eterno, pero al final llegaron. La enfermera lleva a Irma a una camilla, le ayuda a subirse y la prepara para colocarle el nuevo medicamento.
El doctor entra a la habitación, se acerca a la cama donde está Irma recostada, ella le regala una dulce sonrisa y él también le da su mejor sonrisa.
—¿Cómo te sientes? —pregunta el doctor, aunque él sabe que esa pregunta es por mera cortesía.
—Me duele un poco el estómago, pero estoy bien —dice la niña algo animada y continúa hablando —doctor, es cierto que me voy a curar con esa medicina.
—Es lo que todos esperamos, mi niña —dice el doctor enternecido por la valentía y esperanza de Irma.
—Sí, yo sé que Kiwi me va a cuidar, ¿puede quedarse aquí conmigo? —pregunta Irma.
—Qué te parece, si mejor te ve desde la ventana que está, ahí —dice señalando al lado de la puerta.
—Es muy buena idea, así él no se sentirá solo, estará con mamá y papá —dice ella sonriendo. Mientras la enfermera lo lleva con sus padres.
—Así es, Irma. Ahora, voltea a ver a Kiwi —dice el doctor. En el catéter que aún tiene en su mano, conectan la nueva bolsa de medicamento que cuelga de un tubo, de él sale un líquido transparente. Irma siente un ligero cosquilleo y calor que recorre su cuerpo.
Ella cierra sus ojos, se muerde el labio y una pequeña lágrima rueda por sus mejillas, siente algo de dolor, pero no quiere demostrarlo, ella saber que sus padres la ven y Kiwi, la llena de la fuerza suficiente para no llorar. Mantiene sus ojos cerrados, esperando que esto llegue a su final, pero sabe que esto tardará unos minutos más. Nancy, la enfermera, la sujeta de su mano y le dice palabras de aliento, que Irma guarda en su enorme corazón.
La pequeña se queda dormida, hasta que finalizó el tratamiento. El ardor que siente, la despierta sudando frío y con un estremecimiento en todo su cuerpo, aprieta tanto los ojos y la boca, ahogando un grito de dolor que la perfora hasta lo más profundo, pero ella sabe que esto le ayudará a estar bien.



#16572 en Otros
#4778 en Relatos cortos
#11694 en Fantasía

En el texto hay: drama, magia, fantasia aventura

Editado: 25.02.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.