Todo es blanco dentro de la habitación, la bella dama esta parada en el borde de la cama y Kiwi sobre ella. El príncipe coloca a Mima en el hueco de la cobija y la tapa hasta su cuello. Kiwi se acuesta al lado de Mima y la abraza fuertemente. La pequeña niña sonríe al reconocer el abrazo de su protector. Mía acaba de entrar a la habitación.
—Mima, vamos a jugar con bolas de nieve, el día es hermoso —dice Mía, sonriendo ampliamente.
Ella intenta sentarse en la cama, de pronto todo se siente mejor, pero no es tan sencillo para ella, Kiwi le pone un par de almohadas detrás de la espalda, para que esté cómoda. Las palabras de Mía habían logrado un efecto muy bueno en ella.
El príncipe le ofrece un cáliz de jade con agua.
—Si quieres sentirte mejor, deberías beber de él —dice el misterioso príncipe. Mima ve a Leo León, a Kiwi, a Mía y a la bella dama. Ellos asienten con la cabeza. Mima le da un pequeño sorbo. Siente el frescor del agua, correr por su garganta, no tiene sabor alguno, pero sabe que es el agua más deliciosa que ha probado.
El estado de salud de la pequeña Mima, mejora notoriamente, después de beber por completo el agua del cáliz. Ella sola logra ponerse en pie.
—Mi niña —dice la bella dama —deberías ponerte algo de ropa y un abrigo, a fuera está muy frío.
—Sí, lo haré —dice la niña. Mima camina despacio, casi tambaleándose, hacia el príncipe. Sus ojos están llenos de lágrimas, le da un fuerte abrazo, él se pone en cuclillas y le corresponde el cálido abrazo. Mima sabe que solo lo ha visto en tres ocasiones, pero como todos los niños de su edad, se dan cuenta de quién los quiere y quien no.
—Gracias por ayudarme —dice la niña al oído de él.
—De todos mis hijos, tú eres la más querida —le dice al oído, dándole un beso en su mejilla.
Mima le regala la sonrisa más tierna que tiene, sus ojos vuelven a estar iluminados como antes.
—Todos tus amigos, te esperan para jugar, te dejo con mi madre, ella te ayudará siempre que la necesites —dice el joven príncipe, sonriendo, al parecer se refería a algo más que solo elegir la ropa.
—¿Qué te parece este vestido y esta capa? —dice la bella dama, señalando un hermoso vestido blanco y una capa roja con la orilla blanca y suave.
—Es hermoso, ¡me encanta! —dice Irma sonriendo ampliamente, hacía tiempo que no veía esa bella sonrisa en su rostro, el dolor y el sufrimiento al fin han desaparecido de ella, por ahora.
Mima sale a jugar con sus nuevos amigos, todo está nevado. Su sonrisa, al ver la belleza del paisaje es inigualable, corre hacia su fiel amigo, Kiwi. Lo abraza tan fuerte que se queda sin aire por unos segundos.
—Amigo, te extrañé —dice ella.
—Siempre estuve contigo y siempre lo estaré —dice Kiwi, sonriendo.
Mía la abraza y Leo León lo hace al mismo tiempo.
—Te estábamos esperando —dice el niño con las lágrimas en sus ojos.
—Sabíamos que volverías —dice Mía.
Toda la tarde los tres niños y Kiwi, estuvieron jugando en la nieve y en un lago congelado donde pueden patinar, las sonrisas y las risas son parte de los hermosos sonidos, que se escuchan alrededor.